Capítulo 8

3.2K 144 0
                                    

Hoy era mi primer día de trabajo. El miércoles después de haber llegado a casa había llamado al teléfono que había cogido y había quedado para el día siguiente con el dueño. Le había encantado desde el primer momento y creo que, honestamente, aunque le hubiera dicho que en mi anterior trabajo había conseguido acabar con todos los vasos, aun así me hubiera contratado. No es que esté orgullosa de haber conseguido el puesto por lo que él podría considerar "mi belleza", pero tampoco voy a decir que soy tan idiota como para no saber ver lo que tengo.

Digo, soy completamente consciente de que por lo general resulto atractiva a los hombres, menos a Reeds, puntualizó mi estúpido subconsciente; pero no me considero bonita, jamás podría considerármelo. Soy guapa, sí, pero nunca bonita y definitivamente eso para mí es ser simplemente fea. La belleza desde mi parecer no se puede medir por un físico, por un buen par de tetas o por un culo, ni siquiera por unos estúpidos ojos. La belleza es algo que se lleva dentro, aunque a veces hasta yo me olvide de eso, y definitivamente, estaba segura de que ninguno voltearía a mirarme si me vieran por dentro. Estaba jodida, me sentía completamente sucia y dañada y eso ni la mejor máscara de pestañas o el mejor corte de pelo podría cambiarlo. No era de esa clase de personas que merecía el cielo y sinceramente había aprendido a convivir con ello.

Por eso no me importó que el dueño solo me cogiera por mi físico. Me cansaba y me parecía estúpido por su parte, pero lo importante para mí era que al final de mes tendría mi dinero. Lo que no quiere decir que a cualquier precio. Sabía que tenía uno, realmente todos lo tenemos aunque no se trate solo de dinero, pero digamos que él no tenía lo necesario para pagar mi precio. Y hace tiempo había aprendido que no debía temblarme la mano al defenderme.

Así que aquí estaba yo, a las 20.20h poniéndome la camisa negra con el logo del bar que me había dado el dueño y un par de vaqueros. Mi turno empezaba a las 21.00h y acababa a las 2.00, pero el bar estaba a veinte minutos andando de mi casa y no me apetecía nada en mi primer día llegar tarde. Un motivo por el que me había decidido plenamente a comenzar este trabajo era mi horario. Solo 5 horas, 3 días a la semana me parecía un chollo y más si se me pagaba bastante bien por ello, ya que decía que los fin de semanas el local se llenaba y necesitaba personal de más.

Cuando llegué al local aún quedaban doce minutos para las 21.00, así que pude tomarme unos tranquilos segundos para mirar a los que a partir de ahora iban a ser mis compañeros de trabajo paseándose de un lado a otro. Me di cuenta de que era la única mujer que parecía trabajar ahí y eso me extrañó, aunque he de decir que por lo general en los últimos años había empezado a preferir compañía masculina. A parte de por las razones obvias (tenían un culo mucho más atractivo y unas espaldas que me perdían), lo más importante era que no se metían en tu vida. Simplemente aceptaban tu amistad, sin pedir que lo entendieras o analizar cada una de tus palabras. Definitivamente, ahora mismo en mi vida eran mejor compañía. Lo que no significaba que nunca hubiera tenido buenas amigas, las tuve, Marie era una de ellas. La mejor chica que había conocido hasta entonces, pero ella decidió que yo había cambiado demasiado como para merecer su amistad y tal vez sí, tal vez lo había hecho, pero eso no hacía que me doliera menos.

- ¿Puedo invitarla a algo, señorita?- dijo una familiar voz de hombre a mis espaldas y yo di un pequeño salto.

Después me iréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora