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Él todavía recuerda su rostro, demacrado, hundido, exánime, su piel como una delgada tela transparente, un velo rasgado, el papel diáfano por cuya superficie Kakashi podía notar todas las pequeñas venas como una telaraña detrás de una luz al otro lado de su cara.

Cuando Kakashi lo encontró tirado en el suelo, muerto, no lo entendió.

Había algunos otros que quizá lo entendieron; el Hokage, Minato y unos pocos compañeros de la guerra que murmuraron algún par de cosas en el centro de su casa, con los ojos siempre fijos al charco de sangre que había a mitad de la sala con la forma flácida de su padre marcada.

Kakashi recuerda apenas algunas cosas, él no estaba muy a menudo en su casa cuando Sakumo simplemente se dejó arrastrar por el dolor y la crítica y se encerró como un extraño fantasma entre las habitaciones. Su cuerpo pesado, la espalda curva, aquella fina capa de grasa en su cabello apelmazado sobre sus ojos sin fondo, oscurecidos como dos pozas de un profundo lodo detrás de sus párpados cansados.

Había estado frustrado y avergonzado y lo había rechazado como hizo el resto de la aldea. De pie en las escaleras de su casa Kakashi notaba su sombra en el pasillo, sus ojos suplicantes sobre algo que un niño como él no entendía, que no comprendía ni tampoco quería.

Sus puños se apretaban debajo de su cuerpo cuando Sakumo se arrastraba en el suelo de la sala y le hablaba con aquella voz opaca y profunda como si hubiera alguna especie de humo y ceniza en él. Decía su nombre, lo llamaba, sus ojos profundamente bañados por el velo de la humillación, de la derrota.

Y Kakashi corría fuera, se marchaba con el ceño fruncido mientras ignoraba a su padre y fingía que no lo miraba, que no lo escuchaba, que no lo necesitaba o no lo extrañaba.

Él solo quería que las cosas fueran como antes. Él solo esperaba poder entrar un día y ver a Sakumo de pie, recuperado, orgulloso, listo para dejar de ser un cobarde, listo para enfrentar el mundo y continuar. Continuar con él.

Cuando Kakashi abrió la puerta aquel fatídico día y se encontró con la horrenda escena de su padre en el suelo, pudo escuchar como un eco la sombra de las últimas palabras que le había dicho algunos días atrás.

"Siempre has sido fuerte sin mí"

Ahora, muchos años después, Kakashi piensa en esas palabras, piensa en ellas con la culpa que lo sigue, con las imágenes de su padre insistiendo en hablarle en contra de sus rápidos huidas, del sonido de sus pies en la entrada, de las miradas malas que le daba mientras se rehusaba a escucharlo, a sentir lástima. No iba a compadecerlo. No iba a escucharlo. Era un cobarde. Un traidor. No lo comprendió. Lo abandonó.

Aquella voz en su mente todavía insiste en esa idea. Si hubiera estado ahí, si hubiera podido estar ahí, quizá le hubiera hecho bien, quizá él no hubiera terminado de esa manera.

Pero entonces era tarde, muchos años tarde.

Sentado debajo de un cielo lleno de estrellas se pregunta seriamente si realmente fue su culpa. Lo había alejado. Le había hecho pensar que era lo suficientemente fuerte para estar sin él. Le había hecho creer que no le importaba. Le había hecho creer que no lo necesitaba.

Hurgando en sus recuerdos Kakashi se castiga a sí mismo. Si pudiera cambiar ese hecho, quizá lo detendría, quizá no lo evitaría, no correría, no se escondería tras su indiferencia como la única arma que podía utilizar mientras su padre se alejaba, mientras lo dejaba alejarse, en realidad.

Pero entonces realmente no podía cambiar el pasado, Sakumo se había marchado.

"Siempre has sido fuerte sin mí. No me necesitas, si yo me fuera, en realidad no te haría falta. Te haría bien".

Levanta los ojos en el momento en el que Gai deja ir el aire fuertemente en un suspiro cansado y derrotado. Sus ojos pequeños lo observan sin mucha emoción, no más allá de una resignación flácida y agotada, un leve ceño fruncido, la rendición, la resignación.

— ¿Me estás escuchando, Kakashi? — sus labios sin sonrisa se aprietan y forman una línea blanca, agria.

Y Kakashi quiere decir que sí, quiere asentir y decirle que se quede pero entonces él realmente está demasiado hundido en sí mismo. No puede.

— ¿Mnh? ¿Dijiste algo? — suelta en su lugar de mala manera y Gai cruza los brazos con enfado. Parece harto.

— Kakashi, ¿no te importa lo que te estoy diciendo? — Sí.

— No — y Gai frunce más profundamente ante su respuesta, indignado, fastidiado. Se pone de pie de golpe y lo mira con dolor.

— Bien, si no me necesitas. Entonces me voy — Gai aprieta los puños cuando Kakashi no dice nada, cuando gira el rostro a un lado, sobre las letras de su libro como si estuviera agradecido.

Detrás de él los pasos de Gai aplastaron la grava cuando se alejaron, cuando su presencia suspendida se deslizó más atrás.

Y Kakashi quiso gritarle que se quedara, quiso remediar el error que había cometido con su padre, quiso hacer algo más que ser él, algo más que estar atrapado en esa constante inclinación a no aceptar su debilidad. Le había hecho creer que no lo necesitaba. Lo había hecho, otra vez.

Apretando los ojos Kakashi mira el rostro de su padre, su perfil demacrado y decepcionado. Estarías mejor sin mí.

Te dejaré. Siempre has sido fuerte sin mí.

Y cuando Kakashi siente el impulso de llorar, la grava suena una vez más a su lado en pasos firmes y fuertes que lo hacen girar.

— ¡Kakashi! — Gai frunce con la expresión de un niño pequeño y lo mira — ¡Se supone que deberías ir detrás de mí! — dice como un reclamo y se ríe. Y su sonrisa es franca y unos momentos lo contagia.

A su lado, Gai se tira en el suelo y comienza a hablar de nuevo.

Y esta vez Kakashi baja el libro y le pone atención.

En su mente, hubiera deseado que su padre fuera un poco más como Gai. Hubiera deseado que también regresara, que no le hubiera creído, que hubiera sido necio y torpe como Gai. Que lo hubiera querido como Gai.

Y entre la espesa oscuridad de la noche, entre la historia dramática de Gai, Kakashi cree que si fuera un poco más valiente tomaría su mano. Si fuera un poco menos cobarde le diría que no lo abandonara, que no se alejara.

Sin embargo, Kakashi confiaba en que Gai se quedaría sin importar nada. Quería pensar que no importaba que dijera, Gai no se rendiría con él, jamás. 

Mi querido Gai [KakaGai Day 2020!]Where stories live. Discover now