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ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ 𝗣𝗥𝗢́𝗟𝗢𝗚𝗢 ━━ una mirada al pasado. ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ
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años atrás, vanaheim.
—¡MORGANA, VAMOS! —UNA VOZ ANIÑADA, apenas unos tonos más graves que la suya hizo que la niña de grandes ojos verdes se estremeciera en su sitio. Se había quedado estática durante unos segundos, contemplando el horizonte sin ver nada en absoluto; sintió frío en la espalda, subiendo por toda su columna vertebral como un gusano.
En su mente pudo recordar la vez que su madre le dijo que debía prestar atención a las sensaciones, pero esa vez decidió no hacerle caso (por más extraña que había sido), descartando el malestar en el fondo de su estómago y riendo al ver a su hermana sobre uno de los árboles de melocotones que su madre tanto amaba. Ella le hacía burlas con las manos, dando el juego por terminado al ser ella la ganadora.
—¡No vale, estaba distraída! —exclamó sin sonar realmente enfadada, corriendo mientras su bonito vestido amarillo ondeaba con el viento. Trepó el árbol con facilidad, sus pequeñas manos ya acostumbradas a agarrarse de la dura e irregular corteza para llegar a la cima.
Con cada paso que daba hacia arriba, miraba entre los recovecos de las ramas el hermoso paisaje de Vanaheim. Su planeta era hermoso, y gracias a Odín ella y muchos otros niños habían nacido en paz. Las únicas guerras a las que los guerreros Vanir se metían eran externas, siempre ayudando a cualquiera que los necesitara; mayormente a los asgardianos que parecían meterse constantemente en problemas.
Morgana era consciente de que Asgard era más bonita y lujosa que su hogar, sin embargo ellos no tenían aquellos enormes páramos verdes, las flores decorando cada espacio entre el césped y las casitas rústicas pero construidas con profundo amor. Jamás había admitido sus pensamientos en voz alta, pero dentro de sus ensoñaciones infantiles estaba segura de que Freyr, Freya, Njordr y Nerthus eran quienes se encargaban de que en el planeta rebosara el amor y la belleza. El destello fugaz de cuando tiempo atrás su padre la había llevado al bosque para que conociera la cascada cercana a su hogar la hizo suspirar; los rayos de sol se metían entre los árboles, en hermosos destellos que hacían que las flores y las plantas de allí disfrutaran de la calidez, el aroma a lavanda estaba estaba por todos lados y se le había pegado a la piel, y el la cima de la cascada, había un grande y hermoso arco iris que en su momento la hizo chillar al imaginarse como un hada del bosque.
