... nunca te dije

280 38 24
                                    

—Pero... Dios.

Suelto un sollozo, tapándome la boca y cerrando los ojos. Duele, duele mucho.

—Todo paso muy rápido. No lo ví venir. Te fuiste y ahí me abriste los ojos. Y.. ahora estoy tan arrepentida por no habértelo dicho todo, y es por eso que estoy aquí, diciéndote todo lo que nunca te dije.

Abro los ojos, viendo la lápida con su nombre grabado.

"Jayden Benjamín Clark Jhonson"

—Jayden, paso tan rápido... —más y más lágrimas empiezan a salir. Arrugó la hoja que tengo en mis manos—. Si tan sólo yo hubiera visto eso... Si tan sólo no me hubiera distraído, tal vez tú seguirías aquí —trago grueso, miro las letras de esa carta–. Cuando ocurrió el choque... Yo... Sentí mucho miedo. Miedo a perderte —mis piernas fallan y caigo de rodillas—. Cuándo desperté gracias al sonido de las ambulancias viniendo en camino, y te ví, yo... Dios, no sé cómo decirlo. Estabas tan herido y tenías un gran golpe en la cabeza, que corrí hacia donde estabas. Personas estaban a nuestro alrededor, ellos fueron los que nos sacaron del auto.

Suelto un suspiro, soltando más lágrimas. Duele. Quema su recuerdo.

Extraño sus besos, sus caricias, su voz, su risa, sus abrazos...

—Quite a la persona que te estaba viendo y te abracé. Tu todavía estabas medio consciente... No quería perderte, Jayden. No quería, eras el amor de mi vida, lo sigues siendo —acaricio la lápida—. Me agarraste la mano y me dijiste que ibas a estar bien. No fue así. Estaba herida, pero eso no me importaba. Yo... Yo te confesé que siempre estuve enamorada de ti, y... Te dije lo que siempre quisiste escuchar. Te dije que te amaba.

Paro unos segundos, recordando su media sonrisa cuando se lo dije. Me muerdo mi labio inferior, queriendo parar los sollozos.

—Me dijiste que eso ya lo sabías, y también me dijiste que me amabas. Te besé, te bese con tanto miedo. Pero ya era demasiado tardé —bajo mi mirada—. Tu corazón dejo de latir. No pude hacer nada, lo siento. En serio, lo siento —niego, soltando más y más lágrimas—. Fui una cobarde por no haberte dicho todo, que hasta lo tuve que escribir en una estúpida hoja porque sentía que cuando llegará aquí todo lo que tenía para decirte se me olvidará —susurro entre dientes, arrugando un poco la hoja—. Lo siento. Lo siento por ser una cobarde. Lo siento por no haber sido igual de valiente.

Miro hacia arriba, el cielo está gris. Igual como ese día.

—Entre en una fuerte depresión. Joder, te extrañaba tanto... Te sigo extrando —recalco—. Pasaron muchos meses, años... Pero, preferí seguir con mi vida. Sé que hubieras preferido eso. Y sabes, desde ese día aprendí algo... —admito—, y es que... No tengo que pensar tanto para decir lo que siento, porque no sé si esa persona estará mañana... Que si quiero hacer una cosa... Sólo voy y la hago, dejando el miedo a un lado. Y que si amo de verdad a una persona... No tengo que esperar 5 años para decirle te amo.

Suelto un gran suspiro, calmándome un poco.

—Y... Aquí estoy, enfrente de ti. Diciéndote todo lo que nunca te dije, porque fui muy cobarde y jamás te lo confesé. Pero, aquí, en frente de tu tumba te digo que sé que es demasiado tarde para decirte todo esto, pero al menos tengo la esperanza de que en dónde sea que estes me escuches —inhalo y exhaló, intentando relajarme—. Nunca te dije que eras el mejor chico que he conocido en toda mi existencia. Nunca pude decirte lo tanto que te amaba... y lastimosamente nunca te pude decir que estaba embarazada de ti... —recuerdo ese día en el que me hice la prueba de embarazo—; te lo iba ha decir, tenía todo planeado para hacerlo. Pero, paso todo eso, y... Cuando me dijeron que el bebé estaba fuera de peligro, me sentí tan bien... Ella es la que me recuerda a ti y a nuestro hermoso amor. Gracias a ella, sé que existió un hombre que me amo con locura.

Sonrío.

—Gracias, Jayden. Gracias por todos esos momentos juntos. Gracias por nunca rendirte conmigo. Gracias por darme una hija. Gracias por amarme con locura. Gracias por ser mi primer amor... —agarro el ramo de orquídeas que deje a mi lado—. Y aquí te digo que... Te amo, te ame, y siempre te amare. Nunca lo olvides. Fuiste la mejor coincidencia que me pudo pasar.

Dejo el ramo en su lápida, sintiendo una gran paz en mi corazón. Extrañába esa sensación.

Esa sensación que solo él podía darme.

—Y... No te preocupes. Seguí mi caminó, sé que tú hubieras preferido eso. Estoy bien —sonrio, levantándome y guardando la carta en el interior de mi saco—. Hasta luego, Jay. Hasta el próximo año.

Y empiezo a caminar lejos de ahí. Pequeñas gotas empiezan a caer, recordándome esa primera cita. Empiezo ha correr intentando no caerme, mientras suelto una que otra risa, recordando su voz.

—¡Apurate, Michi! Que el agua puede hacer que agarres un resfriado.

Salgo del cementerio, dirigiéndome al único vehículo que está ahí. Abro la puerta del copiloto, y entro.

Él enciende el auto sin decir nada. Lo volteo a ver; admiro su cabello negro, su piel blanca, sus ojos grises que me miran una que otra vez. Sonrío, viendo cómo él se detiene al ver el semáforo en rojo.

Me acerco y le beso la mejilla—. Te amo.

Sonríe—. Te amo.

Nos damos un beso que es detenido gracias a la luz verde de ese aparato.

Me recompongo, empezando a jugar con mi anillo de matrimonio. Lo vuelvo a ver y le agarro la mano. El envuelve sus dedos con los míos, dejando un beso en ellos.

Ahora estoy bien. Ya estoy tranquila, en paz. Sabiendo que Jayden sabe todo lo que nunca le dije por miedo a su rechazo.

Pero, pude entender algo sobre todo esto. Y es que, no debes de tener miedo para decir las cosas, porque luego te arrepentirás de no haberlas dicho ¿Por qué? Porque será demasiado tarde para hacerlo.



Fin.

Lo que nunca te dije ✓Onde as histórias ganham vida. Descobre agora