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—¿A ver cabrón qué pasa? —el tailandés simplemente se revolvió nervioso, no entendía por qué Filipinas tuvo que llamar a México.


—Yo... lo siento... —se disculpó, al mismo tiempo en que se cubrió con las manos la cabeza, esperando algún golpe que nunca llegó.


—Wey, relájate un chingo —contradictoriamente a lo que creyó, le revolvió el cabello con cariño. La filipina regresó jalando una pequeña maleta que se desplazaba con facilidad debido a las ruedas en la parte inferior. El latino se apresuró a ayudarla cuando le vio la intención de subirla a la cama. Se apartó un poco para permitirle abrirla.


—Compré varias cosas así que puedes elegir lo que más te guste —declaró sonriente sacando poco a poco prenda tras prenda. México suspiró y comenzó a revisar. Tailandia le dirigió una mirada confusa a la asiática que simplemente le sonrió.


—¿Qué tal esta, se ve chida no? —preguntó colocando frente a su cuerpo una falda negra, lisa y ajustada de la cintura hasta la cadera, terminando en tres capas de pliegues no tan marcados que le daban bastante movilidad, así como, volumen. Sencilla a su parecer pero perfecta para ser la primera vez que iba a usar una (al menos en la época actual). Filipinas asintió con la cabeza, en un rápido chequeo por la ropa, le extendió una blusa simple en color rosa pastel de manga corta, ésta dejaría al descubierto sus hombros bicolor y parte de su blanca clavícula.


Tomó el atuendo metiéndose al cuarto de baño. No tardó mucho en colocársela, sin embargo, refunfuñó al darse cuenta que sus bóxer eran un problema. Llamó a la chica asiática para que pudiera conseguirle algo con qué sustituirlos. Después de varios minutos de mantener una acalorada discusión, no le quedó de otra que seguir el consejo de su amiga. Por fin salió. Lo primero que hizo fue ponerse frente al espejo. Acomodó con sus manos los pliegues, asegurándose que todo estuviera en su lugar. Aspiró profundamente antes de sonreír.


—No mames, mira no más que chulada —con júbilo dio una vuelta ocasionando que los vuelos de la falda se alzaran— la neta sí me doy —terminó su inspección con una sonrisa más amplia, luego, a través del espejó miró con las manos en su cadera al segundo varón— ¿Qué esperas para cambiarte? —el tailandés se carcajeó, reprimiendo las lágrimas que intentaban escapar de sus ojos. Asintió rápido con la cabeza, rebuscó en su propia maleta y cuando encontró algo que lo dejó satisfecho, corrió al cuarto de baño.


Filipinas se acercó al mexicano para abrazarlo, susurrándole mil y un agradecimientos que él insistió en que no eran necesarios. Se separaron para que se calzara los tenis. Una vez más observó su reflejo, por extraño que pareciera, no se sentía tan incómodo con tal ropa, además no mintió al decir que se veía bien y todo era por una buena causa. Orgulloso consigo mismo regresó su atención a su amiga, con quien platicó hasta que Tailandia reapareció en la habitación, usando un conjunto de blusa de tirantes y falda blanca. Un cinturón brilloso y plateado adornaba su cintura, tapando parte del abdomen que quedaba descubierto. Unos zapatos sin tacón pero con un bonito lazo en la parte del empeine era su calzado.


—La próxima mejor me escoges tú la ropa —la asiática lejos de ofenderse se carcajeó.

LadyboysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora