De Misato y Shinji

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Unos dicen que un día soleado es felicidad y los días nublados son tristes. A veces se dice que la felicidad está en el libre albedrío, mientras que otros, dicen que la felicidad está en vivir el día a día como si fuera el final de tu vida. ¿Acaso estaba bien generalizar la felicidad?

Bueno, para la joven Katsuragi Misato, la felicidad no era más que ir con su mejor amigo todos los días a ver el amanecer desde un pequeño sitio localizado las afueras de Tokio-3.

― ¿Lista para ir a nuestro sitio? ―un joven unos años mayor se acercó a la joven Misato que yacía en su cama con una gran sonrisa en su rostro―. ¿O prefieres quedarte aquí mientras esperamos que mi madre venga a regañarnos por habernos desvelado tan tarde jugando esas partidas del juego que claramente no te compre?

La menor estaba contenta con las palabras que su amigo le dedicaba. Esto era lo que ella estaba esperando desde que despertó.

―Solo si prometes bañarte conmigo cuando lleguemos―pidió ella, mostrando así una sonrisa dulce.

―Siempre pides lo mismo―respondió él.

―Lo sé―dijo ella―, es porque te amo, tontito.

Ikari Shinji, quien acababa de cumplir la mayoría de edad, estaba en verdad alegre por la actitud que mostraba la joven Katsuragi. Había sido un año de cirugías y hospitales, pero todo se resumía en la alegre noticia de poder mantenerse de pie por primera vez en su vida y moverse sin depender de su silla de ruedas.

Con cuidado, Misato fue tomada por el castaño de tal forma que ella abrazó su cuello, disfrutando de los pocos segundos que podía estar con él de esta forma. Tan pronto su trasero tocó la silla, mostró un rostro molesto ante la falta de mimos que recibía por parte del chico. Esto no pasó desapercibido por él, por lo que decidió darle un tienro beso en la frente mientras la peinaba con las dos coletas que usualmente ella usaba.

―Sabes que no puedo tenerte así siempre―dijo él mostrando cierta alegría a la vez que terminaba con el pelo de la menor―. Pero tal vez un día si pueda más.

―Solo falta una cirugía―susurró ella―, una más y podré ir contigo a dónde sea.

―Primero aprenderemos a caminar antes de correr, Misato―aclaró el joven Ikari mientras tomaba la silla de ruedas de su dulce compañera.

―Lo sé, lo sé; pero debes admitir que será divertido poder estar juntos más tiempo―indicó ella.

Shinji no podía estar más de acuerdo con sus palabras. Aunque llevaba toda su vida cuidando de Misato, en verdad apenas y podían pasar tiempo juntos que fuera considerado real y no solo un confort para la soledad de los hospitales en donde ella solía pasar la noche.

No fue una infancia fácil, pero no podía negar que el día que Misato llegó a su vida, fue el día que la felicidad invadió su corazón.

―Te amo, Misato.

―¡¿Qué?!

―Que pesas, Misato... le diré a mamá que deje de darte esos pastelitos―dijo Shinji mientras evadía la charla que se podría dar―. Tonta.

Sueños InfinitosWhere stories live. Discover now