Capítulo 27

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*NARRA ALESSANDRA*

Camino por los pasillos de la mansión, aburrida, en busca de Anaï. No me dejan salir de aquí, y tampoco he podido llamar a Aimé. Los Montesco siguen comportándose muy amables, pero tienen demasiadas reglas. Solamente puedo entretenerme un rato cuando esta Anaï, es un poco pesada pero bueno. Ella solo habla de ropa, joyas y demás cosas que se quiere comprar. Normalmente, puedo salir con ella al jardín. Porque sola no me dejan, creen que me va a pasar algo.

Por otro lado, mi cachito de cielo parece que ha crecido. Ha pasado dos meses, y mi vientre está ligeramente abultado. Las revisiones las realiza un doctor, aquí dentro de esta misma mansión. Pero es algo antipático, y su trato no es el mejor. No me ha dejado escuchar su corazón, según él eso solo lo puede escuchar un experto.

Me paro frente a la habitación de Anaï, e iba a golpesr a la puerta pero la escucho hablar sobre mí.

-Alessandra es una niña tonta, Tommaso. Ni siquiera se ha dado cuenta, de todas las mentiras que le hemos dicho-habla ella.

-¿Y de la droga?

-Tampoco madre, se toma los vasos de leche enteritos y luego cae rendida. Pobre ilusa, en cuanto nazca la criatura la mataremos.

-Pero antes, ¿me dejaréis disfrutarla?

-¿Para qué quieres hacerlo con ella? Sólo es un cacho de carne inservible, seguro que te pega algo. Antes debemos de conseguir la firma de Adriano, para poder vender el relicario.

Tapo mi boca del asombro, y corro hacia mi habitación en cuanto la escucho levantarse. Me apoyo en mi cama, tratando de mostrarme normal, y abro uno de los libros. Ella no tarda en tocar a mi puerta, y asomarse tan amable.

-Aless, querida. ¿Estás aburrida?

-En realidad, estaba leyendo un libro.

-Bah, deja eso y vamos a dar una vuelta por el jardín.

Ella me toma fuertemente por el brazo, y me arrastra fuera de la habitación. Por su bolsillo trasero, observo su teléfono casi fuera. Podría tratar de cogerlo después, para llamar a Aimé. Ambas damos una vuelta por el jardín, mientras me cuenta cosas sobre ropa. Al elevar mi mirada hacia las ventanas, veo a Tommaso mirarme lujurioso. "¿Me dejaréis disfrutarla?" El miedo recorre todo mi sistema, y ando rápidamente hacia la casa. Subo hacia mi habitación, y cierro la puerta.

-Alessandra, ¿estás bien?-pregunta Anaï, entrando a la habitación, haciéndome creer que está preocupada.

-Sí, solo me encuentro un poco mal. Extraño algunas cosas.

-Oh querida, aquí estarás mejor. Ya lo verás-ella me da un abrazo fuerte, y yo aprovecho para agarrar su móvil. Lo escondo en la manga de mi sudadera, y me separo tratando de mostrar normalidad.-Escucha, nosotros nos vamos a ir a una gala. Deberás quedarte sola por unas horas, pero tranquila que los guardias estarán rondando por aquí.

Asiento con la cabeza, y me despido de ella. Cuando cierra la puerta de la habitación, escondo el teléfono en el fondo del armario, y rezo para que Aimé coja luego el teléfono.

Tras una hora, la puerta se vuelve a abrir, el mayor de los Montesco me avisa que se van y yo asiento con la cabeza. Observo por la ventana, el coche perderse por la oscuridad, y corro hacia la habitación de Aimé. Debo de encontrar primero, el relicario. Hurgo entre su armario, y lo encuentro al fondo envuelto en un pañuelo. Al abrirlo, veo una foto de Ángelo y Alexis. Lo que hace que mi corazón se encoja, y suelte algunas lágrimas. Lo escondo en mi bolsillo, y vuelvo corriendo hacia mi habitación. Tomo el teléfono, el número de Aimé, y me escondo en el baño. Marco el número, y espero mientras escucho el monótono tono.

Mi Ángel De La Guarda Where stories live. Discover now