C a p í t u l o C u a r e n t a Y C i n c o (2)

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Febrero 21, 2018]
 
 
En lo personal, considero que este día llegó más rápido de lo esperado.
 
El último día del viaje de egresados.
 
Sé que no soy la única nerviosa, con las manos sudorosas y mirando todo a su alrededor temiendo que nada de esto sea real.  Como si los últimos tres años esperando este momento, hubiesen transcurrido a la velocidad de un flash, tan rápido, que produce una sensación pronta.
 
Vamos a graduarnos en menos de seis meses.
 
—¿Carlee? —dirijo mi mirada a Klara—. ¿Estás?
 
—Si, estoy justo aquí.
 
Ambas seguimos el camino a través de un precioso y enorme jardín. No somos las únicas, hay más estudiantes siguiendo nuestra dirección con sus vestidos de marca, zapatos bonitos y joyería costosa. Todos hablan, ríen y algunos sollozan. Incluso en más de una ocasión termino en la fotografía de alguien más, porque lo único que llueven son “clic” de las cámaras.
 
—Vaya… de verdad vamos a graduarnos este año —ni siquiera me doy cuenta del momento en que estoy balbuceando hasta que tengo ese par de ojos miel sobre mí—. Lo siento, yo… creo que estoy comprendiéndolo hasta este instante, ya sabes, lo que realmente viene después.
 
Como la universidad, la vida de adulto, la verdadera vida de adulto y no ese patético intento en el que lavo mi ropa dos veces por mes hasta que lo olvido y después aparece en mi armario mágicamente. Estamos a meses de dejar de ser niños de preparatoria. Santo cielo, iré a la universidad, Davy irá y Colin… ¿de verdad no tendremos otra fiesta escolar de Halloween? ¿no nos encontraremos en el jardín principal, en esa banca vieja, el próximo septiembre? ¿no más almuerzos en los comedores, ni uniformes, ni lockers?
 
—Lo estoy pensando también —su sonrisa es débil, nostálgica—. Dicen que las amistades de secundaria no duran mucho, y yo no tengo un amigo tan cercano como lo son Davy y tú. Ya me estoy preguntando a cuántos perderé después de Julio —quiero intervenir por ese pensamiento tan triste, pero ella me lo impide—. Espera, no digas nada. Es mejor no hablar de eso… ¡Jesucristo! Tenemos esta noche, y estos maquillajes fenomenales que no vale la pena arruinar.
 
Le doy una sonrisa pequeña.
 
—Debo darte crédito por el mío.
 
—Nada de eso —como es de costumbre los últimos días, ella entrelaza nuestro brazos—. El maquillaje es bueno, pero quién lo usa lo es todo.
 
Su mano hace un gesto hacia mi vestido azul, bastante normal, nada vulgar, o con cortes que pudiesen causarle un infarto a Jackson. La parte de arriba va ceñida a mi pecho, dejando un escote decente, que finaliza al inicio de una única manga sobre mí hombro derecho. La falda del vestido es holgada, cómoda y sencilla. Lo que a Klara le pareció gracioso es el estilo similar de nuestros vestidos, únicamente con la diferencia en que el suyo es blanco y sin mangas.
 
Sé que estamos cerca de llegar cuando en un punto cercano el camino comienza a iluminarse por pequeños faroles enterrados en el suelo. Es cuestión de pasos para alcanzar el salón de la fiesta; el enorme y brillante salón. Lo digo de manera literal. Con esas luces colgando de las ramas de los árboles, y otras cayendo del techo en cascada, y paredes blancas en contraste con la noche, casi da le impresión de que la infraestructura brilla.
 
—Madre mía —exclama Klara, en un gritito contenido—. Carlee, pellízcame. Necesito saber que esto es real, y no que sigo teniendo estos sueños a los quince años.  
 
—Klara, es muy real —suelto una risita por esa emoción—. Vamos, busquemos a los demás, quiero ver a Davy chillar con ese mismo entusiasmo e incredulidad.
 
Ella me responde con una carcajada temblorosa en compañía de un asentamiento. Aún con su brazo unido al mío, hacemos ademán de seguir caminando hasta esa entrada decorada. Pero antes de que pueda avanzar medio metro, ella se detiene obligándome a hacerlo.
 
—¿No es ese Colin? —menciona en dirección contraria, cuando le pregunto si sucede algo—. El que habla por teléfono, justo allá.
 
Sigo su dedo hacia unos arbustos con más lucecitas. En efecto, allí está Colin. Puedo reconocer ese perfil con sólo tocarlo, hacerlo a unos buenos metros con los ojos en rendijas no es realmente misión imposible. Lo contemplo a él, patear alguna piedrita mientras mantiene una mano en el bolsillo, y la otra contra su oreja sostenido el teléfono.
 
—Es él —me muerdo el labio, suprimiendo un suspiro—. Klara, ¿podrías adelantarte e ir buscando a los otros dos?
 
Ella me mira con picardía, soltando el agarre.
 
—Bien. ¿Pero de verdad van a regresar o terminarán escabulléndose como los demás piensan hacerlo? —no me permite responder—. Sólo te pediré que no profanes mi cama, aún me queda una noche allí.
 
—Que graciosa —ruedo los ojos—. Nos vemos adentro… el único lugar al que iremos.
 
La escucho carcajear incluso sobre el bullicio en tanto se aleja hacia el salón y yo hacía los arbustos. Caminar no es muy sencillo con personas aquí y personas allá, todos queriendo fotografiarse hasta con el portero de chaleco rojo. Malas miradas es lo que recibo con tantas fotos interrumpidas por mí, accidentalmente.
 
Alcanzo a Colin después de atravesar esa multitud peligrosa. Como no repara mi llegada, me hago notar:
 
—No pongo en dudas que hay más privacidad allí adentro en la fiesta que aquí.
 
Él da un respingo, patidifuso de escucharme tan repentinamente. Y, tal vez estaría riendo por ello, de no ser por esos ojos marrones expresivos y luminosos haciendo una meticulosa evaluación desde mis zapatos de tacón soportable, hasta mi cabeza. Una sonrisa se despliega en su boca, pequeña pero evidente, mientras intenta prestar atención a la llamada.
 
—Lo siento, mamá, pero no tenía idea… ¿De verdad?... ¿Por qué todo en casa se vuelve un desastre en mi ausencia?… No puedo tomarme un descanso de ser el hermano mayor, en serio… Oye, oye, cálmate un poco. Prometo que en cuanto llegue mañana voy a hablar con ellos… Debiste quedarte sólo conmigo, ¿si ves?… ¡Sólo digo! —en todo momento mantiene sus ojos en mí—. Está bien, te amo… Si, si, nos vemos.  
 
El móvil se pierde en su bolsillo, después de un segundo. Casi quiero sonreír ante ese gesto que provoca el segundo recorrido que hace en mí.
 
—Entonces —extiendo los brazos—, ¿crees que me veo bien?
 
—Carlee, tú… estás, simplemente guao.
 
Me río nerviosamente.
 
—Voy a tomar eso como un cumplido —entrelazo mis manos, recordándome como respirar al verlo con ese intento formal de traje negro, sin corbata y tenis blancos—. Tú también te ves muy… huh, ¿guao?
 
Él baja la mirada para verse torpemente. Luego vuelve a mí, y sonríe.
 
—¿Cumplí  tus expectativas?
 
—¿Alguna vez no lo has hecho, niño bonito?
 
Su cabeza se ladea.
 
—¿Quiere eso decir que soy el chico perfecto para ti, razón por la que me quieres de manera desenfrenada?
 
Maldita sea, me encanta.
 
—Acabas de decir puras verdades.
 
Esa risa baja, profunda y que sacude sus hombros suena en el aire antes de que sea su mano la que tome la mía y corte la distancia. Está vez camino junto a él hacía el salón, no soy víctima de tropezones y empujes, pues su cuerpo me cubre en el trayecto corto.
 
—Car, ¿has hablado con Odette recientemente? —me pregunta de pronto, deteniéndose para recibir dos bebidas con cero alcohol del portero.
 
—Un poco, compartimos mensajes mientras me vestía, pero luego recibí una llamada de Jackson. ¿Por qué?
 
Recibo la bebida en una copa de color púrpura.
 
—Crysti me escribió hace como una hora —dice él—. Estaba furiosa, y la conoces lo suficiente para saber que ella no se enoja fácilmente. En medio de palabras mal escritas y confusas, mencionó algo sobre Casper siendo un auténtico idiota con Odette —su entrecejo se frunce—. A mamá no le gusta que discutan, son insoportables, ambos.
 
Me doy cuenta que la fiesta aquí ya comenzó. Cómo lo supuse, adentro hay quizá sólo un puñado de personas en comparación al exterior. Lo cual no es preocupante, este salón es lo suficientemente amplio, además de decorado sofisticadamente, para albergar a la masa humana de Bowell sin temer a morir aplastado.
 
—¿Y sabes que fue lo que pasó? —pregunto—. Odette no mencionó nada en los mensajes.
 
—No, no lo sé.
 
Mi curiosidad da un estirón. Sé que Odette y Casper tienen diferencias, pero en todo este tiempo no he presenciado una pelea real entre ellos. A veces indirectas, otras comentarios levemente insultantes, algunas miradas de fastidio. Me pone a pensar que habrá dicho Casper sobre ella, el sujeto que parece imperturbable, que haya molestado a Crystal, la chica más dulce. Y, ¿cómo encaja Odette allí?
 
—¿Eso te pone de mal humor? —inquiero cuidadosamente, notando ese pliegue que no desaparece en su frente.
 
—¿Cómo dices?
 
—Ser el hermano mayor que no puede tomarse un par de días de descanso… o algo así le dijiste a tu mamá.
 
Una sonrisita se estira en las comisuras de sus labios, relajándole el gesto.
 
—Por supuesto que no —tira de mi mano hasta que puede sostenerme de la cintura—. Estoy aquí para estar contigo. Sin hermanos, sin discusiones, sin problemas. Sólo tú y yo.
 
