Capítulo único

104 21 27
                                    

Como una pintura nos iremos borrando.
Como una flor, nos iremos secando.

Al entrar en la cabaña fue recibido con un cálido ambiente. La luz filtrada por las ventanas daba tonalidades anaranjadas a la casa, la chimenea encendida irradiaba calor y el olor a manzana con canela le hacía perderse en un maravilloso limbo del cual no quería escapar. Amaba estar dentro de esas paredes del más fino ipé.

Con cuidado retiró la bufanda y quitó su grueso abrigo para dejarlo en el perchero. Cuando llegó al escalón de la entrada se descalzó, y al tocar la afelpada alfombra debajo de sus pies se sintió como en casa.

Por un momento le extrañó no ver a YoonGi merodeando por ahí, hasta que este salió de su escondite acarreando material desde su estudio hasta el centro de la sala.

Ni bien el pálido notó la presencia de su novio, dio un brinquito de felicidad que le hizo soltar las cajas que cargaba.

Corrió para quedar delante de él, tomó su cuerpo y lo pegó al suyo rodeándolo con un delicado abrazo y un suave beso sobre su frente.

—Bienvenido, mi pequeña estrella.— JiMin adoraba ser consentido de esa forma, le hacía sentir como un frágil bibelot de porcelana.

—Hola, GiGi.— JiMin aprovechó la distancia entre ambos y frotó sus narices dando una tierna sonrisa que hizo sonrojar a su compañero.

YoonGi estaba ansioso por comenzar a dar vida a su nueva creación. Agarró la mano de JiMin, lo llevó hasta dar con un banquito delante de un ventanal y lo sentó ahí. El chico de mejillas regordetas parecía desorientado, aunque sabía perfectamente los propósitos de su estadía. La rutina de ser el modelo ocasional de YoonGi se transformó en parte de sus quehaceres habituales, se había convertido en su musa personal.

Le relajaba tener esa atención, exclusiva para él. El lienzo, frascos de pinceles, paletas sobre distintas mesas y una cámara delante de él le daban reconocimiento a su nombre sin rostro. Su reconocimiento.

—Necesito que te pongas esto.— YoonGi le tendió una bata de seda en color bígaro y un par de zarcillos.— La tela acomódala de forma que quede más abajo de tus clavículas.

JiMin bajó del banco y se dirigió hasta el baño cerrando la puerta con pestillo. Se despojó de su ropa hasta quedar semi desnudo y amoldó la bata a la silueta de su torso, luciéndola cual príncipe. Cuando tocó el turno de la joyería decidió observarla por un breve instante. Los pendientes eran áureos, su caída terminando en una preciosa flor contrastando con una bruñida y suntuosa perla en la cima. Se observó al espejo, algo le faltaba. Buscó entre los cajones y cogió un rizador.

Una vez listo fue hacia la sala. YoonGi se miraba entretenido preparando las pinturas, separando cada una a su gama correspondiente.

—Hyung, los aretes son muy bonitos.— JiMin fingió posar a la par que los hacía resaltar sobre sus orejas.—¿Dónde los consiguió?

—En realidad, mi pequeño saltamontes, los mandé a hacer para ti.—Una agradable risita escapó de los labios de JiMin.—Haría lo que fuera por ti, mi Luna.

YoonGi posó sus manos sobre las mejillas del otro y juntó sus labios con los suyos para dar muchos besitos al dueño de su vida. JiMin sintió lágrimas escurrir por sus ojos y no pudo evitar sorber su nariz, sólo YoonGi lograba que sus emociones estuvieran a flor de piel.

Su sentir tenía un bello y melancólico origen. Un voto unánime de confidencialidad que ampararía sus afectos y pasiones, y ocultaría su fulgor de otros que no fuesen ellos.

Era de esperarse que el mayor se conmoviera con el estado de JiMin y tratáse de animarlo.—Calma, señorito Park.

Con dulzura comenzó a pintar manchas a modo de antifaz a la cara de JiMin. Los trazos daban cosquillas a la tez del menor.

