27. ¡¿Pero a ti que carajos te pasa?!

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Mi cabeza duele un montón, no lo soporto, empiezo a masajearme con mis manos intentando recobrar la cordura, abro lentamente los ojos y me incorporo con lentitud, estoy tirada en el suelo con botellas de licor a mi alrededor, he dormido en el suelo y mi espalda me está matando ¡Joder! Me levanto y cuando lo hago todo me da vueltas, corro al baño y me agacho en el retrete, vomito como si no hubiera un mañana.

Me incorporo después de haberlo soltado todo y me lavo los dientes múltiples veces; noto que mi habitación está vuelta un fiasco y me dispongo a esconder y organizar todo, luego me doy un largo baño que termina por despejarme la mente, recuerdo lo que sucedió ayer y tiemblo, fui tan estúpida. Provoqué a mi padre y luego me comporté como una idiota con Damián. ¡Genial!

Le mando un mensaje a Carol diciéndole que desayunaré en mi habitación y recibo un "ok" de respuesta. Suspiro y me empiezo a vestir, me coloco un jean descocido y ancho pero que está bien ajustado a mi cintura y me hace resaltar la figura, lo combino con una camisa ancha pero corta que deja ver todo mi abdomen. Cuando me estoy peinando con una coleta alta tocan mi puerta, la abro y Carol entra con una bandeja de comida, le señalo el escritorio.

— ¿Cómo amaneciste? —me pregunta un poco distante—. Este cuarto huele horrible —hace una mueca de desagrado, me doy la vuelta y le sonrío—. Y tienes una cara espantosa —mi sonrisa desaparece. No son las palabras que necesito en estos momentos.

—Estoy bien —le digo con amabilidad, realmente quiero mucho a Carol, siempre ha estado para mí cuando la he necesitado, creo que es la única persona en la que puedo confiar, sin embargo, hay cosas que jamás diré.

Me siento en mi escritorio y empiezo a comer el delicioso cereal de chocolate con varios pancitos y unos huevos revueltos con chorizo.

—No parece —Carol se coloca a mi lado mirándome con los brazos cruzados, ella es muy intuitiva y siempre encuentra las respuestas que desea, pero, desde que cumplí 15 nuestra relación dejó de ser tan dependiente como antes; aprendí a solucionar mis problemas sola y empecé a hacer cosas que a ella le decepcionaban—. Sé que peleaste con tu padre ayer —detengo la cuchara a medio camino—. Lo encontré anoche despotricando en la cocina sobre que eras una malcriada, obviamente lo culpé de eso.

—No es nada fuera de lo normal —me encojo de hombros y me concentro en comer, es verdad, mi padre y yo jamás hemos tenido una buena relación.

—No, no es raro... —se me queda mirando de forma extraña—. Pero si lo es el que estuvieras encerrada en este cuarto, peleando con Damián —me atraganto e intento disimularlo—, a altas horas de la noche —complementa.

—Mmm... —intento que no se me note el nerviosismo, me concentro en comer con rapidez para que mi boca esté llena de comida— ¿Qué escuchaste? —pregunto con la boca llena aparentando tranquilidad, estoy segura de que no fue nada por lo que preocuparme o sino no estaría hablándome tan pacíficamente.

—Él estaba gritando algo de un papel y diciendo que no debería preocuparse por ti —la miro de soslayo y noto que está rascándose la barbilla, recuerdo que antes de eso Damián había mencionado algo de follar y me pongo tensa.

—Es un metido —trago, la miro con una sonrisa falsa—, cree que necesita saberlo todo porque vive conmigo...

—Todavía no se me escapa que ambos se fueron de fiestecita hasta muy tarde —me mira fijamente, ¡Ay no! ya quiero que acabe este tema.

—Sí, tenía pesar por el mojigato... parece un cura en pleno santuario —me burlo con fingido desprecio—. Estaba harta de mirarlo deambular por la casa como si fuera un ángel bajado del cielo; mi padre lo tiene en un pedestal y se olvida que un hombre, y joven tras del hecho.

Las reglas del deseo | 1.0Where stories live. Discover now