La Ruta 89

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Venían tras él, lo podía sentir...

Asustado giró la cabeza hacia todos lados, como si esperara que en cualquier momento algo saliera de las sombras para engullirlo de un solo bocado. No desperdició más tiempo, salió corriendo tan rápido que sus rodillas crujieron con un ruidoso crack. Tenía que ser más veloz que ellos, más ágil. Si lo alcanzaban sería su fin o peor, el comienzo de una gran agonía interminable.

Llegó hasta una carretera desolada y una chispa de esperanza surgió en su interior. Si tenía suerte podría pasar un auto que lo sacara de aquel infierno en el que se había metido. ¿Cómo fue tan estúpido? Debería haberse dado cuenta desde el primer instante...

Todo destello de esperanza que albergara se extinguió cuando vio la señal de transito alicaída a un lado de la carretera. En ella unos números plateados y desgastados se podían apreciar gracias a la espectral luz de la luna que las bañaba. En su cabeza comenzó a repetirse la misma palabra una y otra vez "No, no, no, no...".

Horrorizado, sin terminar de asimilarlo del todo, comprobó que se trataba de la ruta 89, la cual había sido clausurada hace muchos años cuando la mayoría de vehículos y personas que se aventuraban a entrar nunca volvían. Era un viaje sin retorno. A lo largo de los años muchos rumores habían corrido sobre lo que pasaba allí. Se creía que era un lugar encantado, maldito o abandonado por Dios. Ninguno había estado remotamente cerca de la verdad. Lo cierto era que nada de eso tenía relevancia cuando se conocía la realidad que se escondía detrás de esta.

Siguió avanzando por el camino que se extendía ante sí. A pesar de su mala suerte no se podía detener, no cuando con cada segundo que pasaba ellos se acercaban un poco más. El cansancio empezaba a hacer mella en él agarrotándole los músculos, volviendo su vista nublosa, la respiración pesada y su mente un caos.

De improvisto, a lo lejos, se escucharon aullidos que eran una mezcla de lamento, rugido y gorgoteo. Se le heló la sangre, apuro el paso y cayó. El pavimento de la carretera estaba congelado contra su mejilla adolorida por el golpe, no podía pensar nada coherente mientras intentaba levantarse. Sus piernas apenas podían sostenerlo sobre sí mismo, trastabilló unos pasos, pero le era imposible continuar. Los aullidos cada vez más cerca lo inundaban de un pánico atroz.

Una idea destelló en sus pensamientos: si no podía huir esconderse era su mejor opción. Haciendo uso de las pocas fuerzas que le quedaban se internó nuevamente en el bosque de pinos tan altos que parecían edificios. Quedarse en el llano suelo sería un error, las fieras lo encontrarían de inmediato. Miro a los enormes pinos y, sin tener una mejor idea, procedió a escalar al más accesible que halló.

Sus manos casi no respondían a sus ordenes, era como si se revelaran contra él justo en el momento menos indicado. Subía lentamente cada rama, rezando internamente para que soportaran su peso, para que no lo dejaran caer a un destino incierto. Cuando vio la carretera, como una línea lejana bajo él, dejó de escalar. Esperó pacientemente durante un largo rato, pero no escuchaba ni veía señales de sus perseguidores. Exhaló un suspiro, estaba a salvo.

Un dolor agudo le atravesó el hombro dejándolo desconcertado por un instante. Bajó la mirada sorprendido y se llevó una mano donde, en ese momento, lo traspasaba una flecha dorada de gran envergadura. Al tocarla sintió tal agonía que, sin poder evitarlo, su cuerpo se desplomó entre las ramas de los arboles hasta llegar a la tierra que lo aguardaba con brazos duros y fríos.

El vacío lo envolvió otorgándole un último momento de paz antes de que la pesadilla lo reclamara. Al volver en sí lo primero que notó fue que todo su cuerpo dolía, quemaba, lo asfixiaba; con un gemido forzó a sus ojos a abrirse, grave error. Frente a él se encontraba una manada de perros rabiosos que lo estudiaban mostrando sus fauces abiertas como señal de amenaza. Paralizado por el terror no se dio cuenta del verdadero peligro que se cernía ante él. Solo cuando una voz se abrió paso en el silencio de la noche fue capaz de despegar su mirada de los afilados colmillos que lo acechaban.

La Cuenta Cuentos  -【Cuentos Cortos】Where stories live. Discover now