1

15K 1.3K 882
                                    

—¡Sorpresa!


Acababa de abrir la puerta de casa. Me quedé paralizada en el umbral, viendo como una enorme tarta de nata y chocolate estaba decorada con letras de chocolate blanco que rezaban: ¡Enhorabuena, Mia! Mamá y Giovanni estaban de pie al lado, sonriendo ampliamente mientras aplaudían. Sonreí ampliamente, mirando a mi alrededor. Habían colgado unos globos pequeños y dorados en la cocina.


—Pero... ¿qué ha pasado aquí?


—¡Enhorabuena, cielo! —mamá se abalanzó sobre mí, abrazándome con fuerza—. Sabía que no suspenderías nada, eres mi niña lista.


Le devolví el abrazo, sorprendida.


—Pero... sólo ha sido el primer año de curso mamá —intenté apartarme, pero me abrazó más fuerte.


—Sí, sí, lo sé, pero estaba tan emocionada... ¡las mejores notas de tu curso!


Forcé una sonrisa mientras se separaba de mí, sonriendo ampliamente. Giovanni, un hombre alto, moreno y con un pelo rubio teñido, vestido con un traje gris, se acercó y me dio un pequeño abrazo. Él sabía que no era propensa a las muestras de afecto con él, pero nunca había hecho algo para impedirlas.


—Enhorabuena, Mia —me dijo.


—Gracias.


—Bueno, ¿quién quiere un trozo de tarta? —preguntó mamá, blandiendo un cuchillo.


—Dame eso mejor, Margo —indicó Giovanni.


Nos sentamos todos en la mesa del comedor con un plato de tarta deliciosa delante. La comí sin decir nada, dejando que ellos dos parlotearan. Lo cierto era que me había costado adaptarme a la convivencia con Giovanni cuando había venido hacía casi ocho meses, pero poco a poco —y porque no me había quedado otra opción— había aceptado que su relación con mamá iba más enserio de lo que había creído en un principio.


Giovanni era el típico hombre divorciado dos veces que se ganaba la vida siendo el dueño y gerente de un generoso número de locales en la ciudad, además de ser empresario para vete a saber qué. Nunca me había preocupado demasiado por saber a qué se dedicaba, siendo sincera. No me importaba demasiado. El típico ricachón divorciado con un hijo que había conservado de su primer matrimonio y que ahora ignoraba completamente.


Lo cierto era que, seguramente, esa pequeña fiesta sólo era una excusa para despedirse de mí. A mamá no le hacía demasiada gracia que me fuera a vivir con papá durante las vacaciones otra vez, pero ya era mayorcita y podía elegir con quién quería quedarme. Había estado todo el primer año de Universidad en casa de mamá, ya que así me pillaba muy cerca. Sin embargo, el verano pasado me había unido suficientemente a papá como para ahora no querer separarme de él por más tiempo del necesario.


—Mia, cielo, sabes que si no quieres ir...


—Quiero ir, mamá —repliqué, cerrando la maleta con más fuerza de la necesaria—. También es mi padre.


—Sí, lo sé, pero estar separadas otra vez tanto tiempo...


—Mamá —supliqué—. Por favor.


—Está bien, está bien...


Suspiró agotada mientras bajaba las escaleras de hierro hasta llegara la entrada. Giovanni me dijo que el taxi esperaba. Ventajas de tener un nuevo padrastro que tuviera dinero; se acabó el transporte público.


PromisesWhere stories live. Discover now