Capítulo 12

14.9K 2.3K 984
                                    

—No estoy segura de si te maldigo o te agradezco el haberme pasado la gripe.

David sonríe ampliamente, paseándose por mi habitación y observando todo a su alrededor.

—No te preocupes, te mantendré informada de todo lo que pase. Tengo un don para enterarme de los cotilleos.

Me recuesto mejor en la cama. Aunque me he tomado la pastilla que mamá me ha dado, sigue doliéndome la cabeza.

—En fin, tengo que ir a acompañar a mi hermana a ballet —me dice, mirándome de nuevo—. Va a ser la protagonista en la obra que harán la semana que viene.

—¿Cuál es?

—La bella durmiente, creo. Se llama... eh...

—Aurora.

—Eso —me sonríe—. Te daría un beso de despedida, pero no quiero volver a contagiarme.

—Viviré con ello —bromeo tapándome la cabeza con la sábana.

David se va y no tardo en volver a quedarme dormida. En realidad, no estoy tan mal como pretendo. Soy de esas extrañas personas que disfrutan de estar todo el día tumbadas en la cama sin hacer nada más que mirar películas o series. Hoy es el turno de Freaks and Geeks. Ah, James Franco, si pudiera sacarte de esa pantalla...

La puerta se abre y mi hermano pequeño entra tapándose la nariz con una mano y sujetando una bandeja con la otra.

—Tu cena —anuncia, dejándolo junto a mi cama—. Mamá ha dicho que querrías estar aquí esta noche.

—¿Por qué te tapas la nariz?

—Porque si alguien va a contagiarme de algún virus algún día, espero que al menos sea una modelo rusa y no tú.

—Microbio —gruño, y luego sonrío. Lo agarro del brazo y tiro de él hacia la cama. Él empieza a retorcerse.

—¡Suéltame, culo gordo!

Lo sujeto de los brazos y hago un ademán de toserle en la cara, a lo que pone una mueca de asco y me mete un dedo en la nariz. Yo también me retuerzo y finalmente le toso en la mejilla. Él empieza a chillar hasta que llega mi madre, que nos encuentra peleándonos en mi cama.

—Pero, ¿qué hacéis? —pregunta.

—Ha empezado ella —dice Ty enseguida.

—¡No es cierto! ¡Él ha entrado en la habitación y...!

—¿No os puedo dejar a solas ni cinco minutos? —pregunta ella, molesta, y luego me señala—. Y tú, si estás tan sana como para pelearte, también estarás sana mañana para ir al instituto.

—¿Qué? Pero, mamá...

—Ni peros, ni peras —me dice, antes de mirar a mi hermano, que deja de sonreír enseguida—. Y tú, ¿has hecho tus deberes ya?

—¿Yo? Si no tenía...

—Tu profesora ha mandado un mensaje diciendo que tenías deberes de cálculo. No cenarás ni jugarás con ninguna maquinita sin haberlos terminado.

Así que al final los dos quedamos peor que antes.

***

Mientras estoy rebuscando en mi taquilla, perfectamente consciente de que es el primer día de la semana en que asisto a clase, no puedo dejar de mirar por encima de mi hombro. Tengo la sensación de que April aparecerá de un momento a otro y me sonreirá con dulzura mientras me dice cómo va a asesinarme dolorosamente.

En efecto, cuando cierro la taquilla, ahí está.

—Mira quién se ha curado —me dice con una sonrisa dulce.

Cuando todo llegueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora