*Pequeño sauce...

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¡Hola!

Como regalo de Navidad les dejo un chiqui capítulito, espero les guste, voten, comenten y compartan. Pásenla súper con su familia.

También les comento que el próximo domingo no actualizaré capítulo porque saldré de vacaciones y no tendré internet.

Feliz y Próspero Año Nuevo 2015, les deseo lo mejor de lo mejor y espero que me sigan apoyando.

Bye...

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Se sienta derecho en la banca, con una pierna sobre la otra, se muestra tan serio con el asunto que me causa gracia.

–Ya tenías un año viviendo aquí, y ya éramos grandes amigos, todos: Bella, Peter, Ann, Jacob, Violet, Michael, tú y yo. Desde entonces ya me gustabas pero no me atrevía a decirte porque creía que no sentías lo mismo y éramos todavía unos críos –se ríe recordando los viejos tiempos-. Como todos los días, salimos de la escuela en bola y no íbamos desintegrando conforme pasábamos por las casas de cada uno hasta que solo quedamos tú y yo, porque éramos y somos los que más lejos vivimos del centro.

"Íbamos platicando y jugando tranquilamente, observando las primeras decoraciones de navidad, todo casual y como cualquier otro día, hasta que se te ocurrió que hiciéramos unas carreritas al claro. Obviamente me llevabas una buena ventaja, en primera porque corres cómo si tu vida dependiera de ello, en segunda porque hiciste trampa y empezaste a correr antes de decirme que era una carrera y en tercera porque me detuve a recoger tu mochila que habías aventado por ahí para no llevar peso.

"Me dejaste atrás por cuadra y media. Iba lo más rápido que podía y no te alcancé hasta el inicio del bosque, y eso porque estabas parada. Te veías furiosa, estabas roja como una frambuesa y parecía que ibas a explotar en cualquier momento -ríe nuevamente-. Justo cuando llegué empezaste a gritar algo así como: qué rayos les sucede, cómo se les ocurre venir al bosque a cortar sus estúpidos árboles de navidad, para eso existen los aserraderos especiales y los que venden con raíz en las tiendas departamentales y los de plástico, para que no se talen más. Y por si fuera poco, no se conformaron con cortar solo uno, sino que cortaron uno para cada miembro de la familia, nada más faltaba que para el perro también cortaran uno... y blah blah –se carcajeó y esta vez no pude evitar unírmele.

Qué vergüenza.

-¡Oye! ¿Te estas riendo de mí? –me hice la ofendida.

-E-es in-inevitable, e-es que si hubieras vi-visto tu cara –se muere de risa.

-¡Oye! –golpeo su brazo.

-Tranquila –finge que le dolió pero no deja de reírse.

-Y luego –presiono dique seria para que continúe el relato y deje de reírse de mí.

-Pobre familia, estaban pasmados, no sabían que decir. Creo que tenían ganas de salir corriendo y la verdad yo si lo hubiera hecho, porque pobre del que se metiera con la naturaleza, no se la acababa contigo –dice seriamente-. Cuando se disculparon y ya se iban a ir les dijiste: y por si no sabían esos son pequeños sauces no pinos. Los señores salieron corriendo en su camioneta y me dio un severo ataque de risa, casi me matas con la mirada, tus ojos estaban tan oscuros que parecían cafés en vez de verdes de lo enojada que estabas. Luego se me ocurrió llamarte pequeño sauce y a ti te gustó y se hizo oficial.

-Me sigue gustando -admito con una sonrisa que no se compara con la suya-. ¿Qué paso después? –sentía que había más que quería contarme.

-El día de navidad, la familia llevó a tu casa diez sauces pequeños a manera de disculpa y nos pediste a todos que te acompañáramos al bosque a sembrarlos, bueno no, más bien nos obligaste. Cuando terminamos ya era tarde y estábamos cansados así que nos tumbamos en la nieve y empezaste una guerra aventándonos una bola de nieva a la cara de cada uno, fue la navidad más divertida de todos yo creo. Pero lo que nunca olvidaré de esa navidad...

Se queda callado con la mirada fija en sus manos, como avergonzado.

Ternurita.

-¿Qué? -pregunto curiosa.

Se lo piensa un rato y abre la boca un montón de veces pero no dice nada.

-Vamos, dime –insisto y lo miro con ojos de cachorrito.

Pone los ojos en blanco y se da por vencido.

-Yo también te regalé un pequeño sauce ese año y tú quisiste plantarlo en el claro, obviamente después de que todos se fueran. Me dijiste que sería símbolo de nuestra amistad porque iba a enraizar y crecer alto y fuerte como nuestra relación, de amistad, obvio –se apresura a decir-. Cuando lo terminamos de plantar te dije que me gustabas; recuerdo muy bien la cara de asombro que pusiste, casi se te salen los ojos, y aproveché ese momento para robarte un beso –sonríe orgulloso-. Fue el mejor regalo de navidad.

Siento las mejillas calientes y sé que parezco un tomate. No pude evitar sonrojarme ante la mirada que me dio cuando dijo lo del beso. Mi corazón se aceleró.

-¿Hace cuánto fue eso? –trato de quitar la atención de mí aunque sé que vio perfectamente cómo me puse roja.

-Hace tres navidades. ¿Quieres ir a ver el sauce que plantamos? –la idea lo entusiasma.

-Sí -acepto. La alegría que reflejan sus ojos me impide negarme, es lo menos que puedo hacer para agradecerle toda su compañía y amistad. Además tengo cierta curiosidad de ver cómo ha crecido el sauce desde entonces.

Avisamos a Rita que iríamos a dar un paseo y caminamos en silencio hasta el claro, pero no fue un silencio incómodo, sino más bien uno que conocía nuestros secretos: mis ocultos sentimientos y los de Ethan, un silencio que nos permitió expresar más de lo que se puede con palabras. Cuando llegamos me señala un delgado sauce de casi tres metros de altura, verde y frondoso gracias a las lluvias de la temporada. Lo reconozco, es el árbol en el que me recargo cada vez que vengo al claro.

-¿Qué te parece?

Especial.

Viéndolo ahora, destaca de entre los demás pinos, sauces y demás árboles de alrededor. Irradia tanta vitalidad que parece que brilla. Sin embargo, una rama en él desentona: sus hojas están de color marrón pero el viento no las tira. Puedo vernos a Ethan y a mí reflejados en ese sauce, él lleno de vida y optimismo y yo, herida, débil pero sin caer.

-Fuerte y hermoso, pero pronto el otoño llegará y las hojas marrón que tiene se extenderán como plaga sobre el resto y en el invierno todas caerán –digo sin dejar de observarlo, reflejando nuestra vida en él.

-Pero –levanta mi barbilla con su mano y me obliga a mirarlo a los ojos- como dices, es fuerte, sobrevivirá al invierno y volverá a llenarse de hojas verdes y sanas en la primavera –ambos sabemos que no hablamos solo del sauce.

Espero que sea lo suficientemente fuerte.

Camino hasta el sauce y me siento a sus pies recargándome en él. Ethan me mira y va al arroyo, dándome espacio.

¿Lo amaba? Le pregunto en un susurro al sauce y en respuesta sus hojas se mueven con el viento soltando un delicioso y relajante aroma.

-Supongo que también fue mi mejor regalo de navidad –pienso en voz alta.

Ethan voltea a verme estupefacto desde el arroyo. Camina hasta mí, se inca y me abraza.

-Te amo pequeño sauce.

No deberías...

No Te Recuerdo Where stories live. Discover now