Colin deja un beso suave y delicado en el dorso de mi mano que me embelesa. Luego nos estamos encaminando hasta el otro lado del salón, dónde vemos a Davy, Jiro y Klara, cerca de la larga mesa con un hilera de postres, aperitivos y bebidas servidas en copas que sujetos uniformados como meseros se encargan de rellenar. Ellos sólo están allí, mirando a unos pocos sacudirse al ritmo de la música que toca la banda en vivo. No nos notan llegar hasta que estamos de frente, siendo Davy el primero en poner sus ojos en mí.
 
—Jesucristo… —balbucea, con esos enormes ojos verdes desbordando de adoración al verme, y es un gesto tan natural, que no puedo evitar ruborizarme—. Pero si es mi Carlota… en vestido y… y unos putos zapatos de tacón.
 
Mi mano suelta la de Colin cuando él me alcanza en un abrazo eufórico. No me queda de otra que envolver su cuerpo cubierto por un traje despampanante, a cuadros y con una camisa de cuello alto oscura. Tan sofisticado como puede serlo él.
 
—Te ves tan preciosa —vuelve a hablar.
 
—Si, bueno, no tanto como tú —gesticulo hacía ese atuendo fascinante—. Cómo tu mejor amiga, tengo el derecho de hacerte saber que esta noche vas a robarle el aliento de cada ser viviente.
 
Davy deja ir una risita.
 
—Te lo agradezco, bebé, sabes tú opinión es valiosa para mí. Sólo que esta noche no vengo con esas intenciones. 
 
—Ah, ¿no?
 
—Por supuestísimo que no —responde—. Esta noche la aparté única y exclusivamente para estar con mis amigos.
 
Tal como dijo, es cuestión de que la banda anuncie una canción para que tome la mano de Klara y la arrastre hasta la pista de baile. Davy tiene un talento indiscutible para moverse, de por sí su presencia entera es atrapante, como si fuese imposible entrar al mismo lugar que él y no verlo, imagínate ahora con ese sujeto bailando en la mitad de la pista, ojos es lo que hay sobre él, como los de Ester, por ejemplo, que no le quita la mirada de halcón. Y no es que la culpe, sólo el cielo sabrá lo que Davy hizo para que cambiara de habitación conmigo.
 
—¿Qué estás viendo?
 
Los labios de Colin me rozan la mejilla en un movimiento sutil mientras bailamos. Ni siquiera sé cómo logró convencerme de hacerlo, es como si no recordara que mi coordinación cuerpo-cerebro es considerada inexistente.
 
—Sólo a Ester comiéndose a Davy con los ojos y odiándolo al mismo tiempo por no aceptar bailar con ella… y a Jiro meneándose con  Shanna Adams, que sorpresa —aflojo mi agarre hasta que son mis manos las que se posan sobre sus hombros—. Huh, y ahora a Cooper poniéndome los pelos de punta.
 
Con la sola mención de ese nombre, lo siento tensionarse y retroceder en un gesto sobreprotector.
 
—¿Qué está haciendo?
 
—¿El idiota neandertal? —señalo con mi pulgar, siendo discreta—. No mucho, sólo está escuchando a Ester, tal vez, quejarse de Davy. Los escalofríos son normales cada vez que veo su estúpida cara, es como el efecto Cooper.
 
En ese instante, el sujeto voltea en nuestra dirección como si sintiese la atención. Maldita sea. Sé que se trata de los momentos desagradables que lamentablemente protagonicé junto a él, cuando me estremezco ante el guiño de ese ojo que aún quiero sacar con un tenedor.
 
—Imbécil —masculla Colin—. Cuánto me gustaría poder…
 
—¿Intentar darle una paliza? —completo por él, buscando relajarme—. Porque, déjame pensar, ¿cómo fue que terminó eso la vez antes de la última?
 
Su cabeza se voltea hacia mí con incredulidad. No me contengo de sonreír, simplemente no puedo evitarlo al verlo.  
 
—Eso fue muy cruel, incluso para ti, descorazonada —masculla.
 
—¿Qué? Por supuesto que no —expreso, tirando de sus hombros para que vuelva a bailar conmigo—. A mí me pareció muy lindo salvarte de una pelea, niño bonito. Fue muy… romántico, deberíamos repetirlo.
 
Sus ojos se hacen rendijas, pero no se niega al cambio de música lento. Con las manos en mis caderas, comienza a guiarme.
 
—Eres una presumida —acusa divertidamente—. Tienes suerte de que ser salvado por ti me gustara tanto. Verte darle una patada a Cooper disparó mi enamoramiento por ti, ¿sabías?
 
Arqueo las cejas en una innegable sorpresa.
 
—¿Lo dices de verdad?
 
—Muy de verdad.
 
Vaya, saber eso es… es interesante.
 
—Entonces te gusta verme darle palizas a las personas —ladeo la cabeza, provocando que mi cabello caiga sobre mí hombro—. Tienes unos gustos raros, niño bonito.
 
—Yo diría, más bien, auténticos.
 
Y ahí está de nuevo. Esa mirada pícara, seductora, sobre mí. Me hace perder el aliento, me hace pensar en mil formas de escabullirnos, me hace desear ser sólo él y yo. De alguna manera, me parece inquietante, como algo que quieres explorar, conocer… experimentar.
 
—Eres ridículamente, lindo cuando te lo propones —tengo que aclararme la garganta, rogando que mí pulso sólo retumbe en mis  oídos—. Colin, quiero sigas siendo este tipo lindo y me saques de aquí. Tengo tacones, y muero de sed… por favor.
 
Pese a que adoro la cercanía, verlo bailar, y que su presencia me altera agradablemente, necesito una bebida urgente para mí garganta seca. Él acata mi petición, entrelazando nuestras manos, me lleva de regreso hasta la mesa larga con decenas de bebidas y aperitivos de todos los sabores. El mesero de sonrisa amable nos llena dos copas de algún cóctel especial con una pizca de alcohol, en cuanto Colin me la entrega, la bebo en segundos.
 
El salón comienza a llenarse cada vez más rápido, y probablemente alguien debería aumentar la potencia del aire acondicionado antes de que el ambiente se acalore más de lo que ya está. Hasta podría comenzar a transpirar, de hecho, creo que el mesero está transpirando… si, probablemente todos estamos transpirando.
 
—Es linda, ¿no?
 
Caigo en la tierra en cuánto escucho a Colin hablar.
 
—¿Quién? ¿Qué?
 
—La canción que toca la banda.
 
Oh. Ni siquiera noté el momento en que las luces bajaron la intensidad hasta volverse de un turquesa leve, uno que pinta las paredes blancas. La voz que canta, la del sujeto de cabello corto y rubio, es suave, delicada, masculina, canta una letra entendible cargada de sentimiento.
 
—Las personas te miran, y no conocen  lo que hay detrás —la chica en la batería repite la última línea del vocalista—. Desearía ser un héroe, protegerte de ese mal… porque las personas hablan sin saber que las palabras pueden lastimar. Así que, cariño, no tengas miedo, yo sujeto tu mano. Permíteme encontrar tus labios, déjame ser esa persona que camine a tu lado… oh, oh. ¿Puedes verme? Sé que duele pero, amor, estoy justo a tu lado.
 
—Me gusta, es linda —repite él—. ¿Cómo será su nombre?
 
—Sin duda alguna, “a tu lado” —me cruzo de brazos, disfrutando lo que queda de la canción—. ¿Por qué?
 
Su mano me aparta el cabello del rostro. Repentinamente está cerca, no a esa distancia que hemos mantenido toda la noche. No. Hablo de esa cercanía en la que su torso roza mi vestido, sus manos se posan sobre cintura y aprietan con la palma abierta. Jadeo, a un volumen bajo pero que llega a sus oídos.
 
 —¿Te he dedicado alguna canción antes?
 
Me cuesta encontrar mi voz.
 
—Una vez —su nariz deja una caricia en mi pómulo—, dijiste que cierta letra de Ed Sheeran te hizo pensar en mí, y en lo que… en lo que sientes.
 
—En lo que me haces sentir —corrige.
 
—En lo que te hago sentir…
 
Inconscientemente estoy ladeando la cabeza, como si quisiera que esas caricias descendieran a otro lugar.
 
—Pues está canción me hace pensar lo mismo —dios mío, estamos en público y no me importa cuando sus dientes friccionan en mi labio, luego lame y esa mano traviesa me acerca—. Carlee, siento que un día cercano… muy cercano, voy a perder el control contigo.
 
—Eso no es malo —escasamente hablo—. Lo que quiero decir es, que mi autocontrol también está agotándose —me puño se cierra en la punta de su saco, y en este momento agradezco la poca iluminación—. Creo que lo dejamos estar mucho tiempo… huh, ya sabes, contenido.
 
De sopetón, así inesperadamente, él está alejando su rostro hasta que hay contacto en nuestras miradas. La luz es poca, si, pero seguimos a mililitros.
 
—Sólo para confirmar, ¿hablamos de…?
 
—Eso, si.
 
Su cuerpo se reacomoda, recargándose en un pie.
 
—¿Y crees que estuvo contenido…?
 
—El tiempo suficiente.
 
Me gustaría poder identificar hasta el mínimo gesto en su rostro, pero debo conformarme con esa exhalación honda, profunda. Colin mira a nuestro alrededor, analiza el lugar y evalúa lo que está a su alcance, eso mientras mi corazón quiere salírseme del pecho. Es como si pensara, como si maquinara mil ideas en esos seis segundos antes de que vuelve sus ojos a mí, determinantes.
 
—No aquí —dice de pronto, extrayendo una sonrisa de mí por lo dudosa que le salen las palabras.
 
—¿En un viaje escolar, cuando tengo una compañera en el dormitorio y tú también? —le doy un empujón que pone cinco buenos centímetros entre nosotros—. Cariño, lo lamento. Abrázate a ese autocontrol. No cruzaremos la línea esta noche.
 
Colin suelta una risita torpe. Aún tiene la respiración irregular, y a mí me cosquillean las extremidades. Probablemente este calor abrasador proviene de ambos.
 
—No esta noche —resalta.
 
—Si, no esta noche.
 
En ese mismo instante, la canción finaliza dándole paso a unas palabras del cantante. Luego las luces vuelven, esta vez de un color anaranjado que alcanza a colorear los manteles y las cortinas que dice «promoción 2017-2018». No es tan fuerte, pero si parece lo suficientemente luminosa para que este sujeto moreno con traje y corbata detenga el camino de su pastelillo a su boca, al ver a Colin.
 
—¡Allard! —pronuncia de inmediato, acercándose—. Hombre, no te había visto, pensé que ibas a escabullirte o algo así.
 
Colin se endereza, reconociendo ese rostro.
 
—Pavel —dice a modo de saludo—, al final decidiste venir.
 
Él asiente restándole importancia. Cuando se reacomoda los lentes de montura oscura, llega a hacérseme mínimamente conocido. Es una sensación de familiaridad que no percibo de la escuela, pero a la que no le presto mucha atención ya que mi cabeza está intentando regresar a la normalidad después de la conversación sobre autocontrol, tiempo y espera. Demonios, que intenso estuvo eso.
 
—Jiro me envió un mensaje para hacerme “recapacitar” —sus dedos con anillos hacen comillas—. Aquí entre nos, prácticamente me sobornó para venir. Dijo que sería un pendejo lamentable si no venía por ser rechazado —con las manos en las caderas, suspira y deja caer su atención en mí—. Oh, que grosero… hola, carlee.
 
De acuerdo, me conoce.
 
—Pavel —pruebo el nombre que Colin usó—, ¿cómo va todo?
 
—Maravilloso —su sonrisa se estira mientras me aprieta la mano—. No te había visto desde la fiesta de Marian. Uh, no sé si me viste allí, estaba en el círculo del verdad o reto extremo —nada, no lo recuerdo—, me besé con Davy —oh, mierda, ¿ese era este Pavel?—. Iba a acercarme pero luego te fuiste, y Brent Campbell te siguió, y luego no estaban a mi alcance. Te llevó a casa, ¿no?
 
Puedo ver las cejas de Colin hundirse levemente en un intento de hacer memoria que sólo lo deja en confusión.
 
—No, no me llevó a casa —me aparto el cabello del rostro—. Estuve con él después de que descubrí que tan extremo puede ser el juego; por cierto, ese beso que le diste a Davy fue todo un espectáculo, mi favorito de la noche.
 
Él ríe.
 
—Que honor —expresa, engreído—. Bueno, fue bueno verte, a ambos. Iré a saludar a los demás y a conseguir esos cincuenta dólares que Jiro perdió apostando absurdamente a qué no vendría. ¿Cómo es que no acepta que es un soborno?
 
Se marcha después de compartir unas palabras más con Colin sobre algo a lo que no le presto atención. Aprovecho para tomar otra copa llena, y dejar la que bebí, también tomo una galleta porque lo último que probé fue una hamburguesa en el almuerzo. Cuando regreso, Colin está solo y pensativo.
 
—No sabía de esta amistad con Pavel —bebo un sorbo—. Ah, olvidé que todos ustedes son como un imán para las personas, para las amistades.
 
Su sonrisa se ladea.
 
—Nada de eso. Quedamos en el mismo dormitorio, ayer perdió su teléfono y le ayudamos a buscarlo en la piscina. Dijo algo sobre una Lucy no queriendo venir con él, por lo que solo no vendría, pero Jiro le dio el sermón de superación, lo sobornó un poco y aquí está —se mete las manos en los bolsillos—. Más bien, yo no sabía que tú lo conocías.
 
—Ah, creo que desde décimo grado, no estoy segura. Sólo han sido palabras por aquí, saludos y sonrisas cordiales. Sabes que Davy tiene amigos por todas partes —murmuro con el vidrio contra mis labios.
 
Colin mantiene su mirada en mí, intensa y de incertidumbre, me hace deducir que quiere saber sobre algo en específico, luego conecto un suceso con otro, y comprendo que la palabra “fiesta” y el nombre “Brent” no tienen lugar en su memoria. Probablemente está confundido, así que después de un trago más, me enderezo y vuelvo a hablar:
 
—Hace como un mes Davy me invitó a la fiesta de cumpleaños de una amiga suya —no lo estoy viendo, me entretengo con la banda, pero sé que sus ojos si están sobre mí—. No me acordaba de haber visto a Pavel, sé que había muchas personas de Bowell, pero también había de otras escuelas. Fue una gran fiesta, eso me dijo, yo me fui antes de la medianoche.
 
 —¿Por? —curiosea—. ¿Te aburriste o…?
 
Me encojo de hombros.
 
—No estaba de ánimos para una fiesta. Pudo ser divertido, pero fue para principios de enero que tú y yo no estábamos en nuestro mejor momento. Creo que no estaba de humor, es eso —entonces, recuerdo algo que me hace enderezar—. De hecho, esa misma noche tuve que recorrer la ciudad en un taxi a causa de un idiota que decidió emborracharse por primera vez y meter a sus hermanos en apuros. Bien pude irme a dormir, o darle una segunda oportunidad a la fiesta, pero esa persona de verdad me necesitaba.
 
Su expresión se estira en asombro, como si finalmente supiera de lo que estoy hablando.
 
—Oh —emite bajo—. Yo no, no conecté las fechas… lo siento.
 
—No fue nada.
 
Me miro las uñas, distraídamente.
 
—Y… —carraspea—. Este nombre que escuché, ¿Brett?
 
—Brent —corrijo.
 
—Ese —asiente, teniendo mi atención—. Tú… estuviste con él, ¿no?
 
—Un rato, si.
 
Diez segundos de silencio. Entonces, se recompone.
 
—Mencionaste a un chico —expresa, torpemente—. Cuando estaba ebrio te hice preguntas, dijiste que estabas en una fiesta y… no estoy seguro, mencionaste a un chico que quiso pasar la línea, o algo así. Creo que fue eso lo que me molestó, me molesté, ¿no? —asiento, divertida por esa confusión—. Ya, ¿este Brent es ese chico?
 
Me tomo el derecho de inquietarlo mucho más con mi respuesta retrasada. Miro mi copa a la mitad, bebo un sorbo más y después me lamo los labios.
 
—Si, es él —su respuesta es un amortiguador “oh”—. Fue agradable, y divertido, pero creo que me malentendió, porque quiso besarme.
 
—Tal vez —murmura.
 
Las mejillas se le ruborizan, su mirada se torna gacha y pensativa. No es un comportamiento directamente conmigo, no sé si se trate de alguna inseguridad, tal vez las dudas humanas que surgen en una relación, o simplemente celos. Lo que sea, esa expresión la vi cuando Sean apareció en el hospital, y no me agrada.
 
—Niño bonito —hundo mi dedo índice en su pecho—. ¿Estás bien?
 
Él asiente frenéticamente.
 
—Si, es sólo que… pensé en lo que pasó, en mi cagada, en ti con otro sujeto que quiso besarte y… no lo sé, ¿sucedió?
 
La pregunta no es exaltada, no es en un tono molesto ni resentido. Es más bien, una curiosidad. Si. Sus manos se entrelazan dejando los bolsillos, las retuerce y luego las cruza únicamente para dejarlas caer a su costados. Espera mi respuesta, resignando a un sí, pero sin intenciones de discutir o montar un drama por ello.
 
—¿Qué esperas que responda? —ladeo la cabeza.
 
—No lo sé. Me… duele pensar en alguien más poniendo su boca sobre la tuya, o sus manos, pero sucedió hace un mes, justo cuando yo permití que la culpa me bofeteara sin apartar a una chica ebria con las mismas intenciones —suelta un suspiro—. Lo importante es que ahora estamos juntos, lo solucionamos y seguimos adelante. No me importa lo que haya pasado cuando lo arruiné, me interesa el hoy y que te tengo conmigo. Tu corazón me pertenece, ¿o no?
 
Me muerdo el labio queriendo mantener los suspiros en mi boca.
 
—Te pertenece —afirmo.
 
—Bien, porque el mío también a ti —su mano toma la mía para tirar de mí contra su cuerpo—. ¿Qué cosas digo? Todo yo te pertenezco, soy simplemente tuyo.
 
—¡Colin! —exclamo entre risitas—. No eres una propiedad.
 
—No, no lo soy, y tal vez mi cuerpo absurdamente humano no pueda pertenecerte, pero cada pensamiento, cada emoción, cada instante, todo lo demás que realmente importa, es tuyo —un caricia en mi mejilla—. Me gusta que seas tú, se siente… bien.
 
En este momento, no comprendo cómo puedo lograr permanecer de pie y viva, cuando lo único que deseo es estampar mi boca contra la suya y besarlo hasta que mis pulmones supliquen por un poco de aire.
 
—A mí me gusta serlo —y para complacer mínimamente a mis deseos, me pongo en puntas presionando mi boca en la suya por tres maravillosos segundos—. Y no, Colin, no sucedió, no besé a ese desconocido.
 
El alivio se extiende sin limitación en cada rasgo de su rostro.  
 
—¿No?
 
—No. Te lo dije, pero tu ebriedad arruinó muchas cosas esa noche.
 
Él suelta el aire en una bocanada casi lamentable. Esas fueron semanas horribles para ambos, y sé que sería una mierda recordarlas en este momento cuando debemos pasarla bien. Es por eso que me recompongo, ignoro el leve punzón en mis pies y extiendo mi mano en una silenciosa invitación a bailar. Colin arquea una ceja, pero no se niega. Sin embargo, cuando vamos a dar la vuelta, su teléfono hace una ruidosa interrupción, un sonido como de balas y balas disparándose que me hacen fruncir el entrecejo.
 
—Mierda, es Casper —tantea en el bolsillo hasta que tiene el móvil en la mano—. Si, el idiota de mi hermano personalizó su tono de llamada —sus ojos se entrecierran hacía la pantalla—. Carlee, debo contestar. Si no lo hago voy a tener que lidiar con el discurso de la preferencia, porque ya escuché a Crysti, y Casper puede dar miedo siendo rencoroso. ¿Me esperas un minuto?
 
—Por supuesto —le suelto la mano—, te espero aquí.
 
—No voy a tardar —promete, dejando un beso en mi frente.
 
Luego de eso, me da la espada y se aleja entre permisos y disculpas a la entrada del salón. Por un momento me planteo seguirlo para así saber de una vez por todas qué sucedió con Odette, pero decido que le preguntaré en cuanto vuelva. Así que si, me quedo allí de pie, viendo a los demás bailar y divertirse. Tomo otro vaso con cóctel y me lo bebo en sorbos lentos, pacientes.
 
Me siento… bien, como, una sensación de ligereza que he disfrutado el viaje entero. Y, no lo sé, probablemente se trate de que cada segundo lo pasé con la mente en algo, en juegos, en conversaciones, en besos; tal vez ni siquiera sea por ello, tal vez sea yo mejorando pero… por alguna razón no hubo pesadillas, no hubo sueños, ni malo recuerdos. Me pregunto si mi vida retomará el inquietante caos al volver a casa. A pesar de que extraño a Jack, a Jenn, y a Kaiya, pensar en regresar y que nada haya cambiado me genera un malestar en el estómago.
 
—¡Cielos! —la voz que suena a mí lado es sorpresiva, pero conocida—. De verdad parezco un bombón con patas.
 
Lo primero que hago es mirarlo de pies a cabeza. Davy está transpirando, mucho. Sacude las manos frente a su rostro, y tira del cuello alto de su camisa para ventearse, aún así conserva ese ridículo atractivo cautivante. Entonces, recuerdo lo que dijo.
 
—¿Qué mierda acabas de decir?
 
—Que enloquecí a media escuela, Carlota —expresa, abriendo los brazos con ese ego desbordante—. Estoy ardiendo, quemo todo lo que toco.
 
Dios mío.
 
—Ester Parker está quemándose en ese fuego, Davy —me llevo la copa a los labios—. ¿Sólo te hizo el favor de darme su lugar, o hubo un intercambio?
 
Sus ojos se entrecierran, mientras se sube las mangas del saco y se bebe una copa de cóctel que toma de la mesa.
 
—Si realmente quieres saber, pues la llevaré a una cita… más bien, ella me llevará a mí. Es una mierda familiar, como una cena o algo para celebrar la próxima película de su mamá —le resta importancia con un movimiento de la mano—. ¿En dónde dejaste al bombón europeo? Los vi venir juntos hasta aquí.
 
 —Fue así, pero recibió una llamada de Casper que no podía perder —cuando no continuo, él me hace una seña insistente para que lo haga—. Por favor, señor chismoso, sólo sé que hubo una discusión entre él y Crys, una que involucró a Odette de alguna manera. ¿Tú sabes algo?
 
—¿Cristalito discutiendo? Pero si ella es un ángel —frunce la nariz como si no pudiese hallarle una explicación—. Ni siquiera sabía que esos dos pelearan.
 
—Son hermanos, Davy —hago notar.
 
—Ah, gracias por hacerme recordar en que soy un miserable hijo único al que sólo le quedarán unos buenos millones como herencia, y un gato que ni siquiera soporta escuchar mis aventuras de adolecente.
 
—Oye, también me las cuentas a mí —protesto.
 
—Casi parece que te quejaras —masculla de mala gana.
 
En el momento en que me aparto el cabello del rostro, hago un movimiento involuntario al voltear la cabeza, es allí cuando veo a Colin de vuelta, caminando entre todas estas personas. Aunque eso no es lo que llama mi atención, por el contrario, mis ojos se centran en esa otra presencia femenina de cierta rubia junto a él.
 
Gein.
 
—No lo hago —murmuro, siguiéndolos con la mirada, y alternado al mismo tiempo hacia el sujeto frente a mi—. Sabes que todo lo que digas es importante, me gusta escucharte.
 
Ella… por dios, se ve tan fresca, poderosa e intimidante con ese vestido de color carmesí que le llega hasta la mitad de los muslos. Su cuerpo curvilíneo y delgado lo luce maravillosamente, la tela se pega como una segunda piel y esos zapatos de tacón negro le dan unos buenos centímetros. En el cabello trae una coleta alta, y es casi como un grito mental cuando pienso en lo refinado que es su rostro, lo refinada que es toda ella.
 
Y aún cuando lucho contra el sentimiento, no puedo negar el punzón de celos que me molesta el vientre al verla poner su mano sobre el antebrazo de Colin, haciéndolo reír de algo que dice.
 
—¿Qué es lo que miras? —inquiere Davy, intentando seguirme la mirada.
 
—No es nada —balbuceo de inmediato.
 
—No, no. Aún sigues siendo ingenua al creer que puedes engañarme —lo miro confusa—. Querida, tienes esa mirada de cejas levemente hundidas, ojos brillosos y la boca la tuerces de una manera bonita; eso significa que algo tiene tu atención.
 
Si, a veces me sorprende lo bien que puede conocerme.
 
—¿Sabes quién es Gein, Gein Morgan? —asiente, y pienso realmente si existe alguien que no conozca—. ¿Crees que a ella le guste Colin?
 
Murmuro la pregunta, haciendo una seña discreta hacia ellos. Davy los mira, los estudia por unos segundos con esos ojos verdosos siendo prudente, para que finalmente se detengan en mí otra vez.
 
—Cariño, no sólo le gusta, esa chica está absurdamente fascinada por el nerd que tiene enfrente —responde dejándome con la boca medio abierta—. Pero te lo plantearé de otra forma: ¿A quien mierda no le gusta Colin Allard? Esa cara de niñito bueno cautiva, aunque parezca increíble —recarga su peso sobre una pierna—. De hecho, sales con un chico popular entre las señoritas, él y sus hermanos, los tres lo son.
 
Dejo de mirarlo a él para dirigir mis ojos a ellos. Colin está asintiendo a lo que le dice, ella juguetea con su cabello recogido, sonríe y le da un empujoncito como si algo hubiese sido gracioso. Él sólo está allí, pero repentinamente su atención cae en mí. Me tenso, sin embargo, él no. No luce alterado, sólo sonríe y me pide que le espere.
 
—Si, supongo que lo es.
 
—Oye —Davy da un paso obligándome a alzar la cabeza por su altura—. ¿Qué es lo que está torturando tu cabeza?, dime.
 
Dudo por un segundo, considerando mis pensamientos como patéticos. No obstante, es cuestión de reconocer a esa persona frente a mí, es cuestión de mirar a Davy y saber que no puedo contenerlo con él.
 
—Vas a odiarme —retuerzo las manos en mi regazo.
 
—Por favor, eso es casi imposible. Vamos, suéltalo.
 
Tomo un respiro, y asegurándome de que Colin aún no se acerca, hablo.
 
—Es que, Davy, a veces yo pienso y… siento que, no sé, quizá él, Colin, podría merecer a alguien… algo mejor —me arrepiento de estar viéndolo cuando en ese rostro se afinca el disgusto—. Tú acabas de decirlo, hace un segundo mencionaste que él podría estar con cualquier otra chica, tener una relación sencilla y simple, distinta a…
 
—Dije que le gustaba a las chicas, no esa estupidez que estás diciendo tú —me interrumpe, seco y tosco.
 
—Escucha, las palabras me saben feo. Pero no puedo controlar lo que pienso, no tengo ese poder —explico, exhaustamente—. Le quiero, en serio, amo a Colin y soy lo suficientemente egoísta como para no dejarlo pero, sabes que conmigo las cosas no son simples. Sólo recuerda lo que está pasando ahora.
 
Hay algo que persiste en su mirada. Algo que siempre, en cualquier situación, logra remover sensaciones en mí. Cómo en este momento, ese disgusto y decepción me enfría la sangre, duele en mi pecho. Davy se presiona el puño contra los labios, como si buscara qué decir, o cómo decirlo.
 
—No tienes ni una maldita idea de cuánto daría para que pudieses verte como yo lo hago —murmura bajo—. Porque te miro a los ojos, Carlee, y lo único que puedo ver es a una persona excepcional, alguien tan, pero tan valiente, que a pesar de eso que sucede ahora, eso que la atormenta, se levanta cada mañana y le da la cara a este puto e injusto mundo.
 
—Davy…
 
—Y si, por dios, si, Colin Allard puede salir con cualquier chica, ¿crees que no lo sabe? Ese idiota es un jodido genio, y aún así te prefiere a ti, te quiere y te elige a ti. Porque aún cuando estar contigo puede significar un largo camino de baches y tropiezos, él está consciente de que vale la maldita pena —a este punto ya está respirando en busca de la calma—. Yo, más que nadie, puedo asegurarte que los hechos de un pasado, no pueden remover lo que alguien siente por ti, si es lo suficientemente fuerte.
 
Esas palabras… sus jodidas palabras, ¿cómo es que siempre lo logra? Es como si en medio de toda la locura en su cabeza, hubiese algo más profundo, razonable y cierto que mantiene la estabilidad en mi vida. Y, probablemente sea por la carga emotiva en el ambiente, pero mis ojos se empañan.
 
—Davy, creo que sin ti yo sería un verdadero desastre, ¿lo sabes? —balbuceo, y sin pensarlo mucho, me lanzo sobre él queriendo un abrazo de esos fuertes brazos.
 
—Yo también te amo, no tienes que gritarlo.
 
Mi risa se amortigua contra su pecho.
 
—Si, si, te amo.
 
Ni siquiera puedo imaginar un mundo en el que Davy no sujete mi mano. Aún cuando jamás lo pedí, cuando lo único que quería entre nosotros era diez metros de distancia, él se quedó, y eso es algo que agradeceré toda mi vida. Porque de no haber sido tan terco, de no haber insistido, él hoy no estaría aquí conmigo.
 
Desde mi posición, puedo ver a Colin despedirse de Gein y caminar hacia mí. Es en ese momento, estando entre los brazos de la primera persona en quien deseé confiar, y viendo la sonrisa de quien decidí darle mi corazón, puedo alcanzar la conclusión de que jamás los cambiaría por nada.





Un corazón para sanarWhere stories live. Discover now