14. FJORTEN

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Diana.


Mis ojos pasaron lentamente desde mi hermano hasta todos los demás que estaban sentados en esa gran mesa. Entre ellos estaban Gabriel, quien lideraba la reunión, y los otros seis arcángeles. Azrael miraba con odio a la mayoría, haciendo que algunos legionarios bajaran la mirada atemorizados por la actitud del chico gótico. A mí lado estaba Drew, quien no paraba de lanzarle miradas a Abigail, quien, por supuesto, ignoraba olímpicamente a mí gemelo con mucha facilidad.

—Deberíamos incrementar las búsquedas. Algunos de los soldados no están volviendo de las misiones —aconsejó Miguel, quien estaba sentado junto a Gabriel.

Mi padre apretó los labios, pensativo, para segundos después asentir.

Mi frente se arrugó. —No puedes enviar más soldados, van a seguir regresando pocos. Estarias enviando ángeles a su propia muerte.

Todos pusieron su mirada en mí, junto a mi Drew trago fuerte y miró a Gabriel. Los siete arcángeles me miraron algo alterados, pero no sorprendidos por mi repentina respuesta.

A su lado, estaban los dos primeros legionarios de alto rango, Abigail y otro chico llamado Greg. Este último me miró con las cejas fruncidas, para luego lanzar un bufido que hizo que Abby lo mirara fastidiada.

Tal parecía que ambos rubios no se llevaban para nada bien.

—¿Y tú qué sabes de ello, princesa? —murmuró obviamente tratando de que perdiera mi compostura y Gabriel me regañara. Drew arqueo las cejas y respondió por mi:

—Están experimentando con ángeles, Greg. Eso debería servirte de respuesta. —Eso no pareció satisfacer al rubio, por lo que miro a mi gemelo con odio.

—¿Y porqué no van ustedes dos a la misión?

Antes siquiera de que pudiera responder, el aire se volvió más denso y todos se callaron al instante. Por las puertas había entrado Adonai. Instintivamente, todos nos levantamos de nuestros asientos y esperamos a que el Rey llegara hasta donde estaban Gabriel y Miguel sentados.

—Pueden sentarse. Vaya, que lindo día hace. ¿Por qué todos están tan tensos? —preguntó calmadamente.

Aún se me hacía difícil creer que ese chico, que podía tener unos cinco años menos que yo, era el Gran Yo Soy. Sabía que era una imagen falsa, nadie sabía cómo en realidad se veía.

—Señor, hay alguien raptando ángeles y niños. No sabemos quién sea, ni por qué lo hace —mi padre miró al Rey, esperando por su respuesta.

—Envía a la primera legión, sólo unos cuantos. Si siguen raptando más de los nuestros, podremos saber....

Un silbido resonó en la sala y todos miraron como una flecha pasó directamente hasta uno de los legionarios de Abby, quien rápidamente se la sacó del brazo. Este miró a su jefa, quien se acercó para revisar su herida, pero antes de que pudieran salir de ahí, él chico me miró y de su boca salió la voz más espantosa que pude imaginar:

—La princesa debe ser mía —avanzó hacia mí apartando de un manotazo a Abigail, quien miró a Uriel tratando de transmitirle una señal. Como un rayo el arcángel fue a parar frente a mí, impidiéndole el paso al legionario.

Pude escuchar a mis espaldas como Gabriel le decía a Miguel que sacarán al Rey mientras todos los demás ángeles, alrededor de unos treinta, luchaban contra el legionario infectado.

Su comportamiento y aspecto me recordó a Jules cuando se transformaba. Ojos negros, piel oscura y cuernos. Unos largos y horribles cuernos.

—Obtener a la princesa. La princesa debe ser mía —repetía cada paso que daba mientras luchaba con los ángeles. Uriel y Sariel colocaron escudos para impedir que llegase hasta donde estaba.

Paraíso (Celestial 2#) ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora