Capítulo 01

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Al parecer, a él no le sorprendía tanto verme aquí. Llegó esposado junto con los guardas que a continuación, le desposaron y me dijeron que estarían detrás de la puerta. En el caso de los presos peligrosos o con mal comportamiento, los guardas garantizaban siempre mi seguridad, ataban a los presos para que no pudieran hacerme nada.

En el caso de Michael, acababa de llegar a prisión y era su primera revisión conmigo. Se sentó en la silla que había al lado mío y se mantuvo callado. Yo le seguía mirando totalmente ensimismada, decidí salir de mi asombro y preguntarle cómo se llamaba, aunque yo ya lo había visto en su historia.

-Hola, soy tu enfermera Sarah, ¿cómo te llamas?

A lo que el respondió con un tono de voz severo:

-Soy Michael Schofield, encantado de conocerla.

Me sorprendió su buen humor, estaba muy tranquilo y tenía una sonrisa brillante. Era el primer preso que me recibía tan bien sin dobles intenciones.

-Soy Sarah, igualmente. ¿Es tu primera revisión verdad?

-Llegué hace un par de días, pero he venido porque soy diabético y necesito insulina.

-Vaya, había mirado tu historial médico y no había leído nada acerca de eso. ¿Te lo diagnosticaron hace poco?

El se mostró inquieto, se revolvió en la silla y empezó a jugar con sus manos, agachando la cabeza. Pero enseguida sus ojos se volvieron a encontrar con los míos, y ahí estaba yo otra vez, admirándole. Me daba miedo lo mucho que me imponía, nunca me había pasado antes.

-Sí, antes de entrar a la cárcel, a lo mejor por eso no te aparecía. Vaya perdona, ¿Prefiere que la trate de usted?

-Michael, acabo de cumplir 22 años, puedes llamarme como a una jóven que acaba de salir de la carrera.

-Tu acento no parece originario de por aquí, ¿eres de otro país?

-Sí, soy de España, pero llevo aquí muy poco como tú.

Me dedicó una sonrisa curiosa. Estaba empezando a distraerme.

-Bueno, Michael, deja que te ponga insulina. Será solo un pinchazo

-De acuerdo

Michael se levantó las mangas de la camiseta, me quedé sorprendida al ver tantos tatuajes en sus brazos. No había ni un milímetro de su piel que no estuviese impregnado en la tinta. Nunca me habían atraído los tatuajes, pero cuando los ví, tuve que reprimirme una sonrisa. Tenía que mentalizarme de hacer únicamente mi trabajo. Cargué la jeringuilla con el fármaco, a continuación cogí su antebrazo y le inyecté el medicamento.

-Gracias Sarah, espero que nos veamos pronto

-De nada Michael, nos vemos cuando lo necesites.

Me devolvió una sonrisa dulce que parecía sincera y se levantó de la silla. Avisé a los guardas para que entrasen en la sala y pudiesen esposarlo. Se giró para mirarme una última vez a los ojos antes de marcharse y yo me quedé sentada, pensando en cómo un hombre que parecía tan bueno había acabado en la cárcel.

A lo largo del día de trabajo, continué haciendo revisiones a los demás presos, la mayoría eran bastante educados pero muy serios. Otros me daban mucho miedo. Estuve aproximadamente hasta las 8 de la noche allí, hasta que el jefe de prisiones, Albert, me dijo que ya podía marcharme a casa. Recogí todas mis cosas y los guardas me acompañaron hasta la salida de Fox Rivers, eché un vistazo rápido para ver si veía a Michael entre los presos que estaban en el patio principal. Muchos estaban sentados con su grupo en el banquillo hablando o jugando al baloncesto.
La verdad es que mi primer día de trabajo como enfermera en la cárcel no estuvo nada mal, fue bastante sencillo y nada que no hubiese hecho anteriormente en las prácticas, salvo tratar con presos. Había un grupo de presos muy peligrosos en el patio, eran los típicos matones de la cárcel. Estaban muy alejados de todos pero miraban fijamente a Michael, que estaba totalmente solo. Sus ojos se encontraron con los míos y de nuevo, sentí esa oleada sensaciones que no sabía como describir.
Rápidamente llegue a la salida y me adentré en mi coche. El trayecto fue de aproximadamente 20 minutos, no había tráfico y el camino era bastante fácil. Aún así, había que conducir con cuidado porque había muchos animales salvajes por la zona. Cuando llegué a mi casa lo primero que hice fue darme una ducha, preparar la ropa del día siguiente y hacerme una ensalada. No tenía mucho hambre porque comí mucho en el trabajo con mi compañera Katie, era una psicóloga que se encargaba de tratar con los presos. Hacía muy buen trabajo.

Después de cenar, encendí el ordenador y decidí curiosear un poco. Busqué Michael Scofield en internet, me salieron numerosas búsquedas relacionadas con su caso. Fue condenado a 12 años de prisión por atracar un banco y tener rehenes, además de usar armas blancas. Lo de los rehenes no lo sabía hasta ahora. En su juicio, rechazó todas las negociaciones de la condena. También sabía que estudió ingeniería en la Universidad de Chicago. Antes de entrar en prisión, trabajaba en una de las empresas multinacionales más importantes.

Michael no atracó el banco por dinero. Rápidamente cerré el ordenador, no quería involucrarme de ninguna manera. Lo primero que te aseguran cuando aceptas este trabajo es no tener sentimientos por los presos.
Intenté dormir porque al día siguiente tenía que madrugar, pero Michael Scofield rondó por mi cabeza durante toda la noche.

PRISON BREAK (Michael Scofield y tú)Where stories live. Discover now