CAPÍTULO || 19

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Alice Pov's

El avión aterriza, mis nervios se ponen a flor de piel y me quiero convencer de que esto es un puto sueño, que no es real.

Pero si lo es.

La niña sonríe emocionada, mientras su hermano se mantiene serio recostando su cabecita en mis piernas.

—Cariño, es hora de bajar— comenta Adams y pongo mis labios en una línea.

Con todo mi autocontrol, respiro hondo para no cometer una estupidez, la única que saldría perjudicada sería yo.

Aimon se levanta y me espera dándome su mano, la agarro y con él a mi lado bajo del avión. Al estar afuera veo una camioneta negra, Adams sonríe y con su mano me indica que camine hasta ella.

Me queda la esperanza de que sé que me van a buscar, papá ya sabe que él nos había encontrado y dudo que esto se vaya a quedar así.

Resignada a lo que pasa, camino hasta el lugar indicado y al subir, Aimon no se me despega ni un segundo, mientras su hermana luce muy contenta al lado de su padre.

Ambos tienen una conversación bastante agradable para ellos, mientras él le cuenta sobre Italia y lo que cree la nueva vida que según él tendremos.

La camioneta se pone en marcha, Adams me mira de reojo con una sonrisa plasmada en su cara, ¿No se cansa?

—Mamá, ¿Por qué tu corazón late muy rápido?— indaga Aimon, con curiosidad.

Él está con su cabeza en mi pecho y era de esperarse que lo escuchara o sintiera.

—Nada cariño, solo estoy nerviosa, ¿Tú no lo estás?— le pregunto, buscando distraerlo.

—No.

Es lo único que responde, para volver a su postura en mi pecho. Levanto la cabeza, encontrándome con Adams, quien me mira sin pestañear.

Dios, es tan intenso.

Para ser sincera, físicamente Adams, es una persona hermosa, pero solo físicamente porque sus sentimientos están podridos, sus pensamientos iguales, tal vez necesite ayuda profesional, porque esto no es normal.

Nada de lo que él hace es normal...

Sin darme cuenta me quedo dormida y lo que me despierta, son leves movimientos por parte del niño.

—Mamá despierta, él dice que ya llegamos.

—¿Qué?— pregunto algo desorientada, mientras cierro mis ojos y vuelvo a abrirlos, intentando aclarar mi vista.

—Que ya llagamos, dice— vuelve a repetir, tirando de mi mano.

—¿Quién amor?

—Él— señala al frente, y cuando miro es Adams.

Quien mira al niño con una sonrisa fingida, intentando ocultar el cuánto lo enoja que le diga Él, y no papá, o algo así.

Ahora que lo pienso, Aimon nunca le ha dicho esa palabra o una similar a Adams.

—Bajen— ordena este último, tendiéndome su mano, lo cual ignoro.

Con mis piernas temblando un poco lo hago y quiero desaparecer al darme cuenta de que no hay vuelta atrás, al estar frente a esta casa, una casa muy grande.

Las manos supongo de Adams, si no quien más. Se posan en mi cintura haciendo que esté el doble de nerviosa.

—Aquí viviremos de ahora en adelante, los niños, tú y yo.

Sus palabras me hacen tragar saliva y cómo si su toque quemara me alejo de él.

—No vuelvas a hacer eso— advierte con fingida calma, tirando de mi mano.

Miro a mi alrededor, es muy bonito, se ve que todo es bien cuidado, las plantas están perfectas, el césped cortado, incluso una fuente que está bastante limpia.

Y la cual llama la atención de Astrid.

Adams, empuja la puerta principal de la casa, si se le puede llamar así a esto. Y quedo perpleja, el grito de Astrid me hace saber que quedó igual.

—¡Qué hermoso!— chilla emocionada.

—¿Te gusta princesa?— le pregunta Adams, escuchándose satisfecho por la reacción de la niña.

—¡Me encanta! Es más grande y bonita que la casa del abuelo, mamá.

No digo nada y entro completamente a la casa, por el leve empujón que me da Adams.

—¿A ti que te parece Aimon?— le pregunta su padre y el niño solo se alza de hombros.

Haciendo que el mayor suspire, con fastidio.

No tiene toda la atención de Aimon, como con la melliza del niño.

—¿Quieres ver tu habitación Astrid?

—¿Voy a tener una habitación solo para mi papá?

—Claro princesa, tu hermano también.

Ella asiente emocionada y agarrando la mano de él, le dice que corran.

Aimon y yo los seguimos, subiendo las enormes escaleras, despacio, sin prisa.

Y al llegar al segundo piso, gritamos a la derecha, y en la segunda puerta, él la abre.

La niña vuelve a gritar emocionada y sí, es preciosa.

Las paredes tienen un gris casi blanco, luces en una pared, cuadros con marcas famosas, decoraciones de tercio pelo, dos puertas más acompañan la habitación, lo que supongo un baño y un closet.

—¿Quieres ver la tuya Aimon?— niega y no se me hace raro.

—No, después.

—Como quieras, quédense aquí, ya volvemos— me giro, para mirar a Adams y él me sonríe— Ven linda, te mostraré la nuestra.

—¿Qué?

—No me gusta repetir— me susurra y bajo la mirada— Iremos a ver nuestra, habitación.

Pone su mano, en mi espalda baja, haciéndome salir de la pieza de la niña, caminamos unos pasos y dos puertas después, empuja una.

Joder que habitación.

Miro a la cama y se encuentran no sé cuántas bolsas de marcas, con lo que supongo ropa y accesorios.

—Todo esto es tuyo, cariño— dice acariciando mis brazos.

Intento alejarme, pero ejerce presión, haciéndome quedar estática en mi lugar.

—¿Qué te dije hace rato, Alice?— pregunta con evidente enojo y solo me queda respirar pausadamente.

—Entendí, no lo haré— vuelve a dar otra caricia y solo me queda aguantarme.

—Bien, sigamos.

Empuja otra puerta encontrándome con un enorme clóset, cajoneras, espejos, luces y cosas hermosas, que solo desprenden lujos.

Pero nada de esto me importa, yo solo quiero vivir en paz y estando con el eso no pasará.

—¿Te gusta?— pregunta y pongo mis ojos en blanco, imbécil.

—Muy lindo todo, pero casi se te olvida que no estoy aquí por voluntad propia, por ende nada de esto me importa y lo único que pasa por mi cabeza, es la manera en la cual me largaré de aquí.

Me gira de forma brusca, mi ceño se frunce y mi mirada se cruza con la suya.

La cual denota su furia.

—Métete tú en la cabeza que eso no pasará, y así como un día tu padre borró registros, yo también lo hice, por ende ni puta idea de dónde están y ve resignándote a que estás conmigo, como siempre debió de ser, porque tú eres mi mujer.

—Púdrete, Adams— digo con rabia,

Una bofetada me hace girar la cabeza de golpe, mi respiración se vuelve errática y por impulso hago lo mismo, le devuelvo la bofetada.

—Que te quede claro, que nada será como antes y si tengo que darte pelea lo haré, Adams— musito enojada y una sonrisa aparece en su rostro.

—A las malas entonces, pues bien.

Secuelas de una obsesión © |#2| [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora