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–Draco, ¿y tus lentes?

La voz de Zabini se abrió paso entre la música, mientras yo me había acercado al mesón de comida para pedir una pizza. Lo miré completamente extrañado a la vez que recibía un trozo pequeño en un plato dorado de mal gusto.

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¿A esto le llamaban gala?
Era una vergüenza de catering, además de una fiesta soporifera.
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–¿De qué hablas? –espeté arrugando la nariz–. No tengo ni necesito gafas.

Él me sonrió de lado de forma juguetona, enseñando su dentadura ridículamente blanca.

–No parece –replicó socarrón–. De lo contrario, no me explico que hayas dejado ir a Granger –añadió, indicando con un gesto a la aludida, que se encontraba junto a sus amigas de casa conversando–. O sea, o eres miope, porque ella se ve realmente ardiente esta noche, o bien tu relación es con Theodore y ella es la pantalla.

–Cállate, Blaise –gruñí fastidiado–. ¿Sabes la diferencia entre tu opinión y esta pizza? –inquirí, levantando el trozo hasta sus ojos–. La pizza la pedí –completé, dándole un mordisco.

El idiota me palmeó el hombro y siguió mirándola de una forma que no me agradaba en lo absoluto. Tuve que contener mis ganas de quitarle la cara de pervertido de una patada bien encajada en los testículos.

–Solo destaco lo evidente –expresó, retomando la palabra y llevando ambas manos a sus bolsillos–. Has pasado de esa belleza toda la noche y no sé cómo no te ha dado largas. Solo quería que supieras que soy materia disponible en ese caso.

Lo fulminé con tanta intensidad que si mis ojos hubiesen sido rayos láser, este "amigo del año" ya habría sido partido a la mitad.

–¿Materia disponible para servir de saco de arena? –contesté irónico–. Gracias, compañero. Si necesito desquitarme a puñetazos, ya sé a cual cara recurrir.

Él sencillamente se carcajeó y se largó a fastidiar a Parkinson, que estaba coqueteando de una manera muy poco sutil con un alumno de Ravenclaw. Exhalé todo lo que guardaban mis pulmones y observé a Granger a lo lejos con el estómago apretado.

Lo reconozco. Había sido un imbecil con ella y ella claramente había captado el mensaje, pues se había ido a charlar con las hermanas Patil y la chica Weasley con semblante frustrado. No me juzguen... ¿qué querían que hiciera?

¿Que le dijera que estaba despampanante?

¿Que me había robado el aliento tal como lo hizo la Hermione de mi universo en el Torneo de los Tres Magos?

¿Que su peinado dejaba al descubierto su cuello perfecto y que me picaban las manos por acariciarlo?

¿Que de sólo verla me incitaba al pecado?

¿Que hasta ese instante no me había dado cuenta que me provocaba cosas en el pecho?

Al principio de la fiesta quería convencerme que mi reacción se debía a las hormonas del cuerpo que estaba ocupando. Luego, le eché la culpa a mi abstinencia desde que quedé viudo, habiendo transcurrido ya un año. Pero nada de eso era verdad y yo estaba al tanto de ello.
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Granger me atraía.
De siempre.
Solo lo había tratado de ignorar.
Fin de la historia.
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Sacudí la cabeza pues nada de eso era posible por múltiples motivos. Por eso, preferí morderme la lengua y mantenerme en silencio, hablando sólo lo justo y necesario con ella. Por eso no le dije cuan bella se veía esta noche, a sabiendas de que mi mutismo había lastimado su orgullo.

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Maldita sea.
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No quería pensar cosas que no debería pensar, ni verme tentado a cruzar un límite prohibido, ya que después de terminar sexto -lo que sería en un par de días-, buscaría la forma de regresar a mi realidad, y una parte de mi sabía que si me permitía algo, todo se haría más complicado de lo que ya era. Por otro lado, sinceramente no sabía cómo reaccionaria el verdadero Draco que se encontraba en pausa cuando se enterara acerca todo lo que había hecho en su ausencia. Solo esperaba que no fuese un imbécil con ella.

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Tendré que dejar a Theodore con ese encargo...
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Sin embargo, mi principal obstáculo era moral, ya que me sentía muy incómodo con nuestra diferencia de edad. Ella no lo sabía, nadie lo sabía salvo Theodore, pero para mí era un tema muy presente: mi consciencia no era precisamente el de un adolescente, a pesar de portar el cuerpo de uno. Cualquier acercamiento era altamente cuestionable y antes de tentar al destino, prefería colocar esa distancia entre los dos. Era lo mejor.

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¿Verdad?
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Fue en ese momento que algo extraño pasó. Sonaron diez campanadas y como si hubiera sido una señal, la mitad del salón levantó una de sus manos para echarse algo a la boca. Los únicos que no hicieron aquel sospechoso movimiento fueron precisamente todos mis compañeros de Slytherin y un puñado de cada casa. El resto, parecía haberse coludido para fines que desconocía, pero tenía toda la pinta de ser una mala idea.

Al estar distraído con el movimiento que se empezó a generar en el Gran Comedor, no noté como súbitamente Granger se había acercado a mi, quedado a solo escasos centímetros, tomando de mi solapa para arrastrarme a la pista de baile, mientras ella caminaba para atrás, sin quitarme esos hermosos ojos marrones de encima.

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Mierda.
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–¡¿Qué haces?! –exclamé alarmado.

Sus mejillas tiraron de sus labios para formar una sonrisa enigmática.

–Te estoy cobrando la palabra, Draco –musitó, arrastrando mi nombre con sensualidad–. Me dijiste que tendría el placer de bailar contigo otra vez...

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Alter EgoWhere stories live. Discover now