Capítulo 30: La placa

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Después del "incidente" en su despacho, Matt cambió su actitud. La conexión que había entre los dos de pronto parecía inestable, él estaba distante. Sentía que evitaba estar a solas conmigo o mirarme más de lo necesario, incluso dejó de venir a comer los jueves con el resto de la oficina al bar de enfrente. Parecía querer evitarme a toda costa y, de alguna forma, lo sentía como un castigo por rechazarle.

La primera semana creí que tan solo estaba tomando algo de espacio para enfriar el ambiente, para asegurarse de que nos lo ponía fácil a ambos luchando contra la tensión sexual que había latente entre nosotros. Pero después de casi dos semanas, ya no me sentía tan segura.

En otra época me habría plantado en su casa, pero eso no ayudaría en absoluto estando la situación así. Aunque, con cada día que pasaba, empezaba a plantearme si no me quedaba más remedio que abordarle de esa forma, ya que en la oficina no hacía más que esquivarme.

Pero aquel día encontré la forma de acorralarle.

Sophie no solía usar el móvil en el trabajo para asuntos personales. Parecía el tipo de persona que se olvidaría de contestar los mensajes y que nunca haría caso a las redes sociales, si es que tuviera alguna. Pero lo necesitaba para el trabajo, así que se obligaba a llevarlo siempre encima y tenía un tono de llamada especial para los asuntos del trabajo, silenciando el resto de notificaciones.

Sin embargo, tras un par de minutos de conversación a media mañana, me di cuenta de que el tono y sus respuestas no encajaban en una conversación formal.

—... Lo sé... Sí, voy a usar la del año pasado... Pero es que no necesito una nueva, me viene la del año pasado... No... Mamá, de verdad, que no es por el dinero, si es que está nueva...

Abrí los ojos de par en par y miré a Joss. Él también parecía sorprendido de que la bruja estuviera atendiendo un asunto familiar allí mismo, aunque fuera una de esas conversaciones que consistían en "aguantar la turra" porque se basaban en decir que sí a todo mientras te soltaban un discurso sobre algo en lo que creían tener razón por la supuesta sabiduría de la edad.

Según lo pensé, una punzada de culpa apuñaló mi pecho. Yo ya no tendría más de esas.

Traté de volver al trabajo con un pesado suspiro, dándole algo de intimidad a la abogada, pero justo en ese instante colgó tras un tenso «estoy en el trabajo, no puedo seguir hablando».

—¿Estás bien, Sophie?

La bruja apoyó los brazos en la mesa y se tumbó escondiendo la cara, gruñendo con exasperación.

—¡No! —protestó bajo su fuerte de brazos—. Ahora me ha puesto nerviosa... Estaba muy tranquila hasta que ha tenido que sacar el tema. ¡Siempre hace lo mismo!

Se obligó a enderezarse y frotó su cara tratando de alejar la frustración a manotazos. Joss, que por lo general saltaba rápido a relajar el ambiente con alguna broma o mostrando apoyo, se quedó extrañamente callado, mirándola en silencio con gesto serio.

Sentí que me estaba perdiendo algo. Quise preguntar, pero Sophie siempre se ofendía si hacía las preguntas demasiado directas. Insistía en que era una descortesía hacerle eso a un mago, que les ponía en un compromiso. Aunque Matt nunca se aquejaba de ello, él era brutalmente directo.

—¿Quieres... hablar de ello? —pregunté al fin, creyendo que era lo más prudente que podía decir en esa situación.

Sophie se encogió de hombros, con la duda bailando al ritmo de la ansiedad en sus ojos.

—Es que... pasado mañana es Ostara... El equinoccio de primavera —aclaró—. ¿Te suena?

Fruncí el ceño.

Palabra de Bruja FarsanteWhere stories live. Discover now