Para ambos era placentero estar unidos de esa forma, dentro de su burbuja.

YoonGi terminó de dibujar sobre el rostro de su novio y le dejó de ir para que tomáse una ducha, no sin antes fotografiar el trabajo hecho.

Paró el canvas y prosiguió a comenzar el retrato de JiMin. El perfecto conocimiento que tenía acerca del físico de su pareja le permitía hacer un cuadro a ciegas. Sabía las proporciones que manejaba y el tono exacto de sus belfos.

El fondo negro distinguía la glauca figurilla de su amante.

El vapor escapó cuando JiMin abrió la puerta. La bata de seda fue reemplazada por un albornoz rojo. Caminó al bar a servirse una copa de vino y a los percheros para sacar una Laptop de su bolso. Se echó en el sofá y apareció a YoonGi sumergido en sus menesteres.

—Gatito.— le llamó obteniendo su completa atención.—¿Cómo era tu vida antes de mi, antes de tenerme? 

—Era insulsa, casi funesta para algunos.

YoonGi abandonó las brochas sobre un periódico y enjuagó sus manos en una jofaina. Dedicó una tierna mirada a su novio y se sentó a su lado.

—Nadie me conoce.

Se besaron de forma lenta y suave, disfrutando el tacto, entregando tanto amor como podían. Retozando encapsulados en el tiempo.

—Y yo nunca estoy solo, MinMin.— cargó el peso de JiMin y lo recostó sobre su regazo y comenzó a masajear su cabello.

El más joven se dejó hacer recargando la cabeza sobre el hombro de su hyung. Se incorporó un poco e hizo líneas sobre el pecho de YoonGi.

—Cielo, cuando tú llegaste destruiste las barreras que tanto tardé en construir, entraste sin permiso a mi capuchita. Llegaste a sacudir una gran parte de mi mundo, y me gusta la inestabilidad que provocaste con tu venida. Jamás pensé que el destino me daría a una persona tan dadivosa como lo eres tú.

Era cierto, se habían conocido apenas hace dos años y aún así, el frenesí y el paroxismo de su relación seguían presentes con cada cruce de miradas, de palabras.

—Todavía recuerdo la primera vez que nos vimos. Es mi recuerdo favorito, DoonGi.

Para JiMin era imposible olvidar el inocente complot que armó para filtrarse, en ese entonces, a la nueva exposición de Daurat. La pobre de su secretaria movió cielo, mar y tierra para conseguir la entrada.

—Y yo la manera en que me acerqué a ti, estabas perdido analizando a detalle cada cuadro, el material, su color y el lugar de la firma.— El desorientado JiMin de esa época surcó la mente de YoonGi.—Me diste tanta curiosidad que lo único que me permití hacer fue preguntar por tu nombre, robaste mi aliento al enterarme que eras ese escritor.

—Créame, hubiera pagado por ver mi reacción cuando Daurat solicitó un encuentro conmigo y en su lugar encontré al chico con el que hablé en la galería.

—Debió ser una grata sorpresa que aquel pintor tan interesado en ti resultara ser el mismo del museo.

JiMin rió ante las ocurrencias de su mayor y despacito se acercó a darle un beso en la mejilla, encendiendo los cachetes de YoonGi.

—Yoonie...— le miró cómplice esperando su respuesta.

—Minnie, te adoro.— musitó aferrándose más a su tórax.—Más que al café por las mañanas, más que a mi oxígeno, más que a mi propia existencia.

—Yo te adoro más de lo que un hombre adora a su Dios, serás mi Tierra y yo tu Luna. Protegeré nuestro amor de los ojos mortales.

—Y yo a ti, porque soy un hombre que entiende el propósito y valor de los secretos, por eso te aprecio como tal.

✨✨✨

Espero que les haya gustado.

Dudas, sugerencias y opiniones aquí.

Boy with a pearl earring Donde viven las historias. Descúbrelo ahora