Capítulo 32

2.2K 133 4
                                    

Finalmente, Natalia aceptó. Pero se negó a ir en mi auto, así que tuvimos que ir en el suyo. Llegamos a una heladería que los niños eligieron ya que tenía una enorme área de juegos. Tenían al menos veinte sabores de helados, los cuales Natalia tuvo que mencionar al menos tres veces para que Santi y Elena pudieran decidir. En especial Elena, quien aún no sabía leer del todo bien.

-¡Fresa! —exclamó Elena, quien estaba en brazos de su hermana.

-¡Vainilla! —se unió Santi.

-¡Me hicieron repetir los sabores tres veces, para elegir lo mismo de siempre! —les reclamó en juego y ambos rieron al igual que la cajera, quien con una enorme y estúpida sonrisa no dejaba de mirar a Natalia.

-Chocolate —dije de mala gana. Como era de esperarse, no me dejó pagar. No precisamente por amabilidad, si no por su actitud de "No necesito nada de ti".

-Yo los había invitado —le dije molesta sentándome en uno de los cómodos y llamativos sillones del colorido lugar. No me respondió nada, sólo recargó sus codos en sus rodillas y cubrió su rostro - ¿Por qué me dijiste que te "comenzaba" a agradar si no era cierto? —tomé la cuchara para llevar un poco de helado a mi boca

-Yo no mentí —dijo volteando hacia mí —Me agradaba la Alba de ese día.

-¿La Alba de ese día? —pregunté entre risas.

-Sí —se recargó en el sillón y puso su brazo en el respaldo de este, quedando su brazo casi a la misma distancia que mi hombro —Despreocupada, sin maquillaje, sin todos esos accesorios de sobra —rió.

-Es lo mismo Natalia —le dije riendo —Con vestido, en pantalón, en short, con maquillaje o no, soy la misma.

-Claro que no —dijo seria —Nunca eres la misma —aseguró —Eres una en el campus, en tu casa, conmigo, con María, con Sabela, con mis hermanos —tenía razón —¿Y sabes qué es lo malo?

-¿Qué? —contesté intimidada.

-Que nadie sabe cuál es la verdadera... —un silencio nos inundó. Solamente entre nosotras, todo alrededor nuestro seguía con su común ritmo. Personas platicaban, niños corrían de un lado a otro...

-Entonces ya tenemos algo en común... —la miré, Natalia volteó y me miró esperando una explicación —También en el campus eres otra, en tu casa, conmigo... incluso ayer eras otra —regresé mi mirada al helado que comenzaba a derretirse.

-No es...

-No digas nada —la interrumpí, no le estaba pidiendo explicaciones —¿Quieres? —le dije rompiendo el silencio nuevamente entre nosotras.

-Odio el chocolate —dijo negando con la cabeza.

-¡Eres un mentirosa! —le dije riendo —Casi acabas tú sola con un pastel de chocolate y ahora lo odias —se unió a mis risas, no podía negar que no era otra.

-Sólo comí un poco —dijo frunciendo el ceño y con una media sonrisa.

-¿Un poco? Sí claro —dije sarcásticamente, tomé un poco de helado con la cuchara y la acerqué hacia ella —Sólo un poco —me puse de rodillas sobre el sillón para acercarme un poco más.

-No —se negó nuevamente.

-Se derretirá y caerá en tu ropa —canturreé.

-Te dije que no —dijo riendo al mismo tiempo que me abrazaba por la cintura, haciéndome quedar nuevamente sentada.

Nuestra distancia se había convertido a prácticamente nada. Levanté nuevamente la blanca cucharilla, la acerqué hacia ella y finalmente abrió la boca. Sonreí victoriosa y tomé su mejilla con mi mano libre. No necesité guiarla y mucho menos acercarme. Ella entendió y se dirigió a mis labios. Subió su mano hacia mi cuello evitando que me separara, pero era algo que ni de broma haría.

-Tu mano está fría —dijo riendo entre besos, era lógico después de haber sostenido el vaso con nieve por más de quince minutos. Le sonreí y volví a unir nuestros labios. Cogí su mano que estaba en mi cuello, la bajé para entrelazar nuestros dedos y para que la temperatura de mi mano se regulara. Una vez más se alejó de mis labios y sus ojos se enfocaron en nuestras manos entrelazadas. Natalia levantó una de sus naturalmente bien definidas cejas.

-Ya no está fría —fue lo único que logré decir y ella negó con la cabeza riendo. Por un desconocido motivo, giré mi rostro y me encontré con algo inesperado. María y Marta nos miraban más que sorprendidas. Marta reaccionó y volteó a ver a María , quien seguía con los ojos abiertos como platos.

María había perdido la apuesta.

Me myself and I (Albalia)Where stories live. Discover now