<CUARENTA Y UNO>

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—¿Me explicas otra vez qué coño estamos haciendo? —preguntaste con la vista fija en dos paquetes de seguros para enchufes completamente iguales.

—Yo tengo la misma idea que tú. Hee fue la que dijo que a ti se te daba bien montar estas mierdas.

—A ver, una cosa es que se me de mejor o peor montar un mueble del Ikea, y otra muy distinta es que sepa qué coño tengo que comprar para cuando viene un bebé.

—¿Y a mí que me cuentas? ¿Tengo yo algún hijo como para saber qué tengo que comprar o no? —cuestionó el chico al borde de un ataque de nervios.

—Vale, vale. Tranquilízate...

—¡¿Cómo quieres que me tranquilice?! ¡Esto no es ni lo peor! Después vamos a tener que instalarlo todo, y Hee nos ha mandado comprar pañales y ropa... ¡Ropa, Hana, ropa!

—Ya, ya. V-venga, tampoco es para tanto... —susurraste, dando ligeros toques en su espalda para relajarle, pero Jungkook estaba agobiado; parecía tan agobiado que ni siquiera se molestaba en ser un gilipollas contigo como normalmente.

—Sinceramente, no creía que tendría que pasar por esto hasta tener mis propios hijos. Soy muy joven para esto, Hana...

—Lo sé, enano, lo sé. Solo... vamos a empezar por algo sencillito, ¿vale? —preguntaste con suavidad. Cogiendo una de las barras de seguridad para el balcón que mantenía en sus manos—. Elegimos esta, así ya tenemos algo. Ahora...

—Ahora todo lo demás —suspiró, cerrando los ojos con fuerza.

—Todo menos lo que ya tenemos. Es más que nada... ¿No crees?

—S-supongo...

—Venga, pues vamos a ponernos en marcha, de aquí a nada ya lo tenemos todo.

Jungkook no pareció convencido por tu optimismo, pero te siguió de un lado a otro de la tienda. Tú estabas tan estresada como él, porque de un día para otro parecía que la que estaba a punto de ser madre eras tú, y tenías una lista de tareas que parecía imposible de cumplir.

El carro que llevabas parecía a punto de rebosar, y cuando añadiste el duodécimo seguro de plástico para los enchufes, te diste cuenta de que habías perdido a Jungkook.

Caminaste de un lado a otro de la tienda, pero no encontrabas al chico por ninguna parte. Pensaste que seguramente al final el agobio le habría podido y se habría largado, dejándote tirada con más bolsas de las que tu espalda podía soportar. Pero cuando empezaste a poner las cosas sobre la cinta de la caja, Jungkook apareció de nuevo y no precisamente con las manos vacías...

—¡Mira! ¿Qué te parece esto? Lo he encontrado en un pasillo del fondo, ¿no es una pasada? —preguntó con una sonrisa tan grande que no te quedó más remedio que acompañarla.

—¿Qué coño has cogido, Jungkook? —cuestionaste medio riendo—. ¿No te das cuenta de que no va a poder usar todo eso hasta que sea mucho más grande?

—¿Qué? ¿Tú crees?

Te daba pena chafar las ilusiones del chico, pero la verdad era que no veías a Namjoon y a Heejin como unos padres que dejasen que su hija (por grande que fuera) jugase con figuras de los vengadores acompañadas de piezas enanas, con unas pistolitas que disparaban dardos y mucho menos con un arco, por adorables y no letales que fuesen las flechitas...

—Devuélvelo a su sitio, Jungkook —ordenaste, poniendo las cosas del carro sobre la cinta.

—Pero a lo mejor si...

—Jungkook, no.

—¿P-pero, por lo menos el arco y las flechas? —negoció el chico, poniéndote ojos de cachorro.

CrybabyOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz