one-shot.

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La frente de Chuuya ardía. Llevaba toda la mañana en cama, con la cabeza a punto de explotarle por el estrés y la sobrecarga de trabajo a la que había sido expuesto en la mafia. No había sido algo pasajero, al contrario, el malestar se había instalado hábilmente en su organismo días antes, pero por estar en el desenlace de una ardua misión, había decidido dejarlo estar y resistir como acostumbraba a hacer cada vez que lo anterior sucedía. Era consciente de que estaba anteponiendo el trabajo a su propia salud, tanto física como mental, mas parecía no recapacitar en ello, ya que continuaba tropezándose con la misma piedra una y otra vez.

Una montaña de pañuelos le observaba desde la esquina de su deshecha cama, recordándole que no podría descansar por más de dos horas seguidas, ya que la agonía de ahogarse con sus propias mucosidades le harían despertar. Suspiró, realmente odiaba aquella situación.

Por suerte, algo de luz brillaba en su interior: había caído enfermo en sábado, lo que significaba que disponía de dos perfectos días para recuperarse antes de amanecer como nuevo el lunes para regresar al trabajo. Nadie de la mafia estaría al tanto de su situación, ya que él no sería tan ingenuo como para confiarle aquel bochornoso secreto a alguno de sus compañeros. Era muy sibarita con el tema de los hablarles ajenos, y, conociendo a sus camaradas, su debilidad corporal sería el blanco de bromas y chistes durante lo que restaba de mes.

El teléfono timbró desde el salón, sacándole de sus pensamientos. Ahogó un quejido, sopesando sus opciones. Por una parte, cabía la posibilidad de que fuese una llamada de encargo, es decir, una en la que le encomendaban una nueva misión pese a haber finalizado una el día anterior. Si se diese el caso, Chuuya se vería obligado a desvelar el modo en el que se encontraba, acto que trataría de evitar a toda costa. Por otro lado, podía tratarse de un llamado más neutral, quizás alguno de sus compañeros quería pedirle algo o simplemente lo invitaban a beber con ellos. Fuese cual fuese el caso, la opción más sensata era la de permanecer en cama; ya se enteraría al comienzo de la semana en caso de que fuese algo importante. Pero, como siempre, sus sentimientos ganaron a la razón, y por no tener que enterrarse en la almohada para silenciar el sonido taladrante, terminó por levantarse e ir hasta la sala en la que se encontraba el estruendoso aparato electrónico. La cabeza le daba vueltas y se vio obligado a pellizcarse el puente de la nariz con la mano izquierda mientras que, con la otra, sujetaba el teléfono, a la vez que respondía:

—¿Sí? —Cerró los ojos, a la espera de conocer la identidad de su interlocutor.

—Chuuuuuuuuuuya~ —canturreó una voz molesta, a la vez que conocida, al otro lado de la línea.

—Que te jodan.

Y colgó.

No tenía la intención de sonar grosero (a quién quería engañar, ¡claro que la tenía!), pero lo que menos le apetecía en esos momentos era tener que mediar con la exasperante personalidad del mayor detective de la Agencia. Era consciente de que volvería a llamar, una y otra vez hasta que consiguiese una buena grabación de sus gritos mañaneros...

No le iba a dar el gusto.

Avanzó con pasos vacilantes hacia la cocina, lugar donde reposaba un maravilloso arsenal de cuchillos de cocina perfectamente afilados. Cogió el que le resultó más conveniente y cortó el cable del teléfono, sin preocuparse por las consecuencias que agarrarían de la mano tal gesto. Regresó a su cama y, cubriéndose hasta arriba con la manta, dejó que su mente se relajase, deslizando a un lado las constantes preocupaciones que implicaban el tener que trabajar bajo las órdenes de un miembro de la Port Mafia...

HOLDING YOUR HAND  Soukoku Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon