Epílogo.

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La luz entumecía mis ojos, acariciando con levedad y delicadeza la tez blanca de mis cortinas, mientras se abrían en sinfonía

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La luz entumecía mis ojos, acariciando con levedad y delicadeza la tez blanca de mis cortinas, mientras se abrían en sinfonía.

Las mariposas carcomían los altos y verdosos pastizales de mi jardín, los cuales eran adornados por unas espléndidas flores apolíneo, de un adonis abyecto y atractivo.

Siempre habrá flores en el mundo, para quien lleve un hermoso jardín en el alma.

¿Sabes?

Es bueno hablar de flores en otoño. Nos da la esperanza de una lúcida primavera.

Dos largos y solitarios años habían pasado desde tu partida, el día que decidiste por fin ser feliz, y arriesgarlo todo por una segunda oportunidad.

Me pregunto si habrá sido el Karma, el que ahora acecha con pesadez mi conciencia, insitandome culposo, a seguir tus pasos sin criterio alguno.

Las casas vacías exageran los sonidos, y más todavía las que extrañan a sus dueños.

Aquellas que están tristes, aquellas que es tan de luto, el silencio es tanto, que se puede escuchar.

La casa, a la vista de muchos, parece más grande. Enorme.

¿Será que la tristeza nos hace empequeñecer?

Aún no he aprendido a lidiar con tu ausencia, a remediar este dolor que mi corazón siente al recordar tu voz, ni la púlcra soledad que me limita de todo sentimiento de predilección alguno, condenandome sumiso a una profunda depresión en donde avivan tus recuerdos, y mis sueños.

Porque decidí abrazarte, aunque yo fuese el amor, y tú la muerte, sin importar que la muerte muriese enamorada, y el amor amaría hasta la muerte.

Dos años, en los que no hice más que pensarte y soñar con un nosotros, desde que mecía mi cabeza en el cedaje de aquella almohada, hasta que abría los ojos por la nitidez de un nuevo día, preguntándome si realmente valía la pena levantarse y seguir adelante, como tú siempre hubieses querido.

En un intento de buscar la felicidad, a pesar de no tenerte a mi lado, lo perdí todo, y aquel vacío que dejaron tus caricias carcomía mi cabeza.

El dolor de tu partida, no es cuestión de probar otros labios, porque sería amar a una persona que en mis sueños no tiene nombre.

Todas las semanas, voy al cementerio, a dejar flores sobre aquel epítafio en tu tumba, sentándome a un lado, mientras te cuento, como a transcurrido mi vida, sin dejar de recordarte cuanto te amo, así como tú siempre lo hiciste.

Another ✧ 𝗞𝗮𝗴𝗲𝘆𝗮𝗺𝗮 𝗧𝗼𝗯𝗶𝗼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora