Capítulo Cuarenta y dos

4.5K 438 247
                                    

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.



Pitidos... pitidos... el olor antiséptico. Podía escuchar pasos amortiguados, voces susurrando en los pasillos del hospital, el localizador de un doctor apagándose. Mis manos temblaban. Mi garganta se sentía seca. Todo en lo único que podía pensar era en la reciente información que el doctor nos brindó luego de una serie de exámenes.

Quería irme a casa.

Odiaba los hospitales.

Se escucharon llantos desgarradores desde algún punto del hospital. Llevé mi vista hacia las ventanas y miré a un grupo de enfermeras y doctores corriendo por los pasillos.

Odiaba los hospitales.

Odiaba los hospitales.

Me sentía agotada, cansada. Sólo quería quitarme esta bata, ducharme y acostarme en mi cama. En mí cama, no en la cama de un hospital.

Desvié mi vista de las ventanas y la llevé a mis manos, seguían temblando. Una lágrima se escapó de mis ojos y la limpié rápidamente con la manga de la bata. Las manos de Killian sujetaron las mías con fuerza, al verlas temblando. Eventualmente dejaba besos sobre ellas, pero no pronunciaba palabra alguna. Lo podía sentir pensativo, cada cosa que hacía era dubitativa. Killian no era una persona callada. Honestamente, en estos momentos no quería al Killian callado, no a ese Killian. Pero tampoco quería al parlanchín... no sabía lo que quería.

Error: quería que me abrazara y que me mintiera diciéndome que todo va a estar bien.

Tal vez, porque me sentía vulnerable.

La puerta de la habitación se abrió, dejando a la vista a Adriano y Rosa. Les había arruinado su maldita noche, pero Jesucristo me guardara si no le avisaba de que me encontraba en el hospital. En realidad, fue Killian quién los llamó sin necesidad de que yo le dijera.

Papá se acercó a mí y me envolvió en un abrazo, en donde aproveché para acurrucarme en su pecho e inspirar profundo su colonia cara.

No llores.

No llores.

Sólo respira.

—¿Estás bien, amorcito? —me preguntó en noruego. Había preocupación en su voz. Yo solo asentí—. Ya nos vamos a casa. Sé que te asustan mucho los hospitales.

Besó lo alto de mi cabeza y se alejó para buscar mi mirada. Me sonrió, diciéndome claramente que todo iba a estar bien. Pero, ¿en serio iba a estar todo bien?

—Te hemos traído ropa limpia —dijo Rosa con cautela—. Si quieres puedo...

—Dámela a mí —la cortó Killian, poniéndose en pie—. Yo lo hago. A ella no le gusta que la miren.

Luego de que papá y Rosa salieran, dejé que Killian me vistiera. Él había sido el último chico que me había visto desnuda, después de todo. Hizo demasiadas cosas con mi cuerpo desnudo, después de todo. Yo... todavía me sentía cómoda estando desnuda frente a él, después de todo. Así que no me importó en absoluto que se tomara el atrevimiento. Además, por nada del mundo iba a dejar que Rosa lo hiciera o alguna enfermera.

Mi Peor Pesadilla © | vieja versión |Where stories live. Discover now