Capítulo II

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Capítulo II

            Brooke era una joven humilde de 18 años y distinta a las que él solía tratar. En sus ojos café él había visto aquella inocencia que tanto había llamado su atención, desde que la vida le había permitido conocerla. Era hermosa. Demasiado hermosa, que no podía quitarse aquella idea de su cabeza. Siempre que cerraba sus ojos, la veía. Deseaba ser quien acariciara su cabellera medio castaña clara, que llevaba más debajo de los hombros, en cada amanecer. Rozar con dulzura su piel clara y su contextura delgada. En él cambio, era consciente del hombre enigmático e irresistible que era ante cualquier mujer. Era un hombre alto, con una figura atlética. Un hombre muy elegante, con unos ojos tan azules como el cielo, con una voz tan varonil como su porte. Tenía una cabellera rubia como el sol. 

    Sin embargo, como defecto se podía decir que era algo caprichoso y testarudo cuando se le metía algo a la cabeza.       

     Él tan solo contaba con veintisiete años y a pesar de sus diferencias, él había sentido que la mejor decisión que podía tomar en su vida era aquella en que lo uniera a la vida de Brigitte. 

_ Debo conseguir que seas mía... Debo conseguir tu corazón._ expresó seriamente, mientras se bebía una copa de coñac en su habitación. 

    En su corazón sentía la necesidad de dar ese paso que había tratado de contenerse, sabiendo que no quería que el padre de ella pensará que él simplemente quería jugar con ella. Respiró hondo, mientras su cabeza le daba vuelta. Se estaba volviendo loco y era consciente que no tendría paz hasta hablar con ella. 

   Con Brooke. 

   Y así terminó sucediendo una noche de invierno, cuando él se atrevió a cambiar su vida y darle ese giro que cualquier joven humilde nunca hubiese esperado en su vida. Era Enero. Una noche estrellada en la que ella había decidido salir a patinar junto a  su hermana Virginia. 

   Las risas entre ellas se hicieron más frecuentes, al mismo tiempo, en que se divertían y bromeaban. Ambas estaban tan concentradas que ninguna observó el acercamiento de aquel imponente caballero. 

   Brooke patinaba con toda su fuerza para que su hermana no le atrapara, hasta aquel instante en que ella se encontró en frente de Richard y no pudo frenar. Chocó con él, haciéndolo girar junto a ella hasta caer en esa fría nieve...él arriba de ella. 

_ He de admitir que los accidentes imprevistos y casuales siempre nos acercan más, señorita Brooke._ le dijo al mirarla profundamente a los ojos, como si quisiese desnudar su alma y su yo mismo, por lo que ella se ruborizó como de costumbre_. Déjeme ayudarle._ agregó al levantarse y al ayudarla con una sonrisa entre tierna y pícara._ ¿Se encuentra bien?

_ Sí...perdone mi torpeza. Juro que no lo vi. No quise...

_ ¡He de agradecer al cielo entonces por este milagro!_ expresó al interrumpirla, mientras se sonreía con más picardía.

_ Brooke, ¿te encuentras bien?_ le preguntó su hermana Virginia al acercarse preocupada. 

   “¿Sentirse bien?” ... aún ni siquiera sabía que era lo que sentía realmente. Sentía como si la respiración se le hubiese ido, al instante en que los ojos de aquel caballero estuvieron muy cerca de ella. 

   No... Ella no podía sentir aquello. Ella debía recordarse su nivel social y lo inferior que era. Ella jamás podría soñar con imposible. Eso le haría daño. 

   Y él era un imposible para ella. 

    Un hombre inalcanzable... 

   Sin embargo, sin ella saberlo, aquella noche su estrategia de conquistar su corazón inicio. Sus palabras, sus atenciones y gestos hicieron poco a poco mella en aquellos sentimientos que ella se negaba a sentir, hasta no poder evitar aquello que la razón y las palabras de su padre le prohibían a sentir por aquel caballero... 

   Aún así, fue una tarde de Febrero cuando su vida finalmente derrumbó aquella barrera y aquellos miedos que habían en ella. Ella se encontraba sentada en la plaza de un parque, contemplando aquella hermosa vista. Al mismo tiempo en que observaba, el como la brisa jugaba con los árboles mientras los pájaros cantaban y su rostro se sentía feliz por ningún motivo.  

_ ¿Puedo acompañarla?_ le preguntó aquella persona que se había acercado a ella, sin ella esperarlo realmente en aquel momento.

_ ¡Joven Graham!.... ¿Usted aquí?_ expresó entre extrañada y sorprendida.

_ No me ha respondido mi pregunta... ¿O es que acaso espera a alguien? ¿A su enamorado?

_ ¿Enamorado?... ¡No joven! ¿Cómo cree? Siéntese, y perdone mi mala educación. 

   Él se sentó aún mirándola a los ojos con una mirada que le robaban el aire y la noción del tiempo. 

_ Es imposible creer que no tenga ningún enamorado...Un ángel como usted debe tener al menos uno. Uno que se sienta en el cielo al ver sus ojos._ la miró con interés_ De seguro dejó en Irlanda a un corazón que se arrepiente el haberle perdido.

_ Me temo que no joven Graham..._ dijo al bajar la mirada un poco apenada por aquellas palabras. ¿Ella, un ángel? ¿El cielo en sus ojos?...eran palabras que le halagaban y le confundían, siendo consciente que sus ojos eran castaños y no azules como los de él.

_ No se apene por mis palabras._ dijo al levantar su quijada_. Perdone mi abuso, pero he de confesarle que este humilde servidor cada vez que observar la pureza en sus ojos, se siente en el cielo... por lo que me he de considerar un afortunado por eso.

_ Debe decírselo a todas, señor Graham._ expresó con un tono áspero, mostrándose seria ante aquella afirmación, para así evitar que él viera como sus palabras confundían más todo lo que quería sentir. Lo que quería pensar. Lo que había pensado para su vida.

_ ¿Cree eso de mí?_ él le preguntó al mirarla con más picardía y sutileza.

_ Sí._ le respondió ella, para después alejarse de él. 

   Era mejor huir, cuando aún tenía tiempo... 

LejaníaWhere stories live. Discover now