La Regadera

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Therese estaba a punto de ir a una entrevista de trabajo, las últimas tres semanas se la pasó modificando una y otra vez las maquetas que iba a exponer en dicha cita. Había rechazado más de dos veces la invitación de Carol hacia la intimidad provocando que ambas intercambiaran palabras casi ocasionalmente. Aird no quería incomodar a Therese más de lo que creía ya había hecho y la mujer más joven estaba tan preocupada de que su trabajo no le resultara perfecto que no se dio cuenta de la falta de contacto con Carol.

Se había olvidado de despedirse, volvió a subir las escaleras y escuchó desde afuera el sonido del agua tronar contra el suelo, Carol se estaba bañando y su ropa estaba recién doblada sobre la cama. Therese se quedó quieta, sin poder dar un paso atrás, se le hacía tarde, pero no le importó. Su corazón lanzó un nudo a su garganta y de pronto le entraron unas ganas de llorar inmensas. Caminó dentro del cuarto, guiada por una capsula de luces y recuerdos, sus ojos se volvieron tristes cuando descubrió la falta que su mujer le había hecho todo ese tiempo. Sus manos temblaban de ansiedad y trazos de miedo, no había abrazado a Carol desde quién sabe cuánto, sin poder recordar cuándo fue que la miró a los ojos por última vez, tomó una de las prendas y la llevó a su nariz; en ella encontró todo el aroma de Carol que pronto la invadió de emociones eléctricas de la misma forma en que sucedió cuando estaban de viaje en Waterloo.

Apretó los ojos al momento de que un quejido le vibró en la garganta. – Carol... Carol... –Therese dejó rápido la prenda sobre la colcha blanca, sin saber cómo, ya estaba abriendo la puerta de la ducha, tiró al suelo su abrigo y sin esperar cualquier reacción de su mujer, entró a la regadera para abrazar el cuerpo desnudo y húmedo de Carol. – Lo siento, lo siento, he sido una estúpida. – Su rostro estaba recargado sobre el pecho rubio y en sus mejillas no había abasto con la sal líquida que escurría y se confundía con el chorro de la regadera y las burbujas de jabón que resbalaban.

Poder Pagar el Precio de la SalWhere stories live. Discover now