Capítulo XXII

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✨ CAPÍTULO 22

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CAPÍTULO 22. Aikido

Hora cero

El pie de Tirana golpeaba rítmicamente el suelo mientras los dirigibles sobrevolaban el centro de Madrid. "El plan Chernóbil elevado a su máxima potencia", pensó con ironía. No podía evitar sentirse ligeramente nerviosa, pues sabía que eso no acababa ahí.

Las pantallas del centro de Madrid no tardaron en iluminarse para dar paso a la imagen del Profesor, con una máscara de Dalí sobre el rostro. La máscara. Su símbolo. Al principio sólo hubo silencio, un silencio que lo inundó todo, que captó la atención de los cientos de personas que, extasiadas por la cantidad de dinero que caían del cielo, no podían evitar mirarse las unas a las otras con desconcierto.

Ese silencio sólo fue roto en el instante en el que el Profesor soltó la primera bomba.

- Este mensaje es para los que sentís esta máscara como un símbolo de la resistencia: os necesitamos – Tirana se sabía el discurso de memoria, pues ella misma había ayudado al Profesor a elaborarlo. Tenía que ser lo suficientemente directo como para llegar al corazón de las personas - El Estado nos ha declarado la guerra. Una guerra sucia. Y hemos decidido plantar cara – llevó las manos a la máscara para dejar su rostro al descubierto – Han detenido en un país extranjero a uno de los nuestros. Aníbal Cortés – hizo una pequeña pausa – Hace ya más de dos meses de esto, y aún no se ha abierto un sumario judicial. Lo tienen cautivo, en paradero desconocido y, muy probablemente, lo estén torturando. El Estado ha iniciado esta guerra – su tono fue adquiriendo cada vez más dureza – Y no nos vamos a esconder. Vamos a pelear. Golpe por golpe. Y, esta vez – una pequeña sonrisa se formó en su rostro – Vamos a robar a lo grande.

Mientras esperaban la orden del Profesor, se fueron organizando. Nairobi y Tirana terminaron de arreglar su traje militar y cogieron las armas que Kansas les tendía. Una presión se instaló en el pecho de la pelirroja cuando tuvo el arma entre sus manos, y no pudo evitar sentirse ligeramente mareada. Se calmó cuando sintió una mano robusta apoyada sobre su hombro.

- Todo bien, Tir – dijo Helsinki – Ya verás.

- Lo sé, grandullón – respondió esta, obligándose a esbozar una corta sonrisa.

Mientras el serbio se alejaba, Tirana recordó la primera vez que había cogido un arma tras la muerte de Berlín.

"Todos se habían reunido a las afueras del Monasterio. Sergio y Lisboa les esperaban con un gran número de armas y varias latas de refresco. Esa imagen transportó a Tirana a sus días en la casona de Toledo.

Helsinki no tardó en dirigirle una asustada mirada, pero ella le sonrió con aires tranquilizadores.

- La entrada en el Banco de España será más dura que el atraco a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre – comenzó el Profesor – Iremos con todo, y la policía también – les advirtió – Es por eso por lo que es necesario que tengáis un absoluto dominio de las armas que manejaréis allí dentro.

TIRANA {Berlín-Palermo} - LCDPWhere stories live. Discover now