Lunes

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Bostezó, ya eran las doce de la mañana y el sol estaba pegando duro a los jardines, allá afuera. Dentro del salón, estaba fresco, gracias a que pagaron todos por su ventilador propio, cuidado por turnos para cada alumno. En eso se entretenía el rubio, esperando que se acabara la clase, en ver al ventilador moverse de izquierda a derecha, refrescándolos a todos por unos segundos.

Sus ojos se fueron a Sasuke cuando el aire le alcanzó, moviendo su cabello un poco, sonrió imaginando un comercial de shampoo y Sasuke presumiendo su cabellera ideal. Estiró su cuerpo, acomodando los huesos de su espalda y alzó ambas manos para luego esconderlas detrás de su cabeza y asentir fingiendo comprender a qué se referían con esos números en cálculo.

Bostezó de nuevo y acercó el rostro lo más que pudo a la fila de su izquierda, un asiento adelante del suyo, donde Sasuke mantenía la pluma en sus dedos, agudizó la vista para ver la hora en su reloj, inclinando la cabeza un poco. Sonrió complacido y se acomodó mejor en su silla.

La alarma sonó y anotó la tarea que le dejaron con prisa, para luego salir corriendo de ahí, tenía tanta sed, iría a comprar algo frío y luego buscaría a Sasuke para molestarlo como siempre.

En su camino de regreso, con su jugo en la mano y un trago del mismo aun en su boca, sintió un jalón de su camisa. Se giró y bajó la cabeza un poco, reconociéndole al instante.

-Konohamaru, ¿qué cuentas enano?

-¡Deja de decirme así! –le dio un golpe con la mano que el rubio le detuvo sin problemas. –Hago uso de mi cupón de hermano mayor.

-¿Ah?

-Hay un problema, te necesito.

-¿A quién debo golpear? Estoy listo, dattebayo.

-¡No, idiota violento! Es otra cosa. –lo jaló del brazo unos segundos.

No faltó más, le siguió hasta el jardín, en una zona donde usualmente se reunían los de primero, caso de Konohamaru, que de alguna manera era como un familiar ya, conociéndole desde pequeñito y adoptándolo como su hermano menor y compañero de travesuras.

Ahí encontró a un grupito más, notando sus edades, se dio cuenta de lo mucho que él mismo había crecido; este grupito parecía interesado en algo en el centro, era una niña que lloraba abrazando su mochila.

-¿Qué pasó, dattebayo?

-Muévanse... Kaede... -le cambió el tono para acercarse con cautela a la chiquilla que solo asomó su rostro un poco. –Él es mi hermano, Naruto.

-Hola, dattebayo. –le saludó amigable.

-Él nos puede ayudar. –le aseguró.

-¿A qué? –estaba confundido.

-Verás... Kaede está en mi equipo en una clase de biología. –Inició la explicación, incluyendo a la chica que aun sollozaba abochornada. –Estábamos exponiendo hoy un tema, todo iba bien hasta que llegó el turno de ella...

-¿Ah, sí?

-Kaede... dile... -Moegi, una amiga que ya conocía el rubio, interfirió. Pero recibió una negativa con la cabeza además de otro llanto silencioso.

-Bueno, el punto es que se puso nerviosa, estaba temblando, se puso pálida y comenzó a llorar, luego sintió náuseas y corrió a vomitar.

-Oh, eso pasa a veces. –comentó con una risilla tranquila mientras los veía confundidos. –Solo estabas nerviosa. –le ofreció el comentario a la chiquilla.

-Bueno, el maestro nos dio la oportunidad de que mañana terminara ella la exposición, su parte, el problema es...

-... No quiero hacerlo. –por fin habló la niña víctima de la fobia.

Proyecto de vidaWhere stories live. Discover now