Capítulo 9.

673 44 2
                                    

¡Hola, queridos lectores! Me gustan vuestros comentarios, ¿os dije ya? En serio, sigan así (; Aquí, señores y señoras (?), les dejo el noveno capítulo. Oh... ¡9 ya! Yo tampoco quiero que termine, ¿eh? Voten y comenten.

Besos, Marina.

***

-Cuando te miro veo a ese niño de tres años, ilusionado con su primera moto.

¿Qué ha quedado de él? No me atrevo a preguntar.

-Ahora ya no.

¿Por qué ya no?

***

-Marina...

Abro los ojos de par en par, y, por inercia, cierro los puños, como si acabase de despertar de una pesadilla. ¿Lo era? Marc llorando...

-Deja de darme estos sustos... por favor. -Susurra.

Está sentado a mi lado, en su cama, y yo tendida en ella. Es muy cómoda, y... la almohada. La almohada huele a él, a mi noventa y... ¿cuatro? No, no, a mi noventa y tres.

-Me recuerdas, ¿verdad? Dime que sí, da alguna señal.

¿Por qué pensé noventa y cuatro?

-"Fue antes de desmayarte". -Me recuerda una vocecilla.

Oh... otra vez... Marc.

-Lo siento. -Murmuro con un hilo de voz.

Él me abraza, y deja caer su peso sobre mí. Me asfixia.

-Marc... -Me quejo, y él se aparta rápidamente.

-Lo siento. -Murmura ahora él.

¿Tengo que desmayarme para darme cuenta de que verdaderamente le importo?

-¿Quién era? -Me atrvo a preguntar, y me arrepiento al instante. ¿De verdad quiero saberlo?-. La chica. -Añado.

Marc aparta la mirada de mí, y la dirige a no sé donde, para rehuirme. Intento levantarme, quedarme sentada, pero siento una gran presión en el pecho. Vuelve a estar ahí, presente, esa sensación de impotencia.

-Marc... -Susurro, pero él no me mira.

¿Cree que le estoy forzando a hablar? Por Dios... no puedo respirar.

-Por favor, Marc... no puedo respirar.

Siempre he sido asmática, desde pequeña. Al principio solo era de vez en cuando, pero fue a peor. Jamás he tenido que estar ingresada, hasta que sucedió el "incidente". Cada vez que me pongo nerviosa, o me agobio, algo que no puedo ver, ni controlar, me oprime el pecho, incapacitándome, no dejándome respirar.

-Dios mío. No... ¡Marina!

-No grites... por favor. No... enterarse. No... -Voy perdiendo el sentido, todos los sentidos-. En...

Me besa. Mis mejillas, que antes estaban pálidas, blanquecinas, cogen color, ¡y no solo eso! Después de tanto tiempo, ¡qué digo! Con él siempre me sonrojo, pero lo echaba de menos. No es un beso en toda su esencia, sino una escusa, supongo. Es como si volviese de la muerte... Puedo respirar gracias a su aire, a su aliento... quizás no hay mejor forma de respirar. Sus labios están calientes, y los míos helados. Fuego helado; hielo incandescente.

-En el bolsillo... -Consigo pronunciar, y me gusta más esta forma de quedarme sin aliento. A ésta si podría acostumbrarme.

Marc saca de mi bolsillo un aparatito, que es el único que consigue hacerme respirar, hasta que llegó él. Le doy dos caladas, y sé que después me las va a devolver, pues unos de sus efectos secundarios es la taquicardia.

-¿Estás mejor? -Susurra, y su cara está a varios centímetros de la mía.

Tengo la necesidad de decir que sí, que no pasa nada. Odio que la gente se preocupe por mí, pero eso significa que le importo, ¿no? A él.

-Andrea es una vieja amiga.

Andrea... así que ese es su nombre.

-Nunca llegamos a nada serio. -Hace una pausa-. Unos besos, nada más. Decidimos olvidarlo y seguir siendo amigos.

-Está claro que ella quiere algo más que una amistad. -Musito.

-"¡Estás celosa!".

¡No!

-Me pilló de improvisto. -Añade, y le creo-. Soy un hombre de palabra, Marina. Mi corazón sigue siendo tuyo, de algún modo. -Su tono pasa a... ¿divertido?

Coge una de mis manos y la pone sobre su pecho, en la parte izquierda. Noto su corazón... con el pulso acelerado, como el mío.

-Técnicamente el corazón está aquí y me pertenece, pero... -Hace una pausa, porque he empezado a reír-. Es una excepción. -Termina, y ríe él también.

El eco de una risa sustituye a la otra. ¿Cuánto tiempo llevamos aquí? No me importa.

-¿Desde cuándo conoces a Maverick?

¿Qué? ¿A qué viene esa pregunta?

-Lo conocí esta mañana. -Murmuro.

-Y te invita a comer.

Un momento...

-Tú lo hiciste al día siguiente de conocernos. -Replico.

Se queda callado, con el semblante serio. ¿Está celoso?

-¿Ya no me pertenece tu corazón? -Pregunto en voz baja, y deja al descubierto sus blancos dientes, formando una sonrisa-. Estás celoso, Márquez. -Añado.

Me mira con una ceja alzada, pero no ha perdido la sonrisa.

-¿Quién es? -Imita mi voz.

Suelto ahora una carcajada más alta, y recurro al viejo truco del almohadazo en la cara, pero él me lo para.

-Eres una antigua... -Dice sacando la lengua-. ¿Voy a tener que pedirle permiso a tu padre para que me deje estar contigo?

Dios mío. ¡Salir conmigo!

-Eh, ¿y esa cara? -Y su almohadazo me da de lleno.

Caigo de de espaldas en el colchón, y él se pone encima mía, con la almohada entre las manos.

-¿Unas últimas palabras? -Pregunta.

Vuelvo a reír estruendamente. Es como tener a un dos en uno. Es mi mejor amigo, y mi novio. ¿Es mi novio? Quiere serlo, y yo quiero que su corazón me siga perteneciendo.

-¡Gas! -Digo entre risas, y sé que le he hecho reír.

Está tan guapo cuando se ríe... Bueno, está guapo las 24 horas del día, pero hoy más. Mucho más. Estiro una mano hacia él, y deja la almohada a un lado. Me reincorporo, quedando frente a él, y consigo colocar la mano en su pecho, de nuevo. Abrocho primero un botón, y luego los otros. Me mira atentamente. Luego le coloco bien la corbata, y sin querer mi mano roza su mano. Piel con piel. Un escalofrío recorre mi espina dorsal.

-¿Lo has notado? -Susurra.

-Como la primera vez. -Susurro también, y sé que esto no puede acabar de otra manera.

Nos besamos.

Noventa y... ¿cuatro? | Marc Márquez.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora