EL DRAGON Y LA CONSTELACIÓN

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Cuenta la leyenda, existió un dragón de gran magnitud en una época lejana, donde las cosas poseían un tamaño superior a las conocidas por el ojo humano. Sus alas podían cubrir grandes extensiones, de lo llamado continentes. Podía abarcar grandes distancias en cuestión de segundos. Convirtiéndole, no solo en el ser más veloz de su época. Si no, también en el más destructor. Pues en medio de su aleteo, podría generar grandes estragos. Arboles siendo arrancados, animales terrestres volando como si fueran aves. Cada ser existente, lamentaba en gran manera el volar de este dragón.

En una ocasión, levanto una manda de tiranosaurios, como cuando se sopla un poco de sobrante al usar el borrador de lápiz por haber escrito mal una frase o haber errado en un cálculo algebraico. Era lamentable su situación pues con el tiempo, nuestro amigo, termino solo. Aislado del mundo, con el temor de ser el monstruo que nunca quiso ser. Viendo como otros felices, iban y venían. Brincaban y corrían con tanta libertad. Víctima de su propia naturaleza ¿Cómo era esto posible?

Un día como cualquier otro, lleno de lamentos y quejidos, a lo lejos, hasta donde su agudo ojo le permitió, vio algo que no podía creer. Ella, la dragona, más bella que su mirar pudo encontrar. Haciendo que su corazón palpitara con gran desesperación; ansiedad cubrían su enorme masa corporal. Se había despertado en él, para aumentar su flagelo, algo que los mortales llamamos, amor. Convirtiéndose, solo en otra manera de ser atormentado. Pues amaba estar en los cielos. Deseaba poder encontrar pareja. Construir familia. Soñaba con enseñar a sus hijos, el grandioso arte de hallarse entre nubes.

Estrella se llamaba. Quien ayudaba a invadir con gran tristeza el afligido corazón de Dragón. Angustia, por no poder siquiera estar cerca de quien amaba.

Pasados varios días de observarla. Sucedió lo inesperado para el enamorado. Ella se acercó, algo tímida e intrigada, pregunto.

- Lamento interrumpirte, gran Dragón. – Hizo una pausa, como quien medita lo que va a decir y continúo. - Lamento interrumpir, pero, desde hace días nota que me observas. Me sigues con tu mirada, donde quiera que vaya ¿Sucede algo?

Contrariado por la pregunta. Procurando ser prudente, Dragón, contesto.

- Sucede que eres el ser más hermoso que mis ojos han visto.

- Gracias. –dijo Estrella. Partiendo a lo lejos, sin decir nada más.

Con los ojos llenos de lágrimas, Dragón, comprendió por primera vez lo que es el rechazo. Mas su amor por Estrella, cada día aumentaba. Cada amanecer, le parecía que el sol alimentaba su belleza y en las noches, la luna avivaba su hermosura.

- Hola, gran Dragón – dijo Estrella. – Me llamo Estrella. También creo que eres un ser muy bello.

Para sorpresa del dragón, ella había vuelto al cabo de varias semanas de su confesión. Asumió que tardo ese tiempo en tomar el valor para confesarle sus sentimientos por él.

- Gracias. No puedo salir corriendo, pues acabaría con este precioso momento. – contesto el dragón.
- Lamento haber huido antes. – Con una sonrisa tierna contesto, Estrella.
- No te preocupes todo está superado.

Así empezó, el raro romance entre Estrella y gran Dragón. Uno inimaginable. Aun para los amigos de ella. Quienes constantemente, cuestionaban su creciente amor por el dragón.

- ¿Qué lindo seria enseñarles a los hijos a volar? ¿No crees? – dijo, Estrella.
- Sería fantástico. Y más, fantástico si son nuestros.

Soñaban con tener un hogar y familia. Poder volar juntos, yendo de un lado a otro por el mundo. Sin control, sin importar el qué dirán. Sin importar nada más, que ellos.

Y así pasaban las horas y las semanas, las cuales empezaban a ser meses. Había días buenos y otros no tanto, donde el mal carácter del Dragon salía a flote. Quizás por su frustrada vida o simplemente nació así, con un temperamento difícil de sobrellevar; sucedió en un atardecer, al final de una discusión, lo impensable. Pues, los dragones también discuten como nosotros los humanos. Ella salió huyendo. No quería tenerlo cerca. Huía con sus ojos llenos de lágrimas. Maldiciendo el día en que entrego su amor. Quería correr. Estar lejos, lo más posible. Al parecer le había herido, como gota que reboza la copa, palabra tras palabra. Clavos clavados, aunque se retiren siguen dejando su daño, su herida; aún cuando se pida perdón, las palabras mal dichas en mal momento, siempre dejaran una herida.

Por su parte, Dragón, al verle decidida en el escape intento detenerla. Procurando no dañarla. Mas no logro medir fuerza, y como todo en cuanto el actuaba, termino aplastándola. Dándole muerte a su gran amor. El único que tenía y tuvo.

En su dolor y estupidez. Decidió levantar vuelo. Eso impensable en mucho tiempo. Empezó a surcar los cielos. Como era de esperar, la tierra entro en un movimiento amenazante de acabar con todo lo que vivía. Dio una, dos, tres vueltas al planeta. Sin lograr quitarse este dolor insoportable. Este dolor incontenible. Cuatro, cinco, seis vueltas más. Parecía no pararía.

Los dioses en su revisión habitual a sus planetas y mundos. Vieron la catástrofe inminente, el fin de una civilización. Decidieron bajar a investigar, lo acontecido. Y al llegar encontraron tres gigantescas montañas destruidas. Unos cuantos ríos secos y por supuesto, cientos de criaturas muertas. Causándoles un gran dolor, al ver su creación deshecha.

Detuvieron al dragón en su vuelta número siete. ¿Quién sabe que hubiese sucedido al llegar a la numero diez?

- ¿Qué te sucede, hijo? – Pregunto el mayor de los dioses.
- Sucede, que tengo un dolor insoportable. – Respondió el dragón. – Estaba intentando quitarlo con el viento.
- ¿Acaso no ves? Estas destruyendo todo.
-Lo lamento, solo quiero que acabe. Estrella ha muerto debido a mi torpeza. Lo siento. – Dijo, el dragón, lleno de lágrimas.

Los dioses al ver tal sufrimiento y la magnitud de la destrucción. Decidieron entrar en consejo de emergencia. Preguntándose entre ellos, como debían actuar. Uno propuso, devolver a Estrella de la muerte. Sin embargo, se descartó al ver que estaba en contra de las reglas ancestrales. Otro propuso, matar al dragón. Al fin y al cabo, es el o el planeta. Mas, los dioses conmovidos por el dolor, no decidieron esta opción.

- Creo tener la solución – dijo el más sabio de todos ellos - Déjame hablar con él, hermano mayor, dios de dioses.
- Tienes mi permiso. – contesto el dios mayor.

Acercándose al dragón, el sabio dios, dijo.

- Lamento hijo, tu sufrimiento. Creo tener la solución a tu problema. Una solución que podría ayudar a todos.
- ¿Solución? ¿Ayudar a todos? – contesto escéptico.
- Como sabes, al caer la noche es difícil que madre luna ilumine todos los rincones de esta tierra. Necesita ayuda. Necesita de cientos y miles de astros, que le acompañen en la noche oscura. Para brindar luz y guía.
- ¿Y esto qué tiene que ver con mi dolor?
- Puedo convertir tu dolor en luz. Pero es necesario que lo desees. Debes permitirme transformarte. Cambiar inclusive tu nombre. Tú propia esencia. Para crecer y servir.
- ¿Estás seguro el dolor se ira?
- Completamente seguro. Soy especialista en convertir el dolor en sabiduría.
- Lo deseo. Quiero ayudar a madre luna.

De repente con su magia, el sabio dios, empezó a envolver al dragón. Un haz de luz, cubriéndole de pies a cabeza. Era tal el brillo, que cubría a madre luna. Quien veía con entusiasmo la creación de su nuevo compañero.

Hubo algunos movimientos de tierra como cuando el dragón estaba volando. Y luego, la explosión final. El trabajo estaba hecho. Cientos de luces volaron por los aires, hacia el espacio en busca de la compañía de madre luna. Buscando su posición para la eternidad.

El sabio dios, había convertido al gran Dragón en millares de estrellas que iluminarían los rincones y caminos. Mares y ríos. Buenos y malos. Entregando su amor. El amor por Estrella a los habitantes de esta tierra.

El Dragón y La ConstelaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora