20: La fiesta

665 88 0
                                    

Al anochecer montaron a caballo Asgeir, Hakon, Eskol, Gunnar, Branagh, y Bera. Rolf se quedó a cargo del campamento, y Agnetha no quiso ir, pues sentía temor del recibimiento que les pudiera dar esa gente extraña. Intentó por todos los medios que su esposo no fuera a dicha cita, pero él insistió alegando que era algo que tenía que hacer si quería conseguir tierras.

-¿Estás dispuesto a convertirte? -le preguntó ella preocupada.

-¡Por supuesto que no! Solo quiero averiguar si puedo convencerlos de que nos vendan la tierra sin tener que llegar a eso.

-¿Tener que llegar a eso, dices? ¡Verdaderamente lo estás contemplando, Asgeir! ¡Quieres convertirte en un traidor a Odin, como aquellos hombres de Ålesund!

-¡Qué dices, mujer! ¡No!

-Preferiría que la tomemos por la fuerza, Asgeir. Es lo que hacemos, ¿no?

-Lo pensaré.

Bera había acudido a la tienda de su padre para reclamarle su actitud, pero al oír a Agnetha se detuvo: su madre pensaba lo mismo que ella. Si alguien podía convencer a Asgeir de no cometer equivocaciones era ella, su esposa.

***

Cabalgaron por la pradera en dirección este, tal como Aodhan les había indicado. Ninguno hablaba, sumergido en sus propios pensamientos, tan solo ocupados de guiar sus caballos hacia el resplandor que brillaba a lo lejos, iluminando la oscura noche. Asgeir, quizás aburrido del mutismo, se decidió a romper el silencio.

-Parece que está más lejos de lo que se ve -dijo, aburrido.

-Aún es tiempo de regresar, padre -indicó Bera, con ánimo de convencerlo.

-Iremos igual.

-No diste tu palabra, ¿o sí?

-No.

-Y usted, jarl Hakon, ¿qué opina? -Bera esperaba que su suegro tuviera algo importante por decir, que disuadiera a su padre.

-Bera, tú sabes lo que yo opino de esto, pero Asgeir piensa diferente y no creo que sea mi deber contradecirlo. Lo apoyo solo por la antigua amistad que nos une, pero antes que termine el verano navegaré a Trondheim.

-¿Gunnar?

-Yo estaré donde tú estés, esposa.

Enfurruñada, Bera obligó al caballo a apretar el trote para dejar a los hombres atrás. Al único que no había interrogado fue a Branagh. Para qué, si lo más probable era que estuviera de acuerdo con la condición de que su pueblo tendría que convertirse al cristianismo para ser aceptados en dicha tierra.

-¡Bera! -la llamó Gunnar.

-¡Nos vemos allá! -gritó ella antes de hincar los talones en Snow para que emprendiera la carrera.

***

Bera se detuvo ante un muro de piedra. Entre las penumbras iluminada solo por las antorchas distinguió a un par de centinelas apostados a ambos lados de la gran puerta de maderos que flanqueaba la entrada, pero con seguridad habría muchos más, ya que al parecer la pared era circular.

-¡¿Quién va?! -gritó uno de ellos.

-¡Soy Bera, hija del jarl Asgeir de Sognefjord! ¡Fuimos invitados por su señor!

-¡¿Dónde están los demás?!

-¡Vienen más atrás!

El centinela dudó, pero casi enseguida se escucharon los cascos de los caballos del resto de los invitados. Cuando estuvieron todos delante del portalón, los centinelas se movieron de su lugar y abrieron las puertas dobles. El que había hablado, ordenó al otro que llevara a las visitas al gran salón, mientras llamaba a otro para que se llevara los caballos.

El legado de una vikingaWhere stories live. Discover now