Parte 02: Nuevo compañero de trabajo

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Durante esa semana, hizo lo posible para no ver a Daniela más de lo necesario, pero igual llevaba cursos con ella, como Historia del Perú II, pero ya no iba a sentarse a su lado, ni loco. Para su suerte, no estaba ahí cuando llegó a la clase.

Saludó a sus compañeros y amigos. No les había contado, pero ya sabían que habían terminado, porque le habían mandado mensajes preguntándole muchas cosas. Nada relacionado a ella, pero eran más mensajes de los que solía recibir desde que los conocía.

— Si quieres te puedes sentar aquí, Lu.

Quien había hablado era Alejandra Núñez. Una chica que conoció en su segundo semestre, no tan cercana como los demás, pero eran del grupo de amigos y había un sitio que parecía haber sido reservado para él. Vio otra carpeta separada, a cierta distancia de él, aunque igual estaba cerca de ellos. No les podía recriminar por no apartarla del grupo ya que eran todos amigos. Hubiera sido injusto para ellos hacerlos escoger. Tal vez debería preguntar sobre eso a Julio.

No se concentró mucho en la clase, y no le importaba mucho. Entre ellos, solían dividirse quién grababa la clase, lo tipeaba y luego la subiría al Documento de Google al que todos tenían acceso y para su suerte, no le tocaba a él. Lo que le devolvió la atención hacia el profesor en vez del intento de dibujo decente que estaba haciendo en su cuaderno fue cuando anunció que iba a dejar un trabajo en parejas que debía ser entregado a finales de semestre. No habían llegado a los exámenes parciales, pero el avance que tuvieran al final de la primera parte constaría de una parte de su permanente 1, la nota que recibían como el total de cada sección del semestre.

Pensó que iba a tener que buscar a un compañero decente, pero su suerte fue magnífica cuando Ale volteó hacia él para decirle que lo hagan juntos.

— Aquí quien forma las parejas soy yo —dijo el profesor, regresando la atención a él y callando el murmullo que se generó—, así que, si esperaban estar con sus amiguitos, están muy equivocados.

Luca, algo apenado, le aseguró a Ale que sería la próxima vez, y ella solo asintió, algo molesta. Estaba seguro que, igual que él, tenía pocas ganas de que le pongan a alguien que no trabajaba. El profesor, sacó una hoja de su maletín y procedió a leer los nombre, pero a los dos les tocó personas distintas. Con suerte, el tal Nicolás no sea un flojo como Martín, uno de sus amigos. Lo quería, pero no volvería a hacer un trabajo con él.

Sin embargo, no sabía quién era el tal Nicolás. El profesor dijo que nadie faltó, pero cuando dijo su nombre, nadie dio señales de ser él. ¿Se habría ido al baño?

— No me puedo quejar, Sara es buena compañera — le dijo Ale al final de la clase cuando empezó a guardar su cuaderno en la mochila.

— Espero tener la misma suerte, pero ¿cómo voy a saber quién es?

— Pregúntale al profe por su nombre completo. Así le puedes buscar en el gmail y mandarle un correo.

No estaba mal la idea, así que le agradeció, y se despidió de ella cuando vio que el profesor ya se iba, así que fue corriendo hacia él.

— ¡Profe! Disculpe.

Su profesor, Carpio, quien tendría unos 50 años aproximadamente, volteó a verlo.

— Dígame, alumno. Solo le recuerdo que no cambiaré parejas.

— No es eso —dijo levantando un poco la vista. El señor era alto y su porte lo asustaba un poco, aunque igual lo veía como un mal profesor— quería saber el nombre completo de mi compañero, porque no lo conozco y creo que no estuvo cuan-

— Todos los alumnos vinieron a clase —le interrumpió.

— Lo sé, pero le decía que no creo que haya estado presente al momento que dijo los grupos. ¿Podría solo decirme, por favor?

Abrió su maletín, un poco malhumorado y con cara de pocos amigos. Sacó la misma hoja de antes y preguntó por su nombre.

— Díaz Gonzáles.

Buscó por unos segundo en la lista.

— ¿Luca? —el chico asintió— Buena suerte, joven. Le toca con Jiménez. Diego Nicolás Jiménez Zevallos. La verdad, dudo que él vaya a estar interesado en hacer algo con quien sea. Ya le enseñé antes y recibí quejas de sus compañeros de grupo.

El estómago de Luca se colapsó. Había pensado que seguro igual terminaría re-escribiendo gran parte del trabajo que hiciera su compañero, pues no le importaba mucho porque lo consideraba mejor que hacer todo él mismo, excepto que esta vez parecía ser una de esas veces en las que tendría que hacerlo todo.

— Me pareció escuchar mi nombre, profe —Luca volteó a ver la fuente de la voz. Un chico más alto que él por unos centímetros (metro ochenta tal vez) que usaba un polo apretado, igual que los pantalones con un aura que desprendía energía de estudiante flojo apareció justo a su espalda. Sus ojos lo ignoraron centrándose en el profesor, con una sonrisa burlesca.

— Ah, Jiménez. Hasta que decidiste acercarte a un compañero de trabajo voluntariamente.

El chico solo rió sarcásticamente y Luca ya se arrepentía de haberse metido con ese profesor.

— Cosas de la vida, profe.

No era una persona violenta, pero hasta él quería golpearle en la cara por su actitud.

— Bueno, los dejo para que se pongan de acuerdo —señaló con el dedo a Nicolás—, y más vale que se esfuerce.

— Sí, sí. No se preocupe.

Cuando ya estaba lejos, volteó a ver a Luca.

— Bueno, compañero. ¿Cómo quieres hacer esta huevada?

Tenía ganas de decirle que se calle y desaparezca, pero en su lugar, sólo suspiró, rindiendose ante su maldito destino.

— Mira, quiero hacer un buen trabajo. No sé si te interese o no, pero preferiría no ser abandonado a mi suerte en esto. ¿Te parece si nos ponemos de acuerdo para no jalar y no volver a llevar un curso con él?

El chico solo se quedó parado ahí mirándolo directamente en la cara, y luego lo examinó de pies a cabeza.

— De acuerdo. Dame tu número y coordinamos.

El Verdadero DespertarWhere stories live. Discover now