Capítulo 9: Reencuentro.

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Amy dejó a solas a Blaze un momento, se notaba que necesitaba tiempo con ella misma; Vector y Knuckles se encontraban dirigiendo a varios mobian para preparar un plan de contingencia, por si otro ataque sucedía, pero Amy no buscaba a sus compañeros de batalla, buscaba a un viejo amigo.

—¡Knuckles! —vociferó con tono alegre la erizo en medio de una multitud.

El equidna trató de encontrar a Amy entre todos los mobian que estaban frente a él, más una mano que lo jaló con gran fuerza le ahorró el trabajo.

—Knuckles, ven conmigo —exclamó Amy.

—¿Qué pasa? —preguntó confuso el equidna —aun necesito coordinar a las tropas...

La erizo no dejó hablar a su amigo, se limitó a arrastrarlo por el brazo sacándolo de la multitud. El equidna sabía que Amy a veces tendía a hacer ese tipo de cosas, aunque esta vez se miraba algo distinta, se notaba ansiosa y feliz, casi como si estuviese emocionada.

—Amy, ¿Qué pasa? —volvió a preguntar Knuckles viendo que estaban dejando atrás a Vector.

El erizo rosa no respondió nada, llevó a su amigo lo más lejos que pudo de la multitud y con una enorme sonrisa en los labios, lo miró llena de emoción.

—Tails volvió —alegró Amy, realizando un ademan de fuerza con las manos.

El rostro inmutable de Knuckles cambió radicalmente, una ligera sonrisa desafiante y un suspiro pesado de alivio animó su serio semblante.

—Ja, llegando tarde eh. Sí que lo echamos a perder —exclamó el notoriamente feliz equidna.

Amy y Knuckles caminaron juntos esta vez, en busca de su amigo, la instalación era grande, pero no lo suficiente para evitar que buscaran en cada rincón posible a su compañero. El equidna decidió recorrer la parte baja de la instalación, mientras tanto Amy revisaría la superior. Los intrincados del complejo no eran problema para la erizo que, eventualmente, se adentró más y más a los lugares menos concurridos de la instalación.

Mientras sus compañeros lo buscaban, un pensativo Tails yacía en el suelo de un armario de limpieza, entró por otros pesados guantes de soldar y se quedó sentado en cuclillas, su mirada sopesada trataba de darle orden a sus pensamientos. Su semblante solo dejaba entender que estaba muy confundido.

El zorro echó hacia atrás su cabeza golpeando la puerta metálica del armario, un suspiro tenue desalojó de todo aire a Tails, eran demasiadas cosas para procesar.

"Yo no soy así, no soy así...", sopesó con agobió el zorro.

El amarillo zorro se levantó sin ánimos, apoyando su espalda contra la puerta, se sentía triste y avergonzado por su actitud, pero su sentido del deber continuaba intacto, tenía la necesidad de irse a disculpar por lo ocurrido. Tails secó algunas lágrimas que tenía en su rostro y respirando hondo tomó fuerza para abrir la puerta y arreglar las cosas. Pero cuando el zorro puso su mano en el pomo de la puerta, esta se azotó contra su rostro en un fuerte impacto que lo derribó al instante.

—¡Oye!, ¡¿Qué no sabes tocar?! —preguntó el zorro con un alarmante tono de molestia en la voz, aquel enojo no lo reconocía ni el mismo, solo logró tapar su boca con premura como señal de alarma.

Una silueta se arrojó contra el casi al instante que terminó de hablar, se preparó para recibir un golpe, "comprensible si alguien de la nada te hablase así", pensó el chico cerrando sus ojos, aunque nada más alejado a lo que ocurriría.

—¡Tails! —dijo con alegría Amy, abrazando con suma fuerza al zorro.

—¿A-Amy? —contestó con reconfortante confusión Tails, quien, en un impulso de necesidad, abrazó con fuerza a la erizo, sintiendo alivio.

Una Flama de EsperanzaWhere stories live. Discover now