Tanto dolor

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Nunca había sido desplazada por una mujer mayor que yo y eso me estaba irritando. Mientras Sandy Williams intentaba sacarme información lo único que podía hacer era recortarla y compararla conmigo. Su rostro era muy anguloso, tenía arrugas en la comisura de los ojos y los labios, su frente tenía marcas de fruncir el ceño constantemente, su cabello era rubio hasta los hombros y sus ojos azules y profundos, tendría, tal vez, unos treinta años; dudaba que fuera mayor que el detective, pero en este momento todo era una posibilidad.

—¿Isabel? ¿Estás escuchándome?— No...

—Sí— respondí con fastidio.

—Contesta mi pregunta entonces, cariño— ¿cariño?

—¿Qué edad tiene?— contesté en cambio.

—¿Eso que tiene que ver con...— la interrumpí.

—Lo justo es justo, tiene veinte minutos haciéndome cuestionamientos sin parar— la desafié con la mirada, ella no me agradaba y estaba segura de que yo no le agradaba a ella.

—Tengo treinta y cinco– respondió cruzándose de piernas—, ¿y tú?— este sería nuestro juego ahora.

—Veinte— contesté complacida, de ninguna manera Charles la preferiría a ella, él me cuidaba a mi, él y Johnson y todos los hombres, preferían a las jóvenes.

—¿Podemos continuar?

—¿Qué edad tiene el detective?— no pude aguantar la curiosidad, yo sólo quería que entendiera mi punto.

—Cumplirá treinta y uno la próxima semana— mordí mi labio con deleite, había ganado la guerra definitivamente.

—Continúe, no tengo más preguntas por ahora— me recosté en el sofá, ignorándola de nuevo.

Era pequeña de estatura y su cuerpo no era exactamente curvilíneo, tal vez esa sería una desventaja para mi, Callaghan siempre dijo que mi única imperfección eran los senos y las caderas y crecí odiándolos como tal, imperfecciones, si tal vez no me hubiera desarrollado el nunca me hubiera cambiado por otras niñas, quizá el no me hubiera castigado con tanta frecuencia por crecer...

—¿Te interesa mucho la edad de las personas?— logre escuchar a la distancia de mis pensamientos y miré a la doctora.

—Me interesa la juventud— contesté enderezándome.

—¿Qué es lo importante de la juventud?— ella no entendía nada.

—Es más atractiva, es limpia y es inocente— sonreí— y la gente atractiva siempre consigue lo que quiere—, era como escuchar hablar a Callaghan en mi cabeza, repetía sus palabras, podía sentir sus manos en mi cuerpo mientras lo decía, odiando cada momento.

—Háblame de Tristán Callaghan— fue su respuesta y trague seco, odiando el nombre de mi dueño saliendo de sus labios.

—¿Por qué?— entrecerré los ojos, incomoda con el sentimiento en mi estomago.

—¿Él te hizo mucho daño?— sentí que mis ojos se saldrían de sus órbitas.

—Callaghan me amaba— escupí—, ¡él me amaba y yo lo arruiné creciendo!— si las palabras que estaba diciendo eran tan estúpidas como lo estaba pensando en este momento, la doctora pensaría que estaba loca.

—¿Él te amaba?— asentí.

—Yo era su niña— susurré.

—Isabel... —Volví a interrumpirla.

—Él... se levantaba temprano por las mañanas para darme una ducha y luego me vestía— expliqué, ella debía entender lo que era el amor de Callaghan antes de juzgarlo—, desayunábamos juntos y luego se iba a traerme una hermanita... mis hermanitas casi nunca duraban mucho— una lagrima descendió por mi mejilla y la quite de inmediato.

Ojos tristesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora