Capítulo 16: La fiesta

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La ausencia es un remedio contra el odio como una protección contra el amor.


Jean de La Fontaine



                                                               † † †



El vapor emanaba  de mi pierna desnuda después de levantarla del agua caliente. Adoraba bañarme en aguas muy calientes, como si estuviera a punto de hervir y entrar en cocción. Un baño era como un momento de pausa en mi vida. Un momento en el cual el tiempo se detenía, y todo fluía a mi ritmo. Bueno, en ese momento, el tiempo fluía al ritmo de la melodiosa voz de Simone Simons que salía de mi móvil. Me quedaba hipnotizada durante casi una hora, o incluso más, con mi cuerpo libre de peso alguno rodeado de agua. Alguna vez me había relajado demasiado, tanto que me quedaba dormida hasta que mi madre abría la puerta para saber si me encontraba bien.

Al salir de la bañera, me rodée la toalla en mi cuerpo, y me miré en el espejo; nada extraño. Mi rostro tenía todas las típicas imperfecciones adolescentes intensificadas en mayor grado: mis ojeras eran de un morado algo excesivo, rozaban el color negro. Me dije, con una sonrisa, que a lo mejor mi cuerpo necesitaba descansar de todo. Y mi cerebro el que más.



                                                               † † †



Después de ponerme el pijama, fuí directa a mi mochila para poder terminar unos deberes que, personalmente, me encantaban: leer rimas y leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer. En cuanto el profesor citó los deberes, todos los de la clase se quejaron entre gestos de desaprobación, abucheos y maldiciones, exceptuando una servidora. Esbocé una malévola sonrisa en mi labios mientras pensaba "Genial". Me senté en mi cama mientras me tapaba con una fina y suave manta, y abría mi libro de Bécquer. No era la típica edición para estudiantes; mi adquisición era completa, podría decirse que rozaría una edición de coleccionista. Empecé a leer una de mis rimas predilectas, Las Oscuras Golondrinas:


Volverán las oscuras golondrinas

de tu balcón sus nidos a colgar,

y otra vez con el ala a tus cristales,

jugando, llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban 

tu hermosura y mi dicha a contemplar, 

aquéllas que aprendieron nuestros nombres... 

ésas .... ¡no volverán !


Volverán las tupidas madreselvas 

de tu jardín las tapias a escalar 

y otra vez a la tarde aún más hermosas 

sus flores se abrirán.

Pero aquellas cuajadas de rocío, 

cuyas gotas mirábamos temblar 

y caer como lágrimas del día... 

Retrum 3: Labios de Ébano [En corrección]Where stories live. Discover now