Capítulo 22

72 11 26
                                    


Deyna.

Más dormida que despierta, me levanto adolorida por la fiesta de ayer y hago mis quehaceres para dirigirme a la cafetería. Entrando allí, saludo a Borris con una sonrisa y guardo mi bolso.

—¡Oh, Dios! Si supieras que he tenido la mejor noche de mi vida —exclama Cloe cuando ya estoy cogiendo la libreta de los pedidos.

—Si es sobre sexo, no me interesa —le contesto con indiferencia.

Ella aumenta su sonrisa.

—Pero si involucra al niño bonito, si te interesa —dice colocando una mano sobre mi hombro y abre sus ojos marrones más de la cuenta.

Mi mirada de desconfiada no deja sus ojos.

Anoche después de Dylan darme su regalo y decirme esas hermosas palabras que me hicieron sonrojar como una idiota enamorada, bebimos demasiado como para recordar todo con exactitud. Sin embargo, solo recuerdo verlo salir sin nosotros.

—¿De qué hablas? —inquiero con fastidio.

—¡Lo normal! Pase una noche caliente de puro sexo con el niño bonito. Y vaya que lo disfruté —suelta una irritante carcajada.

No tengo un espejo frente a mí para adivinar que mi rostro palidece por esa confesión y me libero de su agarre en mi hombro, dando unos pasos de atrás para mantener la distancia. Pero, aunque me niego a creer en sus palabras, lamentablemente parece muy sincera. No obstante, anhelo que no sea verdad y pido el inmenso deseo de disipar el inmenso dolor en mi pecho, pero es imposible porque se ha adherido ahí y no pretende salir.

—De seguro lo dices para joder —bufo negándome a creerle.

—Claro que no. Entiende que el niño bonito necesita saciar su sed con una verdadera mujer y no con una niña como tú —determina riéndose en mi cara.

Su sonrisa en medio de su escandalosa risa muestra hasta las muelas, haciéndome enojar más de lo que ya estoy, odiándola más con cada segundo que pasa. Además, si continúa hablando fracasaré en el intento de mantener mis manos quietas para no estrangularla.

—Deberías de ver el tamaño de su... —ella trata de seguir hablando, pero la interrumpo cuando mis ojos ya deben de estar rojo por retener las lágrimas.

—¡Calla!—gritocon frustración, pasándome las manos por mi cabeza y algunas hebras de mi cabellose enredan en mis dedos—. Contigo pudo haber tenido sexo, pero eso nosignifica nada. Solo es un claro ejemplo de lo envidiosa y puta que eres, peroten pendiente que eres como un condón, que después de usarlo, lo botan —digo tratando de convencerme más a mí que ella parasentirme menos miserable.

Aunque no debería de sentirme así, pero con la opresión en mi pecho es imposible. Paso una de mis manos sobre mi cuello acariciando esa pequeña cadenita de oro que me regaló anoche, esas palabras que dijo... no aguanto más. Corro al baño en la parte de atrás del local, cerrando la puerta detrás de mí. La risa y las palabras de Cloe se siguen reproduciendo en mi cabeza, torturándome sin compasión alguna y, en silencio, ahogo mis lamentables sollozos de un corazón roto.

Solo sé que antes de esa fiesta todo estaba bien, porque que me haga sentir tantas cosas sin necesidad tocarme, es algo que muy pocos logran... y él fue uno de esos pocos.

Ignorando eso, apoyo mis manos en el lavamanos frente a mí con la cabeza gacha, observo las cicatrices de mi autolesión de hace unas semanas a lo largo de mis brazos y suelto todas las malas palabras que conozco para liberar la ira, frustración y decepción que tengo en mi interior, pero no sirve.

Tus RizosWhere stories live. Discover now