Los primeros rayos de luz acariciaban el rostro de Theodore, quien se encontraba en el jardín trasero con su abuela.
El pequeño de la familia estaba cansado y es que en las últimas semanas no había podido pegar ojo por los duros entrenamientos para controlar la climomagia.Desde que su madre murió, Willa Lacey Nott se había instalado en la casa de manera permanente. El padre tuvo que avisar a su hijo y a sus elfos domésticos para que estuvieran preparados para la pequeña guerra que tendrían en su hogar continuamente. Todos sabían que iba a cambiar la forma de vivir, pues aunque por fuera parecía una mujer muy dulce, con su familia no dejaba de ser estricta y hasta cruel.
Theodore recuerda perfectamente el día que llegó, cargada de maletas y un gato arisco en una cesta. Tras llamar a la puerta, un elfo doméstico la abrió. Su abuela dejó todas las maletas a un lado y, como el pequeño de la familia también fue a dar la bienvenida, le dió la cesta con el gato. El gato no paraba de moverse de un lado a otro y estuvo a punto de dejarlo caer. El niño, miró a su abuela y abrió la boca para hablar.-Debes aprender a comportarte. Hacer lo que se te manda. No puedes seguir así.
Le dijo antes de poder pronunciar palabra. La mirada de la mayor era dura y su mano acariciaba la varita con una sonrisa siniestra sobre sus labios. Theodore sabía lo que pasaría si no se callaba.
Al final, el pequeño siguió a los elfos domésticos y los ayudó con todas las maletas y el gato; mientras, su abuela iba hasta la cocina, donde el padre sujetaba una taza de café con fuerza e impotencia.Los primeros meses con ella fueron tranquilos pero agónicos y estresantes. Nadie hablaba sin su permiso y el pequeño no tocaba el piano tanto como antes, un hecho que le entristecía enormemente. Se habían visto privados de la libertad con la que anteriormente vivían y hasta el edificio parecía notar el estrés con el que todos lidiaban por satisfacer los deseos de la anciana. Un error, un solo error y todo se convertiría en un infierno. Un infierno que Theodore pronto conocería.
Una tarde, mientras le dejaba tocar el piano, su abuela se acercó hasta él y posó su huesuda mano sobre el hombro. Theodore dejó de tocar las teclas sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo.
-Dentro de poco asistirás a la escuela. A lo mejor deberías ir a Durmstrang, ¿No crees Robert?
-No se yo, Hogwarts es, a mí parecer, mejor.
-En Hogwarts solo hay blandengues. Theodore se tiene que hacer un hombre.
-Yo...-Theodore hablaba muy bajo pero aún así lo escucharon- Quiero ir a Hogwarts.
-Lo que tu quieras no importa, mocoso -la abuela fue tajante. Miró fijamente al pequeño y éste volvió a tocar el piano.
-¡Madre! ¡Te prohíbo que hables así a Theodore!
-¿O si no qué? ¿Me vas a atacar? ¿Una rata cobarde como tú?
En la sala, de golpe, reinó el silencio. Robert apretaba los nudillos, su hijo, dejó el piano y se giró, aún sentado en la banqueta
Una risa victoriosa inundó la sala silenciosa mientras se alzaba, cada vez más fuerte. La abuela los miraba mientras reía.
El pequeño de la familia no aguantó más. Sentía dolor e ira. Miró a su abuela, que lo observaba con prepotencia. Su cuerpo reaccionó por instinto a medida que sentía la energía crecer en su interior. Sin saber que hacía, alzó la diestra y con los dedos bien estirados apuntó hacia la anciana justo en el momento en el cual, de la palma, nació un gran chorro que impactó directamente en la mujer. Ésta, al no esperarlo, cayó con la suerte de que estaba el sillón detrás. La risa había acabado pero su rostro mostraba otras emociones. Estaba atónita al ver lo que su nieto hacía y enfadada por haberla atacado de aquella manera. El agua cesó rápido, en cuanto Theodore se dio cuenta de lo que había hecho. Su abuela se levantó del sillón, estaba empapada y le dolía el pecho ya que fue donde impactó el agua. Agarró su varita e intentó atacar al pequeño.
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Theodore Nott
Adventure"No se sabe cuánto tiempo había pasado desde que dijo lo último hasta que pareció que iba a volver hablar. Theodore, desesperado, ya se iba a marchar pero el carraspeo proveniente de la celda hizo que alzará la vista de nuevo. -Una gran mentira...