Capítulo II: Realidad

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Algo había cambiado, lenta y progresivamente; pero ni aún así lo vio venir. En realidad, al principio no le dió la importancia que merecía; sin embargo, conforme transcurrió el tiempo, los pequeños detalles que antes no percibía, se iban volviendo evidentes. Mas, cuando se percató de lo que de lo que ocurría a su alrededor, era demasiado tarde; se le estaba escapando de las manos, no tenía ni un poco de control al respecto.

Y eso era tan malo, porque no tenía ni la más remota idea de lo que debía hacer.

La primera vez que Theo Raeken hizo algo por Liam Dunbar, lo cierto era que no tuvo que meditarlo demasiado; en aquel momento, había sido estrictamente necesario, conveniente. A partir de entonces, resultó imposible que no surgieran ese tipo de situaciones entre ambos, porque cada vez se encontraban más cerca el uno del otro. El mayor problema para la quimera, no obstante, ni siquiera radicaba en que el lobo se aferrase a él como un cachorro; no.

Ambos lo hacían, sin darse cuenta del todo. Como si simplemente fuesen atraídos por alguna especie de fuerza magnética.

Era demasiado para él. No iba cargar con esa responsabilidad. Todo el mundo lo sabía, la manada de Scott se lo dejaba en claro cada vez que tenía la oportunidad, y sin lenguaje verbal de por medio. Pero cuando el alfa se lo participó, aquella realidad se tornó palpable para él.

—¿Qué pretendes?

Theo no tenía que ser un genio para saber de quién estaba hablando. Resultaba fácilmente deducible, considerando que Liam era el único con el que tenía contacto; no pertenecía a la manada y no estaba buscando hacerlo, así que poco le importaba dirigirle la palabra a los demás, a menos que significase algún beneficio para él.

La forma en la que Scott le miró, consiguió hacer que un atisbo de culpabilidad comenzara a crecer en su pecho. A pesar de ello, la expresión de Theo seguía siendo tan altanera y cínica como siempre; por otro lado, sus señales químicas le traicionaban, y eso le producía cierta frustración.

Su mandíbula se tensó tan pronto como el entrecejo del lobo se frunció. Sin embargo, al cabo de unos segundos, la quimera tan solo se limitó a mostrar en sus labios una sonrisa de medio lado.

El alfa gruñó.

La quimera, a simple vista, ni se inmutó.

—No voy a dejar que lo lastimes.

Ahí estaba McCall, preocupándose por Dunbar como si este no le hubiese traicionado, e intentado matarle, tiempo atrás; era su beta después de todo, velaría por su bienestar sin miramiento alguno. La sangre de Theo hirvió ante tales palabras, no precisamente por el tono amenazante con el que habían sido pronunciadas, sino por la verdad que se hallaba latente en ellas.

«No lo haré.»

No era bueno para Liam. Nunca fue algo que pertubarse sus pensamientos, de un modo u otro, hasta ese momento.

Cayó en cuenta de que deseaba serlo, y en aquel entonces no fue consciente de que tal acontecimiento lograría quitarle el sueño a partir de esa noche; si antes no era capaz de conciliarlo con normalidad, la situación solo empeoraría.

¿Qué demonios estaba haciendo?

En definitiva, no podía seguir así.

La expresión en el rostro de Scott se volvió aún más hostil debido a la falta de comunicación por parte de Theo, pero por supuesto que el alfa no podía comprender que, justo en ese preciso instante, la mente de la quimera se había vuelto un total y absoluto embrollo; probablemente lo entendería, de no ser porque, sin importar el ángulo por el cual lo mirase, los ojos de Raeken seguían pareciéndole retadores, y la curva de medio lado que renació en sus labios, le invitaba a romperle la mandíbula de un golpe, limpio y seco.

Cuando la sonrisa de Theo dejó entrever sus perlados dientes, algo bulló dentro de Scott. Antes de que pudiera siquiera pensar en ello, su cuerpo terminó cediendo ante sus impulsos; casi. En un movimiento rápido, diestra y zurda le tomaron por el cuello de la camisa, alzándolo en peso unos cuantos centímetros sobre el suelo. Ambos rostros se encontraron a milímetros, y la quimera se mantuvo inmóvil conforme los ojos del lobo se tornaban carmesíes.

Pese a ello, su naturaleza sardónica le sobrevino de inmediato.

Theo chasqueó la lengua con fastidio, logrando que un gruñido abandonara los labios de Scott, al mismo tiempo en el agarre en sus prendas se volvía más brusco.

—No eres mi alfa...

Siseó con desdén, haciendo alarde de su impertinencia, sin dejar de lado aquella expresión en sus facciones. A causa de ello, las uñas del alfa salieron para perforar la tela y parte de su piel. La sonrisa de Theo se extendió pese a tal reacción, y sus ojos se volvieron amarillentos en cuestión de segundos; pronto, se encontró presionando sus garras contra la muñeca del lobo, y mostrando sus filosos caninos, con la mandíbula tensa, en medio de un gruñido.

—Escúchame bien, no pienso repetirlo de nuevo...

McCall parecía volver a sus sentidos, a medida que el tiempo transcurría. Raeken le sostenía la mirada, sin demostrar indicio alguno de intimidación. Paulatinamente, la presión ejercida en torno a la camisa de Theo empezó a aligerarse, hasta que las suelas de sus zapatos volvieron a tocar el húmedo y áspero suelo.

Esta vez, antes de que el alfa pronunciase siquiera una sola sílaba, la quimera le interrumpió con un bajo resoplido. Fue entonces cuando su semblante dejó de denotar altivez, para mostrarse más bien inexpresivo, o algo por el estilo, pues su ceja arqueada se interponía en medio de sus intenciones.

«No quiero hacerlo.»

—No está en mis planes.

Musitó, toscamente. Sus hombros estaban rígidos, pero sus manos caían con suavidad a los costados de sus muslos. Scott le miró con inevitable reticencia, sus ojos habían regresado a la normalidad.

¿A quién deseaba engañar? Scott lo tenía clara, seguramente todos lo notaron antes que ellos. Habían visto algo que no fueron capaces de comprender en el acto.

Algo que Theo pasó desapercibido.

Y si temían por el joven lobo, Theo no los culpaba. Se trataba de él, después de todo.

Vio cómo el entrecejo de Scott se frunció ligeramente, de nuevo, quizá porque había visto en sus ojos la culpa fugaz, la mortificación inmersa en sus pupilas, gracias a ese intento de amena charla.

Pero no dijo nada al respecto, Theo no se lo permitió. No demoró en darle la espalda y perderse bajo las tenues luces de una calle poco transitada en plena madrugada; rumbo a su camioneta, las pisadas se volvían más lentas y pesadas. Sin embargo, en el momento en que el motor fue encendido y sus manos se acomodaron alrededor del volante, ponerse en marcha y abrirse paso en la carretera le tomó un parpadeo.

Aquella fue la última vez que Scott vio a Theo durante esa semana. Al principio, creyó que sería un alivio; más temprano que tarde se percataría de cuán equivocado se encontraba; de un modo u otro, una pequeña parte de Beacon Hills lo lamentaría.

Eran alrededor de las 2:00 a. m. cuando el teléfono celular de Scott comenzó a sonar sobre su mesita de noche. El lobo demoró unos cuantos segundos en enfocar sus sentidos, antes de estirar el brazo derecho y tomar entre su palma el dispositivo móvil. Con cierta torpeza, sin siquiera mirar la pantalla, deslizó el pulgar por sobre esta y, acto seguido, se lo acercó al oído.

Scott, no encontramos a Liam.

No fue el significado de aquellas palabras lo que le hizo inquietarse, fue el tono con el que habían sido pronunciadas.

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Muchas gracias por leer, estaré esperando sus comentarios; me encantaría leer sus opiniones y demás. Nos vemos en el próximo capítulo♥. 

Destinos entrelazadosWhere stories live. Discover now