El paraguas azul

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No le gustaba mentir, mucho menos con respecto a la parte oscura de su vida, pero por él haría cualquier cosa, como ocultar su turbio pasado, sus manos se encontraban sucias, llenas de sangre y lágrimas y él no podía hacer nada para remediar su error.

Pero si le preguntaban si se arrepentía de haber matado a ese hombre, diría que no. Aunque ello le llevara a la locura.

Cerró con fuerza sus ojos, la lluvia caía sin piedad sobre las calles frías y vacías de Hokkaido, sus cabellos se pegaron en su frente y escondió sus manos en los bolsillos de su abrigo, no recordaba cuantas veces había recorrido el mismo camino desde hace cinco años, pero era un recordatorio constante, casi como una película en blanco y negro, pasando lentamente por su mente. Haciendo que cada escena fuera más cruel que la otra.

Observó el gran mar, las grandes olas agitándose contra el viento, tal vez debería ir y refugiarse en su pequeña habitación, pero aún tenia una ilusa esperanza de que la lluvia limpiara sus pecados.

No se dio cuenta de que las lágrimas salían de sus ojos, cuando una pequeña mano chocó contra sus mejillas, su rostro se fijó rápidamente en el pequeño chico de paraguas azul, tomó suavemente el pañuelo que el menor tenía entre sus delgados y fríos dedos y limpió su rostro mojado, pero cuando quiso devolvérselo, ya no estaba.

K.T . Era lo único que llevaba escrito.

Tal vez podría comenzar una nueva vida, hacer la Ruta Yakuza, antes de que su vida empeore más de lo que ya estaba. Guardó el pañuelo en el bolsillo y siguió su camino, perdiendo con el sonido de las olas rompiéndose contra las rocas.

El viento sopló con fuerza, trayendo consigo un ligero aroma a sangre y un paraguas roto y azul, lo pudo tomar antes de que se alzara contra el viento y por alguna razón su corazón latió con fuerza, podía reconocerlo, a pesar de que fue casi unos segundos, podía hacerlo.

Corrió tan rápido como pudo, no tenía una dirección exacta, pero conocía las calles maltrechas de Hokkaido, cada rincón, cada sótano, cada rostro, saltó las gradas y volteó a la derecha, justo en el instante que vio a un hombre azotar un cuerpo pequeño contra la pared.

La sangre hirvió en sus venas, recordando nuevamente a la pequeña niña pidiendo auxilio, tomó al hombre desprevenido por la solapa de su sucia camisa y lo azotó contra las piedras del suelo, no era el mismo hombre, ese hombre se encontraba a miles de metros bajo el agua, pero podía verlo en su rostro.

Sonriendo maquiavélicamente.

-Si quieres al tuyo, encuéntralo. -La voz del hombre sonaba agitada, casi con un miedo escondido, pero eso no evitó que soltara un golpe contra su rostro, rompiendo su mandíbula. -¡Yo lo vi primero!

-Si no te largas, te mataré. -Tal vez no era su turno de cambiar de vida, tal vez podría servir a los jóvenes en peligro, llenaría sus manos de sangre, pero ayudaría a más vidas.

Por suerte el hombre se largó, con sus piernas tambaleantes y el rostro golpeado. Su corazón latía, más por la adrenalina que otra cosa, pero alejó sus pensamientos y se giró a ver el cuerpo del menor.

Yacía arrecostado en un rincón, temblando de frio y miedo, su camisa sucia y rota, con su pantalón a medio abrir, sus ojos celestes tan abiertos que por un instante pensó que saldrían revotando como canicas, pero lo que le amargó más fue ver el golpe en su mejilla, que dentro de poco cambiaría de color. Caminó lentamente, casi como si se estuviera acercando a un pequeño animal, se arrodilló a su altura y le cubrió con su abrigo.

-Estarás bien, pequeño conejo. -Tal vez fue lo último que el menor pudo escuchar antes de caer rendido en sus brazos.


*KagaKuro is Love*


No podía dejar de mirarlo, era pequeño y menudo. Había tenido que quitarle la ropa y se hubiese cortado las manos, antes de sobrepasarse con el pequeño conejo, pero no era ciego y no era un pecado ver su delgado y fino cuerpo, tal vez demasiado delgado para su gusto, pero él podría cuidarlo.

Le cubrió con las mantas que tenía y le dejó dormir, su habitación no era tan grande, ni bonita, pero se encontraba ordenada y estaba orgulloso de eso. Tomó las cosas que pensaba que el menor necesitaría comer, tal vez no se despertara, pero necesitaba mantenerse ocupado y no pensar en el pequeño joven semidesnudo que se encontraba en su cama.

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La "ruta Yakuza"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora