II

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Aún luego de tantos años logras hacer que mi mundo de vueltas como si fuera la primera vez.

— Siéntate. Con cuidado.

La enfermera a cargo revisó las cortadas y moretones de la adolecente, mientras que ella simplemente permanecía  sin mover un músculo en la camilla en la cual se hallaba recostada.

Le limpió las heridas y las cubrió; le dió una pomada para los golpes y le dijo que se tomara un descanso de una semana para sanar su cuerpo.

— Por suerte no tiene ningún hueso roto, solo está golpeada, sanara en pocos días si tiene buen reposo.

Minho asintió una vez y la mujer dejó la habitación.

Separó los labios y tomando aire por la boca se dispuso a mirar a la chica. Sus labios estaban partidos, algunos cortes en su cuello y mejillas, también tenía un gran moreton en el pómulo izquierdo.

Ella suspiro tratando de sentarse en la cama, usando sus brazos como soporte. Minho la ayudo y ella lo miro a los ojos, entonces cuando la chica se hubo estabilizado, se apartó con suavidad, no quería que malinterpretara nada.

Tantas cosas que pateaban por salir de su boca, pero ni siquiera un murmuro lograba escapar.

Luego de un gran surco de silencio y cuando la chica hubo terminado las pastillas que le había dejado la mujer, Minho la miro de nuevo, recordando de el pasado los buenos momentos.

— La última vez que te ví, aún usabas brackets. — habló de pronto sorprendiendose a si mismo.

Yeji soltó una risa nasal, mientras una diminuta sonrisa se encajaba en sus finos labios.

— La última vez que yo te ví no tenías arrugas.

La niña estaba tomándole el pelo.

Minho la miro, indignación cruzando su rostro. Él no estaba tan viejo, por lo menos no tanto como para tener arrugas, es decir, pisaba los treinta y tres apenas; era imposible que tuviera arrugas si siempre cuidaba de su rostro.

Ella soltó una carcajada tomándose el estómago, mientras que una sonrisa temblorosa llena de nostalgia se instalaba en el rostro del Minho.

— Sigues siendo una molestia luego de tanto.

La niña río despacio.

— Sabía que me tenías registrada como insecto. No por algo siempre que íbamos a tu casa tenías un insecticida en la mano. Parecías un obsesionado.

Minho observó sus manos entrelazadas por sobre su abdomen y sonrió levemente.

La verdad era que eso había pasado solo una vez cuando Yeji tenía unos ocho años y él rondaba los dieciocho, y en aquel entonces cualquier bicho de cualquier clase lograba que trepada un árbol de cincuenta metros, sin embargo su nana lo había obligado a ayudarla a limpiar el sótano de la casa a que llevaba sucio bastante tiempo luego de la muerte del abuelo.

Su abuela solía contarle muy poco sobre el abuelo, pero ese día en medio de telarañas y polvo haciéndole estornudar como un loco, su nana se había sentado y le había echado una mirada llena de melancolía al lugar que estaba hecho un desastre.

La mirada de su abuela estaba un una fotografía bastante vieja de su casamiento, mientras acariciaba con suavidad la desgastada foto con una sonrisa comenzó a hablar:

— Tu abuelo siempre se traía un pequeño recuerdo de cada lugar al que iba. — barrió la mirada por el techo, recordando algunos viajes en los que ella misma había participado — Siempre comenzaba a gritar cuando tu padre tocaba sus cosas, decía que eran muy preciadas para él.

Joke [Pausada]Where stories live. Discover now