◎One◎

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Abrió los ojos cuando el sol veraniego le iluminó el rostro y el viento fresco de playa trajo el aroma del océano a sus fosas nasales. Se levantó de la cama y abrió las ventanas para que sus amigos también disfrutaran de la frescura.

Era su último día allí y no podían desperdiciarlo durmiendo, en un principio los llamó amablemente y ya luego perdió la paciencia, les arrancó las sábanas enfurecido y ni aun así se mosquearon. Hyunjin y Félix estaban profundamente dormidos; eso se debía a que se amanecieron jugando y viendo dramas y a Minho eso le molestaba. Habían ido a vacacionar a la playa justamente para disfrutar de la playa, no para estar encerrados entre las paredes del apartamento.

Frustrado de no conseguir mover ni un milímetro a sus amigos fuera de la cama se rindió. Se desprendió del pijama, se puso ropa cómoda, se colocó protector solar y abandonó el lugar. Si sus amigos no querían disfrutar del día, allá ellos, él no se acoplaría a sus burdos planes de seguir durmiendo pues no habían ido para eso, podría dormir todo lo que quisiera cuando volviera a su casa.

Recorrió el trayecto que lo distanciaba de la costa y sonrió ampliamente cuando sus retinas captaron la majestuosidad de la hermosura natural. La arena deslumbraba por el destello del sol y el mar se extendía hasta dónde no llegaba su vista. Se quitó las sandalias y llevándolas en la mano caminó sin prisa, disfrutando de la asperidad de la grava en sus pies y los relajó finalmente metiéndolos dentro del agua fría que impactaba contra la orilla, sintiéndose gratificado por ver la espuma avanzar y contraerse en un vaivén mágico. Era una maravilla ¿por qué sus amigos no podían disfrutarlo como él?

Volteó decidido a grabar en su memoria cada centímetro del escenario natural y mientras paseaba la vista por debajo de unas palmeras divisó a un joven. Estaba sentado frente a una mesa, donde apoyaba una laptop y otros extraños aparatos que el desconocía su uso. Llevaba unos enormes auriculares puestos y su vista perdida en la pantalla.

Minho soltó aire frustrado, era otro más que al igual que sus amigos no sabía apreciar la belleza de la playa.

Era un apuesto joven de cabello oscuro, pronunciada nariz, mandíbula fuerte y hombros anchos. De no ser por la inmensidad cantidad de objetos tecnológicos, él también podría ser un espectáculo de la naturaleza pues era sumamente precioso.

No supo especificar cuanto tiempo pasó admirando la belleza del chico hasta que delante suyo pasó un pareja paseando un perro y sus ladridos alertaron al tecnológico de que tenía púbico observándolo. Nervioso de haber sido descubierto decidió huir y antes de poder dar un mínimo paso lejos de allí ese chico lo llamó, provocando que todos los vellos de su piel se pusieran de punta.

– ¡Hey! – le gritó agitando el brazo.

– ¿Yo? – preguntó señalándose a sí mismo.

El muchacho asintió con la cabeza y le hizo señas para que se acercara. Y sin saber por qué le hizo caso se acercó dubitativo hasta él, una vez que llegó al frente suyo este se sacó los cascos.

– Disculpa que te moleste, sólo será un minuto. – habló el chico. Sorprendentemente su voz era cautivadora y Minho quedó embobado con ella. – Estoy trabajando en algo y necesito una opinión ¿puedes ayudarme?

– Si, claro. – aceptó tartamudeando un poco. – ¿De qué se trata?

El pelinegro se levantó de su asiento e invitó a Minho a sentarse en su lugar. – ¿Puedes escuchar esto y decirme si suena bien?

Minho se sentó en la silla, dejó caer sus sandalias en la grava y clavó la vista en la pantalla, en donde se visibilizaba un programa musical, de esos que sirven para componer melodías y ritmos. Él no tenía ni la menor idea sobre música o sobre componer música, simplemente disfrutaba de ella y temía no ser de utilidad. Pero no podía negarse a la petición de ese hombre, a su encantadora sonrisa y a sus hoyuelos.

White || CHANHOWhere stories live. Discover now