Capitulo 4

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(...)El hombre valiente no es aquel que no siente miedo, sino el que conquista  ese miedo.
Nelson Mandela.

-Buenos días Emma – saludó Alexander asustándome.

-¿Qué haces aquí? – lo miré curiosa – tu faceta de acosador me molesta.

-A mí me encanta, más cuando es para verte. – guiñó uno de sus ojos grises y suspiré cansada – de todas formas vine para acompañarte. Y preguntarte cómo pásate la noche

-Bien gracias- respondí aun con gesto molesto. Todo él me molestaba. Era como ver un pequeño dulce en una vidríela y no poder comprarlo por la dieta. Frustrante y doloroso.

-Me alegro. Ayer no quisiste cenar conmigo, si te lo preguntara hoy tu respuesta sería diferente.

-Sería la misma

-Vale, me gustan los retos. Tengo dos días para invitarte una cena.

-No soy un reto – lo miré desafiante  

-Aun así lo intentare. –sonrió – No hemos tenido un buen comienzo chica ruda. Déjame demostrarte que lo puedo hacer mejor.

-No me gustas Alexander. En todo caso me irritas. No quiero una relación ni busco un  nuevo amigo.- le dejé claro - Así que serán en vano todos tus intentos. Porque en caso de que decidiera abrirme a la posibilidad de conocer a alguien tú no serias mi primera opción.

-Hieres mis sentimientos – se burló nada ofendido por mi desplante -  Déjame decidir si vale la pena o no el esfuerzo. Y te diré algo – susurró como quien contaba un gran secreto – mientes descaradamente mal – lo miré indignada – si cariño ambos sabemos que si sería tu primera opción.

-Y eso lo sabes ¿por?  

-Los ojos no mienten cariño.- declaró y me miró con ternura. Lo miré indignada y seguí caminando. Los hombres me miraban con deseo no con ternura.  

Entramos en una espaciosa sala de reuniones y seguí dándole vuelta a las palabras de Alexander. No le mentí al decirle que no estaba abierta a relaciones. Era bastante recelosa con mi círculo más cercano de personas y no estaba en mis planes incluirle alguien más. A pesar de eso no podía negar que el rubio me tenía toda curiosa e inquita a su alrededor. Era un hombre seguro de sí y eso me tenía fascinada. Su presencia era toda una tentación y ese era el motivo para querer mantenerme alejada de él. Demasiado peligroso. No podía caminar hacia un volcán en erupción sin antes resistirme. Tenía que recordar mis reglas y seguirlas. Al menos la más importante, no relacionarte con nadie del trabajo y Alexander era definitivamente alguien del trabajo, era el jefe.

La reunión fue fácil, todos sabíamos por qué estábamos ahí. Teníamos que bombardear el público con información sobre los nuevos casinos. Era un proyecto arriesgado y nuestro cliente lo sabía. Ganar la aceptación para un único local era difícil, hacerlo para tres en un mismo periodo de tiempo era casi imposible. A pesar de eso el señor Breslin, nuestro cliente tenía puesta su confianza en nosotros e íbamos a hacer todo lo posible por retribuírselo.

Me despedí de los que serían mis compañeros por dos meses y salí del edificio. Quería explorar la ciudad y este viaje me había dado el pretexto perfecto para hacerlo. Pesar de que vivía relativamente cerca nunca había encontrado el chance para hacerlo.  Además, de que contaba con el tiempo.

Mi estadía aquí era solo para participar en dos reuniones. Acababa de salir de la primera y la segunda no sería hasta mañana. Adiós preocupaciones por hoy, hola relax.

Decidí caminar de vuelta a donde me estaba hospedando y curiosear por el gran boulevard.

Entré a una de las tiendas para comprar un regalo a Dani. Faltaban pocos días para su cumpleaños y no sabía si iba a tener el tiempo para buscar algo cuando estuviera de vuelta a casa. Conocía bien a mi amigo, pero siempre me era complicado saber que elegir. En realidad, me era difícil comprar un regalo a todos en general. Lo encontraba molesto y tedioso. Pocas veces se complacía al receptor del regalo. Y era frustrante ver sonrisas fingidas cuando me había pasado horas en busca de algo perfecto.

Rompiendo las reglasWhere stories live. Discover now