Scintila.

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Honestamente, no es una persona arriesgada, por supuesto que no. Suelen mencionarlo seguido —no sabe si debería tomarlo como un insulto— y nunca lo había negado en lo absoluto, podría decirse que es incluso aburrido. Sin embargo, quería demostrar que podía ser diferente, esa es probablemente la razón por la cual acepta asistir a una fiesta luego de una acalorada semana de exámenes, por primera vez durante su extensa estancia en la universidad. Los rostros de sus compañeros habían estado profundamente sorprendidos cuando la respuesta a la pregunta de cortesía de siempre fue distinta a la usual, al menos en esa ocasión. «Estoy ocupado, gracias» fue reemplazado por un corto, «iré» que no había sido previsto y, oficialmente, tenían al muchacho con mejores calificaciones dentro del plan, aunque sea difícil de asimilar.

Ninguno de ellos —ni siquiera el mismo Todoroki Shouto— esperaba lo que sucede en la fiesta, esa misma noche.

Incluso en una reunión despreocupada como esa, no puede evitar ser excesivamente puntual, llega a la puerta del departamento de uno de sus compañeros —usualmente hacen sorteos para decidir esa clase de detalles— justo a las nueve de la noche, cuando apenas las primeras personas estaban acomodándose sobre los sofás, vasos llenos de una sustancia desconocida sobre la pequeña mesa del centro, un equipo de sonido que aún no estaba listo, la televisión encendida en algún canal de entretenimiento que no le interesaba. Ciertamente no conocía al dueño del lugar, tampoco le interesaba mucho y no se había presentado directamente, así que solo agradece al muchacho que exclama al recibirlo, «no es mi casa, pero ponte cómodo» y toma asiento en cualquier parte.

Después de veinte minutos esperando obediente sobre un espacio en el sofá, con una expresión plana en su rostro mientras los demás invitados llegaban lentamente, un muchacho se acerca. Tenía el cabello rubio, rostro bonito y voz divertida acompañando una sonrisa despreocupada, ni siquiera asistía a su universidad pero no le cuestiona cuál es su objetivo allí. Se supone que es una fiesta, ¿no? Entonces, él le ofrece un trago, un vaso repleto de lo que el extraño definía como, «elíxir» que lo relajaría. Aunque lo había pensado cuidadosamente durante diez segundos, nadie lo obliga a beber hasta la última gota. Tampoco es presionado a tomar otros cinco más a medida que su posición tensa se relaja mucho más, su mente se despeja de cualquier inconveniente y entonces más personas parecen interesadas en conversar.

Asegura que la única vez en que toma más de dos vasos de licor fue durante ese viaje con su hermana, degustando vino en algún lugar elegante porque era parte del plan y la experiencia. Nunca le ha interesado particularmente, sin embargo, se supone que es lo que debía hacerse en una fiesta, beber hasta que sus extremidades se vuelvan gelatina —en realidad no lo sabe, es lo que asume— y acabar uniéndose a una actividad recreativa junto a los demás adolescentes.

Cuando se sentía lo suficientemente dispuesto, se une a un grupo de cantidad generosa formando un circulo. Hasta ese entonces, debe admitir que había estado intercambiando miradas exclusivas con un muchacho pequeño al otro lado de la habitación, quien le sonreía tímidamente de vez en cuando y Shouto hacía lo posible para no lucir tan inexpresivo como de costumbre, de seguro solo se vio ridículo tratando de reír amablemente. No lo conocía en lo absoluto, duda que alguna vez lo haya visto en una clase antes. Sin embargo, se sorprende al notar que también se integra al juego poco después. Aunque su vista se había vuelto un poco confusa, recuerda un rostro bonito repleto de pecas, con grandes ojos verdes y rizos por todas partes, una sudadera amarilla que lo hacía lucir incluso más pequeño.

Aquí es dónde comienza la peor —es decir, mejor— parte de la noche.

A ese punto, había bebido suficiente para que su manera de hablar se vuelva un poco somnolienta, como si acabara de despertar de una buena siesta, sus mejillas un poco rojas y el cabello bicolor desastroso. Aún si se sentía como un trozo de gelatina de fresa, era considerablemente estable al caminar y estaba consciente de lo que sucede. Hasta entonces, no se arrepentía de asistir, se sentía un poco más integrado con los compañeros de clase —y otros que no lo eran— con los que había compartido carrera durante estos tres años, aunque sus aportes a la conversación no eran importantes. La verdad es que hace unos días atrás ha estado pensando que quizás está desperdiciando su juventud de forma irreparable, no tenía amigos con quiénes salir como los demás o grupos de estudio al menos. Al principio creía que podría estar lo suficientemente bien solo, como siempre, pero comienza a dudar un poco de ello.

Scintila | DekuTodo.Where stories live. Discover now