Quería Sentirme Sucia

53.2K 90 4
                                    

PRIMER DÍA

Quería sentirme sucia, quería sentirme guarra. Estar allí, en el burdel, sentada en la cama, esperando a mi primer cliente, ejerciendo por primera vez, no fue una decisión, fue el acto natural, tan natural como despertarse o respirar, tras leer aquel articulo sobre las estudiantes que ejercen la prostitución para costear sus estudios. Nunca reconocerán que son putas ni a sí mismas, aunque lo sean. Yo lo busco, quiero sentirme puta, no por el cuerpo. Si un hombre me mete el dedo en la boca no pasa nada, si introduce el pene ya me transforma en puta ¡Qué estupidez!
La puerta de mi estancia se abrió con tanta brusquedad, y con tanta falta de delicadeza, como yo quería que abriera las puertas donde él había venido a buscar placer. Me deslicé al borde de la cama, como me habían indicado, y abrí las piernas para incitarlo, para atraerlo, para nada, porque ya no levantó la vista de mi rajita hasta que me penetró, y empezó un jadeo rápido y sin fuerza. Cerré los ojos, dejé caer la cabeza hacia atrás y me abandoné, esperando lo que había venido a buscar: suciedad en mi intimidad, y sólo encontré la rabia de que se deshiciera en mi vientre tras unos vaivenes.
A su salida me senté enfrente del espejo. Las puertas de Venus se habían redondeado. Miraba sin pensar, deleitándome en el color sonrosado de la piel, cuando el esperma empezó a asomar. Descolgué el espejo y me senté encima de él. Nunca lo había hecho, nunca había visto mi vulva con tanto detalle ni tan cerca: ¡Qué placer se dan los hombres! La crema goteaba como si fuera miel, aunque no tan viscosa. La primera gota cayó sobre el cristal. Pasé un dedo sobre ella y noté su textura al juntar los dedos. Me acerqué el dedo a la boca, no por el sabor, ya lo conocía, sino por la suciedad. Relamí el dedo, y se fueron contrayendo los labios, la boca, los hombros, todo el cuerpo hasta las piernas. Un espasmo de la vagina, más intenso que un orgasmo, expulsó mucha más crema. Su visión me resultó más bonita que mi vulva. Puse la mano extendida sobre ella, la removí sobre el espejo, abrí la bata y esparcí la crema sobre mis pechos. Qué sensación tan intensa sobre mis pechos, la vagina se me contrae de puro placer.
Estaba preparada para obtener de mi segundo proveedor lo que quería. Me senté en el borde de la cama, con las piernas sobre el suelo para que no pudiera ver mi rajita. Cuando entró le miré a la cara. Según se acercaba yo llevaba mis manos desde el borde de la cama hasta mis pechos. Cuando estuvo suficientemente cerca abrí la bata de golpe y él se lanzó a magrearme los pechos. Sus pulgares recorrieron los senos para estrujarme los pezones. Le gustaba apretar y a mí me gustaba ver que él no tenía ningún control.
Deseaba que mordiera mi pecho, que lo lamiese, un deseo intenso que nada tenía que ver con mi cuerpo.
−¡Cómeme las tetas! fue una expresión de deseo y necesidad, nacida al tiempo que empujaba mi teta contra su boca.
No sé si lo que hacía era comer un helado o mamar, porque tan pronto chupaba el pezón con el ansia de un bebe hambriento como lamía mi teta como si fuera un cucurucho.
−¡No dejes a mi otra teta huérfana! Fueron las palabras que acompañaron mi giro para ofrecerle mi otro pecho.

Otro biberón para el niño, otro helado, ambos preparados con la crema que había esparcido sobre mis pechos.
Lo empujé hacia atrás.
−¡¿Eso es todo lo que sabes hacer? ¿A eso has venido?!
−¡Yo te voy a enseñar a qué he venido! ¡Puta!
Desde que me penetró sus movimientos fueron rápidos, violentos, desde la puerta de Venus hasta la más recóndita de sus habitaciones. Su lenguaje soez: ¡puta! ¡puta! ¡toma puta! ¡puta!
¡puta! Casi era como un disco rayado, pero era la canción más bonita que hubiera escuchado nunca. Contraje mis muslos, mi vientre, y puse mi vagina tan dura como pude: quería sentir su verga recorrer toda mi intimidad. Desde que su punta abría mis labios, y corría por todo el corredor, hasta que dejaba avalanchas de nieve al final de la pista de esquí. Y la canción sonando: ¡puta! ¡puta! ¡puta! No me importó que se deshiciera, su verga seguía dura y con ella las carreras por mi corredor y su monótona canción. Por fin sentia la suciedad en lo más íntimo de mi intimidad; me sentia una inmensa puta, me sentia guarra, sentia satisfacción, sentia placer; pero no el placer del sexo, sino el placer que se siente cuanto se daña al objeto odiado. No estoy diciendo que odie a mi vagina, eso sería como odiar a un dedo, sólo quiero que sepas como me sentia porque era un placer inmenso, pero no era felicidad.
No iba a desperdiciar nada de aquella crema. A su marcha, me senté sobre el espejo y coloqué la tacita donde había saboreado mi primer café de puta. Igual que las máquinas expreso de los cafés, así era yo, y mi vulva sirviendo crema a borbotones en la tacita. Puff, puff, resuena en mi cabeza y dos borbotones de crema en la tacita, puff, puff y otro borbotón : una tacita con dos tipos de crema, como mi vientre.
Ya casi no cae. Deslizo mis dedos entreabiertos sobre mi vulva, repito muy suavemente, rozando mi ingle, una vez más aún más suave, casi me hago cosquillas, la cabeza se me va para atrás y los dedos juegan con mis labios. Están empapados de crema. Mi dedo corazón hace un círculo muy grande, de arriba abajo, de abajo a arriba, cada vez con más fuerza, al subir rozo mi clítoris, se me contrae la vagina...
Dicen que todo es una creación de la mente. En vez de mi vida esto podría ser un relato. En ese caso ¿Qué mente sería la más sucia? ¿La de la autora o la del lector? ¿Qué sentiste cuando leíste "Quiero sentirme sucia" "Quiero sentirme guarra"? ¿Qué buscabas encontrar tras esas frases? Si cierras el libro, entonces cierro mi coño.
¿Qué dices?
−¡Qué me comas el chocho!
Mi tercer cliente en la habitación y yo murmurando pensamientos impenetrables. Me gusta el lenguaje soez en mis oídos, pero odio que salga de mi boca, es como perder la suciedad que ha entrado por mis oídos.
−¿Sabes hacerlo? ¡Vamos!
Me sitúo en el borde de la cama y él se arrodilla a mis pies. Le echo las piernas tras su cabeza, afianza sus manos sobre mis muslos a la altura de la ingle y pega un chupetazo de abajo a arriba: chupetea las dos cremas. Sí, sí sabe comerlo. Tras llegar arriba, titila muy rápidamente la punta de su lengua sobre mi clítoris; nota que me estoy subiendo y me deja con la ganas, se

Relatos Eroticos Where stories live. Discover now