Capítulo 14 : Madera y menta

30.8K 4.4K 6.3K
                                    


WILLOW


Antes de salir de casa, me aseguro de cubrir mis espantosas ojeras bajo tres capas de corrector. La noche no fue amable conmigo, pero Daven no necesita saberlo. 

Llego al taller a la hora acordada, minutos antes de las ocho. Las "sugerencias" de Nat del otro día terminaron surtiendo efecto, por lo que hoy elegí un atuendo menos llamativo compuesto de playera roja, vaqueros raídos y los zapatos más brillantes que traje conmigo de Portland, un par de Converse con diseños de rompecabezas de diferentes colores. Les añadí más broches que de costumbre, pues sé que a Trevor le llamarán la atención. También traje una bolsa llena de pintura, brillantinas y arena kinética que preparé en mis horas de horrible insomnio. Fue una suerte que encontrara lo necesario en casa para experimentar. Estoy segura de que le encantará, asumiendo, claro, que no le importe ensuciarse. Por increíble que parezca, he conocido niños que no toleran embarrarse de cosas raras. Sólo espero no sea este el caso.

Mientras conduzco, me suelto el cabello antes recogido en una elaborada coleta. Pasé media hora frente al espejo dándole forma, pero la comodidad siempre me gana y la verdad es que las ondas sueltas son lo mío. Al diablo el intento de aparentar que sé peinarme.

Encuentro a Daven en la entrada del taller acomodando algo en el área de carga de su camioneta, algo parecido a un cuadro enorme envuelto en una lona. Sonríe en cuanto me ve bajar de Piolín. Yo le devuelvo el gesto. Lleva una gorra que esconde parcialmente sus ojos, un suéter ceñido, vaqueros y botas militares. No sé por qué mi mirada siempre se desvía a lo que viste, a su cuerpo... caray, necesito parar de hacer eso.

—Perdón por hacerte venir tan temprano. —dice mientras me acerco.

—Me hace bien tener algo en qué ocuparme. —señalo el objeto misterioso. —¿Qué es eso?

—Una entrega. —responde dándole una mirada. —Te conté que el taller no es lo único que tengo.

—¿Son pinturas?

—Algo así.

—¿En serio pintas? —pregunto con interés.

—No exactamente. —hay un brillo divertido en sus ojos. Sabe que la curiosidad me está matando. —Te lo mostraré luego, puede que necesitemos un poco de privacidad para ello.

—Ah. —ingeniosa respuesta, Hemsley.

—No demasiada privacidad si eso te asusta.

Carraspeo.

—Nadie ha dicho que tengo miedo.

—¿Significa que puedo arrastrarte a un cuarto oscuro en cualquier momento? —pregunta y alza una ceja.

—Es temprano para las charlas subidas de tono.

—Charlas subidas de tono, ¿eh?

—Te me insinúas todo el tiempo. No juegues al inocente ahora. —replico con fingida reprobación.

—Y lo hago sin esfuerzo. Imagina si pusiera un poco de empeño.

—Sobreviví a tus encantos en el pasado.

—No. No lo hiciste.

—¿Cómo caímos en esta absurda conversación?

—Creo que los juegos de palabras siguen siendo nuestro fuerte. —inclina un poco la cabeza de esa forma suya. —También influye el hecho de que aún me consideres atractivo y tú me parezcas irresistiblemente cautivadora.

El Día Que Las Estrellas Caigan ✔ (Destinados I)Where stories live. Discover now