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No era de tomar. No me gustaba emborracharme ni mucho menos pasar por las consecuencias de haber bebido.

Pero esa noche solo intentaba olvidar.

Olvidar el abandono, el rechazo, la escasa plenitud con la que ya tendría que estar acostumbrado.

Pero nada de eso era suficiente. Quería más, teniendo miedo en el proceso de que me dejen solo por simplemente, ser un pretencioso creído y encima creyente de que era el ombligo del mundo.

Mi meta era simple. Ser feliz.
Alcanzar la tranquilidad que pocas veces había alcanzado a poseer.
Sabiendo que tengo miles defectos, intenté padecer ese alergia. Esa enfermedad que mamá me decía, podía pescar: la del amor.

Por ahí, solo era muy dramático, intentando que personas sientan pena por mí... Mientras digo lo que nunca fui: un héroe.

Quizás me tiraba muy abajo, por simplemente tener un corazón roto, pero no sabía como sacarme esto que sentía a tal punto de hacerme estallar. No como Gustabo, pero se entiende.

El barman no había querido servirme más, puesto que ya mis cinco sentidos estaban mezclados a más no poder, sólo pidiendo y rogando por un shot o copa más de lo que sea estaba tragando.

Este era el momento en el que aquel amor entre por esa característica puerta de un estereotipado bar color rojo, que sus ojos encuentren los míos y se preocupe a tal nivel de ser nuevamente llevado a su morada.
Claramente eso no va a ocurrir, la conveniencia solo estaba en las novelas igual de dramáticas que yo.

Estando encorvado como nunca se había visto en mí, sostenía con mis errantes manos un vaso de aquello que me había ofrecido Volkov alguna vez: whisky.
Hasta ahora, esto era tomar agua, pasaba como ella, sabía como ella;
Junto a mi mano izquierda, el hombre había ubicado un cuenco con maníes, quien ya estaba por completo vacío gracias a mí.

La noche pasaba tan rápido, que apenas era consciente de lo que hacía en medio del bar, bailando con uno, bailando con otro.
Tomando con este, tomando con aquel.

Bueno, pasó lo que debía pasar.

Pero sin ser con quien yo quería que fuese.

No veía bien su rostro, quizás fuese una alucinación por culpa de la bebida, voy a demandar al barman.
Pero dolía mucho.
Yo no sentía más que dolor. No sabía si por estar con quien estaba o por mi herida sentimental.

Una vez que él acabó, me di la vuelta, simulando dormir.

—¿Te gustó?—preguntó la persona con quien estaba.

Onomatopeyas.

Tenía la sábana a mitad del cuerpo, mis dos manos debajo de la mitad de mi cara, mirando un punto fijo, sin pensar por completo a la vez pensando en cada cosa que pasaba por mi cabeza.

Me sentía mal, no estaba en mis sentidos, y acababa de hacerlo con alguien con el que no sentí nada.

Me giré levemente, mirando a mi acompañante de esta noche: estaba dormido.

Saqué la sábana, buscando como pude mi celular y alumbrando con la linterna para buscar mi ropa.
Mi pantalón estaba por ahí, mi calzoncillo se habrá perdido en un universo paralelo y la remera... No sabía donde estaba, entonces agarré el del desconocido dormido plácido en la cama.

Mareado, con náuseas y tambaleándome, logré ponerme las cosas, buscando también si es que tenía, cosas de valor.
Creo recordar que no tenía nada, más que la billetera con cinco céntimos, el DNI...
Mierda. El DNI.

Palpeé mis bolsillos traseros, los delanteros, no estaba.
Busqué con la mirada, había una tirada allí; la tomé y salí de ahí, rezando porque donde sea que esté, mi ubicación pueda estar cerca de mi departamento.

Luego de correr por las escaleras, caer sobre una bailarina, pedir disculpas y evitar sus coqueteos, salí a la calle.
Recibiéndome un aire fresco, el que necesitaba.
Me senté en posición de indio, tomando más aire, intentando estar más consciente y no hacer más cosas estúpidas.

Manejar no era una buena opción considerando que ni sobrio conducía tan bien. Evitaría a toda costa estar tras rejas por unas horas o una multa, así que decidí caminar, aprovechando que mi cerebro estaba dormido para así no pensar en alguien que escapaba de sentir. Alguien que empieza con V, y creo que termina con ov.

De alguna manera, había llegado a comisaría, viéndose las luces de ésta encendidas.
Caminé más, llegando a las puertas, entrando y recordando por momentos que no estaba como Dan. Estaba como Horacio.

Entré y no había nadie. No me acuerdo en este momento dónde quedaba mi mansión, así que caminando como un zombie, subí escaleras arriba intentando encontrar el despacho del viejo.

No veía más que cuadros distorsionados y caminos a colores, hasta que creí por fin dar con aquel lugar seguro.
Escuché una voz pero no llegué a identificarla.
Pasé y lo único que pude distinguir fue un sillón: fui de lleno a él. Me acosté y en cuando mi cuerpo dió con el material de esta noche mi cama, quedé dormido.

Sintiendo como dos manos me tocaba la cara, otras dos mis hombros. Pero no llegaba a despertar.

¿Así se sentía morir?

¿Así se sentía la paz?

¿Esta... Esta es la vida real?

La calma llenaba mi mordor del interior, sintiendo pero a la vez no sintiendo nada.

Quizás ya era libre.

[...]

Diría que nunca volvería a tomar.
Pero era una vil mentira.

El dolor en mi cabeza era tremendo e inmenso, siéndome imposible querer levantarme de donde sea que esté, y así empezar con mi trabajo.

Abrí mis ojos, y lo primero que vi fue el techo. Después a dos personas.

Volkov.

Conway.

Volkov...

¡Conway!

Mierda, me iba a matar, me dará con la porra.

Me levanté bien rápido, alertando a los anteriormente mencionados. Trazando mi forma de escapar, me vi en mil formas... Pero como me atrapaban.

Pues bueno. Corrí hacia la puerta y no llegué ni a la perilla, porque me tomaron de mis brazos.

Fui sentado en la silla de mi izquierda, consiguiendo unas miradas entre confusas y furiosas del comisario y el superintendente.

—¿Qué has hecho?—interrogó la fuerte voz de Conway, ganando una punzada en la cabeza.

—No lo sé.

—¿Te has emborrachado?

Suspiré—Deduzco que sí, pero no quise, es decir, me... Pasé.

Vi como Conway ubicaba dos dedos en la puente de su nariz, ¿Nos levantamos todos con el pie izquierda?

—Y lo más importante de todo—la suave voz del comisario inundó la habitación—... ¿Por qué tiene usted la billetera del EMS doctor muerte?
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Pues nada, solo vengo a agradecer de nuevo, son una' puta betiaaah.

Radio ga ga.

Al fin y al cabo <Volkacio> [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora