14. Presentimiento 👽

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Dicen que es lo que haces
Yo creo que depende del destino
Está enlazado en mi alma
Tengo que dejarte ir
Tus ojos brillan tanto
Quiero salvar esa luz
No puedo escapar de esto, a menos que me muestres cómo
Cuando sientas mi calor
Mira en mis ojos
Es donde se esconden mis demonios
No te acerques demasiado
Está oscuro dentro
Es donde se esconden mis demonios.

Demons, Imagine Dragons


🌌


Finalmente, el bendito domingo llegó. Era el día que Kaori más ansiaba esa semana, ya que tendría a sus dos Fufus en la casa. Podría desayunar junto a ellos, molestarles, hacerles jugar, o meterse en lo que fuese que hiciesen ambos. Apenas abrir los ojitos esa mañana, miró el despertador; aún era temprano, así que decidió dejarlos dormir y darles una sorpresa. Su obāsan Haru, le había enseñado el invierno pasado -antes de que los Ming la adoptasen-, cómo poner a calentar agua en la pava eléctrica. Así que, al cabo de unos minutos, ya tenía las tazas con saquitos de té y varias tostadas listas.

Preparar el desayuno era tarea fácil.

Cada vez faltaba menos para que Almien se fuese, y Kaori cada día, sentía la melancolía apoderarse un poquito más de su consciencia. Esa era la parte verdaderamente difícil. Reconocer que un alien estaba en su cuerpo y se acoplaba tan bien a ella, pero en algún momento se iría, era como ser consciente de que en cualquier momento, podría perder a su osito de peluche favorito. Y esa era una gran desgracia para cualquier niño. Perder algo que daba tanta seguridad, que se convertía en un amuleto sin saberlo, podía ser catastrófico. Pero para la tranquilidad de Kaori, Almien le había regalado un pequeño recuerdo de cuando era bebé.

Éste se reproducía como un vídeo a través de sus sueños, demostrándole que Almien era inherente a su ser.

En una secuencia, ella estaba en una canasta en la puerta de la casa de su obāsan, esperando a que alguien saliese y apaciguase su llanto. En una inminente lluvia, unas gotitas mojaron su frente: Almien había llegado y serenado su malestar de abandono. Segundos después, una señora muy anciana abrió la puerta. La incredulidad la invadió, llevó las manos temblorosas a su cara con asombro. Miró a los alrededores y levantó la canasta. Las lágrimas no se detuvieron cuando reconoció a la recién nacida de sus vecinos.

Allí comenzó la vida de Kaori junto a su obāsan, quien por cierto brillaba mucho. El corazón de su abuelita parecía un Sol, y con el pasar de esos años, Kaori siguió viendo soles en otras personas. Las luces le transmitían paz, le hacían sentir seguridad. Incluso en el trágico accidente con los Ming, Kaori había visto su propio sol salirse de su cuerpo. Ahora su alma habitaba dentro del frasco y tenía que protegerlo.

De otro modo, Almien podría esfumarse en un desliz, y con ello, se llevaría su capacidad de seguir viendo las mágicas luces que le daban tanta esperanza. Por eso, ya no se trataba sólo de Almien aprovechando ese tiempo junto a sus Fufus. Kaori también debía hacerlo antes de olvidar a su buen y fiel amigo.

Sin él, no estaría ante tan grandiosos padres.

Al notar que sus Fufus todavía no despertaban, decidió que era momento de ir por ellos. No podía ser que durmiesen hasta el mediodía, tenían que disfrutar de las horas de sol. Tenían que disfrutar del tiempo que les quedaba juntos. Porque, luego todo lo referente a Almien, al menos para Kaori, sería historia.

—Kaori, ya despertaste.

JongIn sonrió apenas salir del baño y se aproximó a pellizcarle una mejilla con suavidad.

—¡Sí! ¡Hice el desayuno, así que dile a Fufu KyungSoo que venga rápido o se enfriará!

—Él todavía está durmiendo —susurró con un gesto de silencio—. Pero, podríamos llevárselo a la cama, ¿qué te parece?

Almien II. Raíces del Espacio 🌌 (KaiSoo)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang