Pettigrew's Daughter

capíтυlo 3

Ese día sería su primera clases de Defensa Contra las Artes Oscuras con el nuevo profesor Lupin, una de sus mejores amigas; Luna Lovegood le contó que era muy entretenido, y que le entretuvo bastante su clase.

—¿Lo tienes, Gea?—se le acercó de repente Theo Nott.

—Sí, claro—dijo dándole una sonrisa, rebuscando entre sus cosas. El año anterior Theo probó una golosina muggle, y él por su estatus no podría conseguir una, así que le tuvo que pedir ayuda a su conocida que era mestiza—. Te traje demás, para que las disfrutes—le dio una sonrisa.

—¡Gracias!—dijo en un susurro para luego alejarse.

—Realmente no entiendo cómo es que te llevas con el, Gi...—paró de hablar cuando vio la mirada de su amiga. Ya estaba dos metros bajo tierra y lo sabía. —Perdón, perdón—empezó a disculparse, alzando ambas manos demostrando su culpa. 

—Como sea—rodó los ojos—Vamos, Nev. Se nos hará tarde—dijo agarrándole se la mano mientras corría.

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—¡Riddikulus!—susurró practicando. 

Aunque su clase llevaba a penas unos minutos, no le agradaba. 

El profesor Lupin era muy buen profesor, y a Gea le cayó bastante bien, no hay que malentenderla. Era una persona muy nerviosa, y hacer algo práctico le revolvía todo el estómago, prefería la teoría un millón de veces, aunque fuera aburrida. 

Por ello, cuando llamaron a Neville al frente, le empezaron a temblar las piernas. Pero por más nerviosa que se sintiera, sabía que su mejor amigo lo estaba diez veces más, por lo que, con la sonrisa-un poco falsa-que le dio, lo calmó bastante.

Ahora el profesor Lupin estaba pasando a cada estudiante, y eso a Gea no le gustaba para nada, por lo que cada vez se fue haciendo para atrás...

—¡Ron!—llamó el profesor.

Y atrás, y atrás. 

—¿Me podrías cambiar el lugar, por favor?—Le preguntó a la chica que estaba tres lugares atrás de ella. La chica asintió, y cambió rápidamente lugares. 

—No creo que eso se pueda, Pettigrew—dijo Malfoy, chasqueando la lengua.

Gea frunció el ceño, extrañada. Draco Malfoy era una persona realemente extraña. 

En su segundo año, el anterior, la insultaba, o en los proyectos que compartían, la ignoraba. Y ahora a cada rato le dirigía la mirada, o se le acercaba (mas no le hablaba), y Gea se preguntaba; 

Draco Malfoy, ¿qué te tomaste?

—¡Gea!—exclamó el profesor. 

—Demonios, ¿cuándo esto avanzó tan rápido?