🎼|Capítulo 1.|🎼

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𝘖𝘯𝘨𝘢𝘬𝘶 𝘯𝘰 𝘏𝘢𝘴𝘩𝘪𝘳𝘢
Capítulo 1.
“La felicidad y el dolor, finitos y eterno”

—–¡Suigintou!—llamó su padre desde fuera de la casa, acompañado de su esposa sosteniendo una carretilla

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—–¡Suigintou!—llamó su padre desde fuera de la casa, acompañado de su esposa sosteniendo una carretilla.—–¡Ya nos vamos, cuida de tus hermanos!

Tras la advertencia de su padre, la chica de cabello bicolor y suelto se asomó por la puerta, viendo como sus padres se retiraban de la vivienda para caminar en dirección al pueblo, su padre empujaba la carreta mientras que su madre sostenía unas canastas llenas de hiervas y verduras. Todo lo necesario para una venta excelente en el mercado. La mayor de sus hermanos sonrió con lentitud, después cerró la puerta de la casa, en la cual ahora reinaba sólo el silencio.

Suigintou. La hija mayor de la familia Mahara, agricultores y dueños de una huerta de calidad, sin mencionar que la pradera también era su territorio conjunto a otros pocos vecinos. No eran ni muy ricos, pero tampoco eran muy pobres, simplemente eran una familia que gozaba de tener mucha cosecha para vender, además de consumir. La bicolor, heredando tanto el color de cabello de su madre como el de su padre, y también presentando heterocromía en sus ojos, hacían de ella una chica única sin mencionar que su talento para la música y afinidad en su oído eran sencillamente impresionantes y envidiables. Hermana mayor de dos gemelos, dos pequeños hermanos de al menos diez años, con personalidades similares pero a la vez distintas.

Sai Mahara, siendo el gemelo mayor por dos minutos, chiquillo travieso con ojos violetas y cabello blanco. Parecido a su padre, era todo un niño lleno de energía y alegría, riendo de todo y a todo, siempre se le miraba corriendo de aquí y allá. Sei, su hermano por otro lado, el menor por dos segundos, tenía el cabello violeta y ojos de un tono gris, no blancos; claro que pese a esto él no era ciego. A diferencia de su hermano mayor, él era más tranquilo y obediente, siempre dispuesto a ayudar, pero nunca dejaba de sonreír.

Ahora mismo ambos hermanitos dormían juntos en dos futones diferentes. Sai tenía las sábanas hechas un desastre, mientras que Sei permanecía casi inmóvil. Su hermana mayor los observaba recostada al marco de la puerta con una sonrisa llena de agrado, viendo que los dos descansaban muy tranquilamente.

—–Es cierto. Debo cocinar.

Era una buena vida. Tal vez no era dueña de mucho, o no tenía riquezas, pero sí tenía una familia feliz que permanecía unida pese a cualquier adversidad que la vida les presentara. Estaban unidos por la música.

Dato curioso: todos tienen una gran voz y tocan algún instrumento.

—–Veamos...

—–¡Onee-chan!—escuchó chillar fuertemente la voz del albino. Antes de poder girarse, Sui sintió como el chiquillo la abrazaba fuertemente, mostrando una divertida y entusiasta sonrisa.—–¡Buenos días, Onee-chan!

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