Interludio Liana

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INTERLUDIO

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INTERLUDIO

LIANA

Estaba furiosa.
Furiosa porque no toleraba que la menospreciaran como Sebastian lo estaba haciendo. Furiosa, porqué no quería verse vulnerable y dejar salir todo el dolor que le provocaban sus humillaciones.

Se paseó como gato enjaulado en su habitación. Un antiguo poster con la imagen de una de las playas de Tahití decoraban parte de la pared.

Intentó calmarse. No podía.

Resoplaba como un toro a punto de embestir.

Los ojos se le aguaron. La garganta se la apretó, y en un impulso de rabia liberada arrojó lejos una silla donde descansaban un par de pantalones. El artilugio chocó contra un espejo haciéndolo añicos, dejando su reflejo fragmentado en cientos de trozos esparcidos sobre la alfombra.

Cayó de rodillas. Le dolía el pecho, le dolía en lo más profundo de su alma.
Agarró un trozo de espejo con la mano y se miró en él. Parte de su mejilla izquierda y su ojo le devolvieron la mueca adolorida y un par de lágrimas rebeldes.

Arrojó el vidrio lejos y se sentó, abrazándose las piernas.

Ella era hermosa, seductora. Lo sabía, tenía el amor propio y el ego suficientemente inflado como para saber que atraía todas las miradas masculinas y femeninas sin siquiera hacer un esfuerzo. Se sabía bellísima.
Entonces ¿por qué él no lo notaba?

¿Por qué no la veía?

¿Por qué el menosprecio constante?

Cuando decidió trabajar para él lo hizo a sabiendas que era poderosa y lo convenció que sin ella nada podría funcionar ni llevarse a cabo, y mucho menos, mantener a todo el equipo bajo su control, considerando que la misión a la que estaban designados era algo que no querían hacer.

Y solo por ello la había destinado como su mano derecha.
Había una atracción letal entre ambos, lo sentía y adoraba ese juego de miradas, besos robados, y caricias en la oscuridad.
Pero el último tiempo ya no era lo mismo. Sebastian se había alejado, ya no la miraba como antes y tampoco le hablaba como solía hacerlo: de esa forma particularmente insinuadora, como si entre ambos compartieran un secreto.

Ese método de lenguaje en códigos y señas había desaparecido. La última vez, antes que aquel contacto se rompiera por alguna causa, ella había acabado en su cama. Una noche que no sacaba de su cabeza, donde había entregado todo de ella y estaba absolutamente segura que él también le había dado todo de sí, porque nadie se revolcaba de la forma en la que lo habían hecho por mera calentura.

Se secó las lágrimas cuando recibió un mensaje en su celular.

"25.2744°S – 133.7751°E"

Rodó los ojos y se puso de pie. Se limpió la cara, cepilló su pelo, maquilló sus mejillas y actúo con absoluta dignidad cuando abandonó la habitación.

Crossroads • A Través del Tiempo {Libro 1}Where stories live. Discover now